sábado, 4 de junio de 2016

Mires +1M Carlotas Flores



                                                                                                                                 Asdrúbal Romero M. 
La crisis actual era perfectamente predecible. Pero una cosa era pronosticarla en el aséptico ambiente de un salón de estudio, revisando textos clásicos sobre análisis dinámico y control de sistemas, y otra muy distinta es ser un testigo, casi impotente, del inclemente y furioso daño que ya está perpetrando en contra de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Como si fuese un poderoso terremoto  u otro fenómeno natural, destila su mayor saña en contra de los más vulnerables. Su signo es la aceleración, no puede ser otro, por lo que su efecto devastador se extenderá. Viene por todos, incluso por los que ahora no se sienten lo suficientemente amenazados.

Participé en la misma reunión del Tren, sobre la crisis alimentaria, a la que el Dr. Nelson Acosta hizo referencia en su artículo: ¡En octubre: revoca el hambre! (http://autonomiaspoliticas.blogspot.com/2016/05/en-octubre-revoca-el-hambre.html). La mejor descripción de lo que ya está ocurriendo, la aportó una veterana luchadora social del Sur que fue invitada al conversatorio. Con extremada sencillez pero, al mismo tiempo, contundente y  fluida elocuencia. Sentimos que no le era necesario elucubrar nada, simplemente dejar que su cerebro descargara como en un cauce natural el drama de sus vivencias en estos tiempos tormentosos.  Jóvenes madres entregando a sus niños a quien se los quiera criar porque ellas ya no pueden. Cada día son más los niños que no son enviados a las escuelas. Un programa de alimentación escolar (PAE) absolutamente desnaturalizado: sin proteínas, ni huevos, ni otros componentes nutricionales propios de una dieta equilibrada que tampoco van a consumir en sus hogares. Todos los días lo mismo: unas bolitas de harina rendidas con la masa de algún tubérculo todavía asequible; arroz con frijoles y poco más. Niños en las escuelas que lloran por hambre. Niños que comienzan a mostrar alarmantes signos de desnutrición. Padres y madres que dejan de comer para poder medio alimentar a sus proles. Algunos ya convertidos en zombis por la impotencia. ¡Deshumanización!

Mi corazón encogido. Rabia. La sensación de que todo lo que pudimos haber imaginado sobre la crisis, en nuestro laboratorio de pronósticos, queda como un gélido gel aplastado frente a la rudeza con la que nos golpea la cruda realidad de su concreción. Qué apabullante diferencia entre ese sobrecogedor drama y las frías curvas exponenciales que he simulado en MatLab –un software matemático-, para ilustrar, en algún otro conversatorio, que tarde o temprano arribaríamos al codo de arreciamiento de la dinámica de inestabilidad. Ya estamos en él. ¡De ahora en adelante todo será como un tornado!

¡Qué apabullante diferencia entre ese sobrecogedor drama y el discurso prevaleciente a estas alturas en la comunicación política opositora! Con mucha razón, intervino la periodista Maleisi Nuñez para señalar la necesidad de incorporar los relatos del drama social, testimonios como el de nuestra invitada, a la campaña comunicacional de los sectores democráticos. Recordé la cuña del “¿Es esto correcto?” (campaña presidencial de Luis Herrera en 1978, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=eJxbNszKygc). Ahora dispondríamos de millones de Carlotas Flores con un relato infinitamente más desgarrador.

¿Por qué me atrevo a contrastar el planteamiento central del discurso opositor con la tragedia social que estamos viviendo? Aunque desde un principio se plantearon cuatro rutas alternativas para promover el necesario cambio de gobierno: 1) Renuncia 2) Enmienda Constitucional 3) Referéndum Revocatorio (RR) y 4) Constituyente, es evidente que la opción que prevaleció fue la tercera. Todas las marchas y eventos políticos que se convocan son para luchar por la realización del RR este año. La campaña comunicacional gira alrededor de él.

