domingo, 30 de junio de 2013

Este cansancio que cansa


“El mayor cansancio proviene del trabajo no realizado”.
Eric Hoffer

Manuel Barreto Hernaiz

De acuerdo al diccionario, cansancio tiene dos acepciones: 1) falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado; 2) aburrimiento, hastío, tedio, fastidio. Según una definición médica, el cansancio es una sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual, o de ambas. Otras versiones médicas del cansancio, son: agotamiento, letargo. astenia.

La mayoría de los venezolanos siente cansancio, y no precisamente por las largas colas para conseguir productos de primera necesidad, como tampoco de todas esas peripecias que tanto fatigan por obtener los anhelados dólares. O de las que ocasiona un endemoniado tráfico por la falta de planificación vial. Digamos que lo que se aprecia en buena parte de los compatriotas es simplemente cansancio político. Nuestra sociedad muestra rasgos de cansancio, de agotamiento. Hasta algo tan grave para el porvenir de la educación superior, y por ende, de la formación profesional de nuestros jóvenes, no despertó las expectativas que se esperaban… pues eso es asunto de los universitarios. Como tampoco la persecución despiadada que arrincona a María Corina Machado, quien sin haberse recuperado de la salvaje golpiza, ahora es víctima de ese “Stasi tropical”; y menos aún el encarcelamiento criminal contra Simonovis y demás funcionarios que purgan condenas que nunca se aclararon, y a cuya hija recientemente le escribía Agustín Blanco Muñoz: “… Por todo esto, Ivana, no es tiempo de que el cansancio nos venza, ni que dejemos el camino libre a la muerte. Ahora, frente al tamaño de la herida y el desparpajo, hay que levantarse con más energía, y aunque cargues tus 15 años envejecidos, ahora es cuando tu padre necesita tu fuego de sinfonía creadora para seguir resistiendo…” 


Estamos cansados de las triquiñuelas legales del CNE; cansados de ver cómo se cumplen una tras otras las exigencias de un presidente que hace poco tiempo estaba deslegitimado; cansados de ver cómo se publican informaciones espeluznantes y atentatorias contra la poca moral ciudadana que va quedando; cansados de ver cómo la corrupción y la incontrolable inseguridad se ubican en las noticias de cada día. Tal vez el cansancio ha neutralizado -además de la brutal actuación de Guardias Nacionales- a cientos de miles de ciudadanos y las sempiternas explicaciones, para muchos, se tornan fastidiosas. Así están las cosas. Esta sensación subjetiva de falta de energía física o intelectual, o de ambas, se convierte en apatía, en esas letales expresiones: eso no es conmigoqué me importase lo buscaron y la más común: de la política estoy cansado

Ya muchos amigos sienten que esta situación les produce angustia, escozor; los irrita. Es la sensación de que nada va a cambiar, que todo esfuerzo es en vano, que todo va a seguir igual. Y eso hace posible que los otros hagan lo que les dé la gana, que aplasten a quien quieran y como quieran. En ese contexto arremete el régimen con mayor seguridad. Y estas posturas resultan dramáticas para el porvenir del país. Apartarse de cualquier asunto que se refiera a la política, implica dejar en manos de un régimen autoritario el futuro de todos.

Pero es que también la oposición contribuye al cansancio generalizado. Acepta las reglas de juego que impone el régimen. Se diría que se la pone muy fácil. ¿Por qué lo hace? Lo desconocemos. Puede que sea por cansancio de tanta lucha sin éxitos relevantes, o por impotencia. La desidia es completa. El desinterés también. Vivimos en un país donde el "Patria, Socialismo o Muerte" dejó de ser fachada cuartelaria para pasar a acción totalitaria; vivimos en un país en el cual se habla de la productividad de la tierra y veamos hacia los puertos; en el cual se habla de libertad y vemos llenarse las celdas paulatinamente; en un país en donde tan sólo podemos sentir el cansancio de la sociedad como respuesta coherente a tanto egoísmo interesado. 

Vivimos en un país que no mira en su conjunto al futuro sino que vive sepultado en las miserias del pasado, un país donde no hay justicia para todos sino para quienes detentan los mismos ideales del régimen. Vivimos normalizados en una anormalidad que se torna norma, hábito y destino. Y esto agota. Cuando una sociedad espera que le digan sólo lo que quiere oír, o cuando se niega a mirar de frente lo que está ocurriendo, ha entrado en una espiral de decadencia, al menos cívica, que permite conjeturar un futuro en el que las libertades efectivas vayan reduciéndose progresivamente aún sin que la sociedad se dé cuenta. 

Esperar la recapacitación de los demás, es de algún modo permanecer en ese aletargado cansancio que nos debilita; nosotros somos "los demás" para los otros, acaso no es válido entonces preguntarnos ¿cuál es nuestra parte en esta sempiterna lucha? ¿En qué podemos contribuir para mejorar estas condiciones del país que nos ha correspondido vivir? La respuesta es comprendiendo que no hay tiempo para descansar, y no es momento para ser pusilánimes. 

Algún día, algún hecho insólito, no previsto, hará que la gente despierte del letargo. Quizá la pérdida de nuestra esencia se deba a ese factor humanizante que escasea en nuestra sociedad y del que sólo nos acordamos cuando vemos que la juventud se va de las manos -hablamos de la educación. Aquella cuya brillantez académica y formativa queda opacada por la desidia y el cansancio político que sólo espera voces de protesta para poder recién escuchar a quienes en algún momento nos reemplazarán, tomando las riendas de nuestro futuro.

El papa Pío XII resultó ser uno de los pontífices contemporáneos con mayores críticas y reparos; pero una frase suya, cuanto menos, tiene valor perdurable: guárdense, les dijo a los poderosos, del cansancio de los buenos. En algún momento, un imponderable disipará el cansancio y otro país será posible. ¿Cuánto tiempo falta para que eso suceda...?

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