Nelson Acosta Espinoza
A los amigos lectores puede parecerle extraño el título de este escrito. Podrían preguntarse, por ejemplo, ¿qué relación podría establecerse entre estos mamíferos y la actividad política? ¿Cómo hacer corresponder sus respectivas conductas con la acción que despliegan los actores políticos del país? En fin, ¿en nuestro escenario político quien asume la conducta asociada al erizo o la zorra? Veamos.
En principio, el erizo es descrito de la forma siguiente: cauteloso, paciente por limitado y tozudo. Está obligado a la perseverancia porque no tiene más remedio que sacar todo el partido posible a sus escasas pero potentes habilidades. La zorra, por el contrario, es considerada un animal astuto y empleado, en muchas culturas, como símbolo de sagacidad. En Japón, por ejemplo, el kitsune (zorro en japonés) es una forma poderosa de espíritu animal muy travieso y astuto.
Isaiah Berlín (1909-1997), politólogo e historiador de las ideas, en su célebre ensayo del año 1953, El erizo y el zorro, despeja varias de las preguntas formuladas en el párrafo anterior. Basándose en un proverbio atribuido al poeta griego Arquiloco que reza como sigue: "Mientras que el zorro sabe muchas cosas, el erizo sabe mucho de una sola cosa". Berlín, establece una distinción entre dos clases de pensadores, políticas y seres humanos en general: Los erizos simplifican la complejidad del mundo y reúnen su diversidad en una única idea; los zorros, por el contrario, son incapaces de reducir el mundo a una sola idea y están constantemente moviéndose entre una inmensa variedad de imágenes y de experiencias.
Retomemos las preguntas iniciales de este breve escrito. En nuestro escenario político ¿qué conducta predomina, la del erizo o la del zorro? Bien, sin hacer alarde de destrezas semióticas, es fácil dar respuesta a esta interrogante. La última alocución del Presidente Maduro, por ejemplo, ilustra ese enfoque simplificador que intenta proporcionar un cierto sentido de unidad a la confusa realidad dentro de la cual este régimen se hunde cada día más. Basta con señalar que a pesar de haber perdido en pocos meses más de 15 puntos de popularidad insiste, cual erizo, en transitar la misma ruta con los mismos pasajeros que son responsables de la erosión de su capital político.
Las principales encuestadoras del país, inclusive las de vocación gubernamental, reportan esta pérdida de apoyo a la gestión oficial. Hinterlaces, por ejemplo, la sitúa en 18 puntos; Datanálisis, por su parte, muestra que la situación del país es negativa y que la popularidad del presidente ha caído en un 35%.
Ahora bien, el otro polo ¿es portador de una visión flexible que impediría encartonar lo existente en el marco de una única idea? ¿Se encuentra transitando la oposición venezolana la ruta del zorro descrita por Isaiah Berlín?
Voy a intentar delinear una respuesta a esa interrogante. Soy de la idea que los sectores democráticos han avanzado hacia una política fundada en el respeto y cultivo de la diversidad de opiniones y posturas políticas. Sin embargo, les hace falta ejercitar la habilidad del zorro: moverse con ligereza en el terreno movedizo que caracteriza el campo de lo político en el país. Y, además, desechar el hábito cognitivo que predica sobre la existencia de una sola respuesta verdadera para los problemas que presenta la nación.
En fin, es obligación de los sectores democráticos vivir alertas, poniendo a prueba sus ideas, creencias y valores. La tolerancia y el pluralismo, siguiendo a Berlín, más que imperativos morales, constituyen necesidades prácticas para la supervivencia colectiva.
Para finalizar: la oposición tiene el talento de un zorro y las creencias de un erizo. En consecuencia, si no resuelve este dilema es improbable que alcance el éxito político que se espera de ella.
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