Debo reconocer que nunca he creído en el RR como un fin en sí mismo. Obligado a ser consistente con mis pronósticos, corriendo el riesgo de ser acusado de obstinante terquedad: estoy seguro que la acelerada dinámica con la que se desarrollará la crisis, no permitirá el lapso de tiempo suficiente como para que lleguemos a su realización. Ni aun en octubre. Antes explotará en plena efervescencia la crisis humanitaria y tendrán que actuar otros mecanismos de protección de la supervivencia social. Ahora bien, me han convencido, o quizás me he dejado convencer, que el RR sí es una alternativa válida como medio de lucha.

Debe rendirse uno ante la sapiencia política de analistas como Fernando Mires. Lo cito: “El revocatorio, por su propia naturaleza, opera como un catalizador del descontento popular. Eso significa que el revocatorio no solo es un objetivo sino también un medio de lucha. Un eje. En torno a ese eje son y serán articuladas múltiples demandas sociales y políticas” –de su artículo “VENEZUELA, ¿EL COMIENZO DE LA LUCHA FINAL?” en http://polisfmires.blogspot.com/2016/05/fernando-mires-venezuela-el-comienzo-de.html -. Reivindico la última afirmación contenida en la cita: el RR como instrumento de articulación de las múltiples demandas políticas y sociales. Muy correcto esto, pero hay que diseñar un relato político que lo articule con la tragedia social que ya está furiosamente pateando por nuestros predios y comunicarlo eficazmente. Y, no sé, tengo mis dudas de que ello se esté haciendo con la calidad e intensidad requerida.

De estas dudas, me surgió de manera muy natural una pregunta hacia nuestra invitada: ¿Cómo está valorando la gente en las zonas donde llevas a cabo tu labor la propuesta del RR? La respuesta: “Quieren salir de esto ya; al RR lo ven como algo muy lejano; no está calando”. Interesante. Ese pueblo, la mayoría electoral, salió a votar el 6D con una visión muy simplificada del nudo gordiano al cual nos enfrentamos. Votó por la MUD como un medio, no por apego a las múltiples banderas políticas que la integran. ¿Un medio para qué? Para salir de Maduro y todo lo que él y su entorno significan, para cambiar su realidad abruptamente empobrecida.

Del 6D hacia acá, la crisis se ha acentuado varios órdenes de magnitud. Y de aquí a octubre, siendo optimista con lo de la fecha de más pronta realización,  se acentuará a mayor velocidad. Si ya la realidad es dantesca como la describió “La Mami” -no dudo de su narración porque la sentí auténtica y además dispongo de múltiples canales de información concordantes-, ese pueblo se encontrará sumergido en una muy profunda situación de desesperanza.  Deberían, entonces, los “señores de la oposición” –casi cito al Académico Elías Pino Iturrieta- auscultar, exhaustivamente, la posibilidad de una respuesta sorpresiva de ese pueblo, “partiendo de una situación que no merece”. No me atrevo a asegurar que el tipo de sorpresas en las que el prestigioso autor piensa – en su artículo “¿Gloria al nuevo pueblo?” (http://www.el-nacional.com/elias_pino_iturrieta/Gloria-nuevo-pueblo_0_854914597.html )- sean las mismas en las que yo estoy pensando cuando percibo un discurso centrado en la convocatoria a una nueva cita electoral.

Hay que afinar la auscultación. Hay que modificar la comunicación política. Ponerla en sintonía con la crisis y plasmar su urgencia. Temo que no vamos bien. Quizás sólo sea eso: un temor, que me hace lucir ante otros como un ser empecinado y radical. Pero cada día me convenzo más que el tiempo de la política no es necesariamente el tiempo del pueblo –una frase feliz de mis amigos del IFEDEC Carabobo-. Tampoco el tiempo de la Diplomacia –situación OEA-. El tempo de políticos y diplomáticos está absolutamente desfasado con relación al de esta sinfonía infernal que ya avanza en su movimiento “prestissimo”.

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