Nelson Acosta Espinoza
Amigos lectores, la actual honda represiva lejos de reducirse se ha expandido. Alfredo Romero, director del Foro Penal Venezolano, ha contabilizado las detenciones en la cifra de 2.815 en el lapso de los 50 días de protestas que lleva la ciudadanía en las calles. Hasta el 26 de mayo se han reportado 65 personas fallecidas como consecuencia de la represión a estas manifestaciones.
Por otro lado, este clima autoritario ha alcanzado a los alcaldes de la oposición. La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia aprobó una demanda hecha por habitantes de municipios de Caracas y Mérida (cinco mirandinos y tres merideños) de acuerdo a la cual estos burgomaestres podrán ser detenidos si no garantizan el libre tránsito en sus municipios.
Todos estos acontecimientos corren paralelo a la convocatoria de la Asamblea Constituyente y sirven de soporte a la astucia discursiva elaborada por el gobierno: Constituyente o violencia. Es obvio que en la estructura narrativa desplegada por el oficialismo se requería de la incentivación de actos de violencia en las calles de las principales ciudades del país. Es, exactamente, lo que ha venido sucediendo. En este aspecto hay que reconocer que el gobierno ha incentivado directa o indirectamente los actos de violencia de estas últimas semanas. Esta suerte de terrorismo gubernamental encaja en la coartada elaborada por sus expertos para iniciar la convocatoria de esta Constituyente corporativa.
Ahora bien, reflexionemos sobre el hecho que esta iniciativa se concrete en los próximos días. En principio, se hace evidente que el sector democrático se encontraría en un escenario totalmente distinto al acostumbrado. Y, desde luego, en la necesidad de elaborar una estrategia diferente a la implementada a lo largo de estos años de socialismo del siglo XXI. En lo inmediato, seria licito suponer que lo poco que queda de la institucionalidad democrática desaparecería (Asamblea Nacional, Fiscalía General de la Republica, Gobernaciones y Alcaldías entre otras instituciones).
Ante esta circunstancia han surgido varias ideas a través de las cuales oponerse a esta nueva arremetida contra la institucionalidad democrática. El referéndum consultivo, promovido principalmente por Voluntad Popular, es una de ellas. Tiene la virtud de permitir a la oposición democrática retomar la iniciativa política y dar un nuevo sentido estratégico a la lucha en las calles (véase en este blog el artículo del Dr. Asdrúbal Romero M.). Otra de las iniciativas es la organización de un Frente en Defensa de la Constitución y la Democracia. Organización esta que aglutinaría a los partidos que conforman la MUD e instituciones de la sociedad civil. Ambas ideas se refuerzan mutuamente y, de ser aceptada por los partidos políticos que conforman esta agrupación, daría un nuevo sentido estratégico a la lucha por la restitución democrática en el país.
Me voy a permitir resaltar este último punto. La MUD es una organización de naturaleza electoral. Nació con ese propósito y, en un cierto sentido, es lícito asumir que se encuentra desorientada en el marco de las circunstancias por venir. Las próximas tareas políticas son de otro tenor. Y se requerirá, en consecuencia, un tipo de estructura política distinta a la que ha prevalecido hasta el momento.
La historia del nacimiento de la democracia puede ayudar en la comprensión de esta idea. La etapa final de la lucha contra la dictadura de general Marcos Pérez Jiménez, la llevó a cabo una organización con el nombre de Junta Patriótica. Esta instancia estuvo compuesta por los principales partidos, Acción Democrática (AD), COPEI, Unión Republicana Democrática (URD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV).
En agosto de 1957, esta instancia hizo circular su primer manifiesto. En el manifiesto se decía que diversos sectores se habían agrupado con el nombre de Junta Patriótica para luchar por el respeto a los derechos y libertades establecidos en la Constitución de Venezuela de 1953 incluyendo el respeto al sufragio y la libertad de postular candidatos en las elecciones.
Como sabemos su accionar político fue exitoso. Su triunfo, entre otras circunstancias, se debió al espíritu amplio y unitario que desplegaron las organizaciones políticas de esa época y a la intervención decida de la sociedad civil (iglesia, prensa, organizaciones empresariales, etc.).
Guardando las distancias, el país se enfrenta a una coyuntura parecida. Hay que retomar el espíritu que prevaleció en esa época y formular una nueva estrategia que dé cuenta de las actuales circunstancias históricas.
Sin ánimo de ser dramático, siento honestamente que estamos frente a la crisis final de este régimen. Depende de la inteligencia política del liderazgo democrático acelerar este proceso y abrirnos definitivamente al siglo XXI.
Sin la menor duda, la política es así.
1 comentario:
En el caso de la dictadura de Pérez Jiménez no habían gobiernos extranjeros inmiscuidos. En este caso existen Cuba, Irán, Rusia y China, apoyando a estos sátrapas Bastante más complicado el panorama.
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