Carmen Beatriz Fernandez
Con frecuencia se afirma en las contiendas electorales que “estamos ante un momento histórico de singular im-portancia”, como argumento que pretende insuflar entusiasmo a los electores y motivar al voto. Ocurre que en esta elección la sentencia es cierta y va más allá del mero argumento seductor de la campaña. En esta contienda se definirá si el proyecto revolucionario que lidera Hugo Chávez desde 1998 se afianza o dará paso a una alternativa democrática asentada sobre un cambio generacional.
En 1955 V.O. Key introdujo la noción de elección crítica, definida como aquella en que la intensidad de la participación electoral es alta e implica un realineamiento en la estructura político-partidista de una sociedad. La elección de 1998 en la que triunfó Chávez fue una elección crítica. Y la del 2012 podría ser otra.
Por primera vez desde 1998 la oposición, con Capriles Radonski al frente, tiene reales opciones de derrotar a Chávez. Por un lado la Unidad Democrática (que agrupa todas las tendencias ideológicas de la política venezolana, desde partidos marxistas hasta de centro-derecha) viene logrando una obra de orfebrería política en perfecta alianza que ha sabido mantenerse incólume. La alianza celebró el pasado febrero la elección primaria de su candidato presidencial, donde Capriles se alzó con dos terceras partes del caudal total de más de tres millones de votos. Capriles, 18 años más joven que el Presidente, ha envejecido al régimen de sopetón, dificultándole la oferta de nuevas esperanzas.
La oposición está forzada a realizar una campaña presidencial «por tierra», «casa por casa». Desde la última elección presidencial (2006) se han celebrado cuatro procesos electorales y en todos ellos la oposición ha venido ganando terreno al tiempo que el chavismo lo ha venido perdiendo. La última elección nacional fue la parlamentaria de 2012, en el que el chavismo obtuvo el 48% del voto popular y la sumatoria de las fuerzas de la Unidad Democrática un 52%. Adicionalmente, en este último año, dos importantes gobernadores (de los estados Lara y Monagas) que habían sido hasta ahora aliados del chavismo han pasado a ser parte de la Unidad.
En la campaña que apenas arranca resaltan:
1. Los mensajes
Chávez nos pide “Ponle corazón”, mientras que Capriles afirma que “Hay un camino”. El primero es más emocional, nos retrotrae a la exitosa campaña “Por amor” de Chávez en el 2006, que pide cohesión a sus partidarios, más aún en el marco de la grave enfermedad presidencial. El segundo es de corte más aspiracional y busca generar identificación entre segmentos varios, complementándolo con la metáfora del autobús del progreso.
2. Las audiencias
A partir del año 2006 comienza a hacerse evidente en Venezuela un patrón de comportamiento electoral: el país rural vota más al proyecto chavista que el país urbano. Pese a que el chavismo pretende explicar su pugna política en términos de lucha de clases, la dicotomía real está entre habitantes urbanos y habitantes rurales. Chávez quiere poco a la ciudad: su encendido verbo permanentemente evoca nostalgia por el campo al tiempo que desvaloriza lo urbano y desprecia la ciudadanía. Sus valores son los del guerrero rural y no los del ciudadano. La pugna entre Capriles y Chávez enfatiza este contraste rural-urbano.
3. La agenda
Un elemento distintivo de Hugo Chávez es el haber sabido apropiarse del lenguaje que expresa la discusión política venezolana. Más allá de controlar la agenda de los temas, creó un neolenguaje político y nuevos marcos de referencia. La cantidad de nuevos vocablos aportados al diccionario de la política venezolana es grande: escuálido, apátrida, Imperio, oligarquía o majunche. Pero desde el 2007 (caso RCTV), Chávez ha disminuido notablemente su capacidad de control de la agenda noticiosa nacional.
Pese a estos elementos que arrojan cauto optimismo para las filas opositoras, la campaña tiene grandes obstáculos. El principal es que el gobierno tiene una ventaja importante expresada por ingentes recursos económicos y control férreo del aparato institucional del Estado, que se orienta sin pudor hacia sus objetivos político-electorales. Hay además un control muy importante de los medios de comunicación, se ha logrado la ambicionada «hegemonía comunicacional».
Por ello la oposición está forzada a realizar una campaña presidencial «por tierra», «casa por casa», al no contar con el efecto amplificador de unos medios de comunicación que están abiertamente en manos del gobierno o intimidados por él. Pero además, y pese a que el chavismo venía cayendo de manera constante desde el 2006, la oposición no logra del todo capitalizar los votos que el chavismo pierde.
Un triunfo de Capriles el próximo 7 de octubre, de la mano de la Unidad y de su partido Primero Justicia, implicaría un realineamiento de las fuerzas político partidistas de la sociedad, que redimensionaría al chavismo y realzaría a los nuevos partidos opositores, en desmedro de los partidos históricos. De cualquier forma la gran incógnita sigue siendo la enfermedad presidencial, y el impacto emocional que sus altibajos generen en el electorado.
Este artículo fue originalmente publicado por la Revista Más poder Local, de la Fundación Ortega
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