Asdrúbal Romero M.
Estoy de acuerdo con la decisión tomada por la Asamblea Nacional (AN) de solicitar la celebración de un referéndum consultivo, mediante el cual los ciudadanos podamos manifestar nuestra preferencia con relación al dilema: “Cambio de Constitución versus Cambio de Gobierno”. Fijo mi posición de entrada, sin mayor cuido por el uso de anestesia. Me siento obligado a hacerlo, habiendo visto el rechazo visceral que tal decisión ha tenido de parte de muchos opositores en los chats que participo y redes sociales. Esta reacción me ha reforzado la creciente impresión que cobijo en mi interior desde hace algún tiempo, en cuanto a visualizar al mundo opositor como una torre de Babel en la cual se hace cada vez más complejo unificar posiciones y alinearnos hacia la consecución de un objetivo compartido.
Cabe la aclaratoria que cuando me refiero al mundo opositor, lo hago en el sentido más amplio: comprende a los factores políticos que hacen vida cercana a la Mesa de la Unidad Democrática y los que hacen política opositora fuera de ella. Se podría hablar de una torre de Babel intraMUD, donde ya es bastante difícil concertar estrategias, y una más abigarrada aún que incluye sectores, sectorcitos, personajes, etc. que pululan al exterior de la MUD. La progresiva edificación de esta torre de doble pared se debe, entre otras razones, a los errores cometidos por la MUD en el pasado, que los ha cometido, y la no conformación en el tiempo, consecuencia de lo anterior, de un liderazgo con la suficiente fortaleza como para lograr una óptima alineación opositora de cara al magnífico desafío que debemos enfrentar. Tratando de ser optimista, creo que varios de los diputados más jóvenes – Freddy Guevara, Miguel Pizarro, por citar algunos-, están trabajando aceleradamente para cambiar esta preocupante realidad.
Lo cierto es que la publicación el primero de abril de las sentencias del TSJ identificadas con los números 155 y 156, nos ha involucrado a todos en un peligroso viaje sin retorno. O emergemos de él con la muy compleja responsabilidad de reconstruir al país de las cenizas que van quedando de la acción de los DESTRUCTORES. O nos terminamos de hundir en un abismo de miseria, violencia y estado fallido por quién sabe cuántos años. El tramo de la historia que vivimos es decisivo. Por ende, ante la carencia de una poderosa fuente de alineación externa, no queda otra que contribuir cada uno de los que hacemos opinión, y casi todos a nuestra manera hacemos opinión, tratando de someter nuestros ímpetus y pasiones con la vitamina para la alineación interna.
Antes de abalanzarnos a destruir las decisiones que se anuncian: tratar de informarnos mejor; analizar a mayor profundidad el contexto; hacer un sereno estudio de los pro y los contra y, lo más importante, utilizar más eficazmente la aduana de las palabras. Si lo hacemos, es bastante posible que aun cuando no compartamos en todas sus facetas la decisión tomada por quienes están en la posición de hacerlo, podremos encontrar en ella aspectos fundamentales que nos aporten la motivación interna para alinearnos con lo propuesto. Que conste que quien esto escribe, ha sido en el pasado un severo crítico de algunas de las decisiones tomadas por la MUD, pero el escenario ha cambiado y vaya que nos lo han cambiado, dramáticamente, y sin la opción de poder no aceptar los guantes del desafío. Quizás esta vitamina para la alineación interna no sea otra cosa que el ejercicio de la virtud cívica de la templanza, como tan bien lo expone en sus escritos el Dr. Frank López.
Retornando a la decisión de la AN: ¿Por qué la considero acertada? No sin antes decir que una correcta decisión en principio puede ser dañada en la fase de ejecución. El riesgo y la incertidumbre están presentes. Los acontecimientos se precipitan a vertiginosa velocidad. El escenario es tan complejo y cambiante, que demanda el mayor cuido en toda la cadena de decisiones pertinentes al emprendimiento de cualquier acometida estratégica. En el caso que nos ocupa, el referéndum consultivo cuya organización se plantea la AN tiene la virtud de permitirle a los factores democráticos retomar la iniciativa. Desde el punto de vista táctico, constituye una movida muy válida en el tablero de ajedrez. Como tal, ella no puede ser analizada aisladamente, sino como parte de una continuidad dentro del proceso secuencial de toma de decisiones frente a las del adversario.
El Régimen, sacado ya del cuadrilátero de la institucionalidad y la legalidad, en su desesperada huida hacia adelante propone una constituyente y le genera todo un marco discursivo para venderla como una opción de paz y diálogo frente a la violencia. Acto seguido, propicia toda la violencia que les permite, apoyados en su hegemonía comunicacional, tratar de imprimirle verosimilitud a su mil millones de veces reiterada tesis principal: constituyente vs guerra civil. No creo que la mayoría del pueblo se la haya comprado. Han perdido credibilidad. Pero una cosa es cierta, han logrado distraer a los actores políticos del tema que debiera ser principalísimo: ¡la CRISIS! Y todo pareciera girar ahora alrededor del debate sobre su constituyente. Discursivamente: una vez más se salieron con la suya imponiendo la agenda del debate político nacional.
