domingo, 23 de octubre de 2016

EL DERECHO DE LA REBELIÓN



 

“Ante una infamia es vil guardar silencio, y es digno rebelarse y combatirla”.           
Arturo Pérez-Reverte


Manuel Barreto Hernaiz 


Un país hecho añicos, vestido de harapos mugrientos con los cuales trata de tapar lo que le queda de vergüenza y pudor. Un país en escombros, destrozado en su infraestructura y en su moral. Esta peste escarlata diezmó los cimientos de nuestra sociedad sin conmiseración alguna. Ya no es escasez ni carestía, es hambruna y desesperanza. Es basura en las calles pero sobre todo en las mentes de cuantos aún rasguñan el erario. Devastación total, marasmo por doquier.

No queda ninguna institución o estamento del Estado que no haya sido corroída por la corrupción, por la inexperiencia, por la desidia y la incapacidad de estos seres amorales que como hordas de Atila, o como los soldados cosacos de Vasily Volsky tomaron a Berlín, así por asalto esta degenerada Nomenklatura Tropical tomó nuestro país…   Para perjuicio de nuestro carajeado  país, quienes fungen de jueces, adeptos al oficialismo, hacen gala de una INDIGNIDAD infinita. Dichos indignos han saltado de inmediato con burdas trapisondas y absurdos ardides a sabiendas de la inmoralidad  implícita en sus criminales  dictámenes. Quedará en su expediente el haber sido los más adulantes y rastreros funcionarios que haya parido esta tierra. Pero…acaso con eso de  “ya es un caliche” ¿se puede ocultar todo el daño irreparable que se le ha hecho a TODA la sociedad?  

Este comportamiento AMORAL ha creado un panorama desolador en nuestro país….Este régimen ha cambiado las normas y las leyes, se ha burlado de una ciudadanía mayoritaria que tan solo espera cumplir con la cívica herramienta que le otorga su Constitución – el Referéndum Revocatorio- para rescatar lo poco que queda de su país…Ahora se puede hablar, con toda propiedad, de un Estado forajido.

Pero este régimen desgraciado prefirió darle una patada a la lámpara, y el combustible que de ella se derrama, es el que encenderá la viva llama de la libertaria rebelión; pues frente a las dictaduras el correcto ciudadano tiene el supremo derecho de la rebelión.

La rebelión es un acto de conciencia que comienza por uno mismo, mediante una convicción muy personal y con un verdadero  compromiso  ante la opresión. Para que sea popular, masiva, se necesita que muchos yo, muchos tú, muchos ella y él, muchos nosotros, nos sumemos y nos rebelemos. Los rebeldes no violentos, no utilizan armas de guerras, creen en la vida, en la libertad, usan la imaginación y la conciencia para derrocar dictaduras. La rebelión es una de las dimensiones esenciales de los hombres en pos de su libertad, y hoy es  nuestra ineludible realidad histórica.

El hombre rebelde es el que asume verdaderamente su condición personal y combate para despertar, o ayudar a despertar, a los otros hombres. Hay que reconocer que esta es la condición de cualquier rebeldía. Lo importante será saber en nombre de qué se rebela uno.

¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no, anotaba Albert Camus en su obra “El Hombre Rebelde”; la rebelión desempeña el mismo papel que el “cogito” en el orden del pensamiento. Nos narraba Fernando Mires: Cuando las multitudes de 1989 desafiando a guardias armados asaltaron el muro de Berlín no pensaban en crear un orden histórico superior. Simplemente saltaron el muro obedeciendo al impulso corporal de quienes quieren entrar en el espacio común que por derecho pre-constitucional les pertenece, en este caso la nación común.

Esa es la diferencia con la revolución cuyos actos son siempre pre-meditados. Eso significa también: mientras una revolución convierte a un sujeto en un objeto, la rebelión convierte al objeto en un sujeto. Razón por la cual, mientras en algunas rebeliones hay muertos, las revoluciones convierten a la muerte en un sistema. En la rebelión la muerte del otro es consecuencia de un acto no pensado. En la revolución en cambio, se trata de homicidios sistemáticos; de asesinatos deliberados

Y eso es cuanto conforma hoy el sentir noble, comprometido y resuelto de cientos de miles de ciudadanos que ahora, con firmeza y altivez, dicen NO, pues ya basta de continuar viviendo ese absurdo enfrentamiento, mediante el cual, de manera lacerante, irresponsable e incalificable, este régimen se ha empeñado en ahondar en la división y en la hostilidad entre los venezolanos. 

La rebelión vendrá de ese ciudadano mal llamado “soberano” que se cansó de ser súbdito, y pudo despertarse de tan absurdo letargo, y con soberana arrechera entiende que resulta más saludable un gobierno que dé trabajo a los pobres, que uno que les mantenga con dádivas, promesas... ¡y pasando trabajo!, pues no es cierto que somos un pueblo “bachaquero”.

La rebelión vendrá de esa  mayoritaria ciudadanía sana pero confundida, tal vez ignorante pero no estúpida, ingenua pero no idiota, que se ha  desengañado de tanta demagogia barata, y se desilusionó de las vanas promesas de este régimen arbitrario y sinvergüenza.

La rebeldía que hoy dice NO es la que observamos en cientos de miles de jóvenes a quienes les ha tocado su momento histórico, y que han tomado conciencia de que la responsabilidad de la solución de los problemas del país está en sus manos, y ya no la pueden eludir, ni obviándola, ni buscando quien la asuma por ellos.  

Esa rebelión que vendrá ya se aparece  para decir NO a la hambruna ocasionada no por una guerra económica sino por una economía de guerra originada por la corrupción, la negligencia, la incapacidad y la ruindad de un sistema perverso que ya está agonizando, pero aún aspira a que se dé la retirada de la tierra arrasada.   

La rebelión que vendrá será la de cientos de miles de ciudadanos indignados por tantas burlas, insultos y la prepotencia de un régimen que destrozó el sistema de salud y ahora ve con desdén e indiferencia como la mortalidad infantil retrocedió 70 años. La rebelión que vendrá será para restituir la luz, la de la energía eléctrica, pero sobre toda, la que iluminará, y dará el resplandor que se merece una Nación que ya no soporta tanta mentira, tanta injusticia y tanta penumbra.

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