Esta verdad no puede ser subestimada. Ha generado preocupación hacia el interior de la MUD. Algunos factores allí adentro han planteado, muy a sotto voce, si no habría sido conveniente salirle al paso a la iniciativa del Régimen con una contrapropuesta. Un “sí a la constituyente pero no así”. Lo cual no deja de tener su lógica si miramos hacia atrás. Recordemos que la oposición institucional habló de cuatro opciones para la salida del Régimen: renuncia; enmienda constitucional; referéndum revocatorio y constituyente. No se quiso en aquel momento agotar la discusión en aras de decantar las opciones verdaderamente válidas y se prefirió complacer peticiones. Si la opción constituyente se hubiese discutido en esa oportunidad hasta sus tuétanos, se habría descartado. Una constituyente auténtica, legítima, no puede ser planteada para sacar del juego político a unos en beneficio de otros. Cualquier experto internacional en constitucionalismo nos diría que una constituyente debe, como proceso, emerger de un clima nacional de serenidad y convicción consensuada de la necesidad de cambiar el gran pacto social para la convivencia ciudadana. Muy contrario al enrarecido clima que por años hemos vivido en Venezuela. Esta verdad de Perogrullo también la reconoce la mayoría de nuestros constitucionalistas nacionales. Pero, en aras de no herir susceptibilidades, la movida fue dejar la opción constituyentista como una de las cuatro vías. Y digo movida para endilgarle la connotación de ser una jugada que se ejecutó de esa manera en el pasado, asociándola al metafórico tablero de ajedrez donde se despliegan las acciones.
Dicho lo anterior, no debe extrañar que el Régimen sacara un nuevo conejo de su tragimágico sombrero: ¿No querían constituyente? Pues bien, aquí tenemos nuestra propuesta, vamos a sentarnos a discutir. Lo cual no deja de ser un score válido que se anotó el Régimen, en el sentido de aportarle algo de credibilidad a su propuesta, -al menos ante el pueblo madurista y ciertos ámbitos extra nacionales-. He sido testigo de intensos debates en algunos chats y reuniones no virtuales de por qué no se le tomaba la palabra al Régimen para, teniendo la mayoría, usar, y hasta abusar añadiría yo, de la opción constituyente como una vía expedita para salir del Régimen. Debates coloreados de mucha ingenuidad en mi opinión, porque nadie, en su sano juicio, podría llegar a pensar que ellos, sentados en su tan acariciada mesa de diálogo, iban a acceder a hacer otra cosa que no fuera una constituyente cortada a la justa medida de sus necesidades. Tal cual como la que se han atrevido a presentarle al país.
Adicionalmente, el sentarse a discutir con una contrapropuesta de constituyente en mano, significaba recrear una mesa de diálogo y negociación. Después del incumplimiento del Régimen de los compromisos convenidos en el fallido Diálogo I y las nefastas consecuencias que de él se derivaron, el costo político para quienes asomaran la tesis política de tomarle la palabra al Régimen iba a ser inmenso. Así que la preocupación y la desazón –una especie de complejo- que les generaba la audaz jugada del Régimen a algunos factores ubicables en la torre de Babel intraMUD no pasó de ser un casi inaudible murmullo. Pero eran reales y gravitaban en la creación de un ánimo dubitativo en el accionar opositor. La decisión de la AN encierra todas esas dudas en un cajón clausurado, preserva la Unidad –extremadamente importante- y abre nuevos horizontes para la lucha.
Todos estos intríngulis que he relatado, muy posiblemente eran desconocidos para quienes se han abalanzado rabiosamente en contra de la decisión de la AN. Ojalá, este texto pueda servir para una mejor comprensión de la jugada. Frente a la audacia del Régimen, la sagacidad de los factores democráticos. Sí, es una movida sagaz, nos resuelve un problema que nos había creado una errada jugada anterior. Pero más allá del valor táctico estratégico, lo acordado por la Asamblea Nacional se encuadra, perfectamente, en el marco de sus competencias porque de lo que se trata es de garantizarle el derecho del pueblo a decidir. No se puede desconocer la realidad que Maduro avanza, aparentemente, imparable hacia la realización de su constituyente. No es admisible pretender ignorar esa realidad, hay que combatirla. ¿Cuál dardo puede ser más certero que el que apunta hacia la principal causa de deslegitimación de ese proceso fraudulento cual es la prescindencia de la consulta popular?
Por otra parte, nadie ha hablado de abandonar la calle. Todo lo contrario, la decisión de la AN aporta un renovado contenido político a la “Calle”: el refrescamiento de los objetivos por los qué luchar. Basta con escuchar el audio de Cipriano Heredia –les animo a que lo busquen en las redes sociales-, para visualizar el prediseño de un proceso que le da forma y sentido político al esquivo 350 de la Constitución. ¿Cómo se come eso? –han preguntado algunos-. Pues bien, con el pueblo en la calle, protegido y cobijado en el contexto de una gran marcha nacional sostenida hasta que todos podamos votar si queremos cambio de la Constitución o si queremos cambio de Gobierno.
Son esas dos preguntas las que se han preasomado. Ya existe una densa discusión sobre la primera pregunta. No voy a entrar a analizar con detalle los argumentos de esa discusión, ameritaría otro maxi artículo como este. Lo que sí es importante de destacar es que el diseño de las dos preguntas se adapta, fantásticamente, al nuevo “framing” discursivo que propone el Dr. Nelson Acosta Espinoza en su artículo: “Cambiar de Constitución o Cambiar de Gobierno”. ¿Qué quiere el pueblo? ¿Cómo conectamos ese dilema casi existencial a la ¡CRISIS!, tictac tictac tic tac…, que sigue avanzando, sin clemencia, que es el principal factor de vulnerabilidad de este régimen asesino y ellos bien lo saben? A algunos políticos, particularmente a los muy juristas, parece olvidárseles la necesidad de, constantemente, hacer ese ejercicio discursivo de conexión.
Termino invitándolos, para mejores detalles en el último asunto tratado, a leer el referido artículo publicado en el blog del Observatorio Venezolano de las Autonomías (http://autonomiaspoliticas.blogspot.com/2017/05/cambiar-de-constitucion-o-cambiar-de.html ).
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