Asdrúbal Romero M.
La crisis actual era perfectamente
predecible. Pero una cosa era pronosticarla en el aséptico ambiente de un salón
de estudio, revisando textos clásicos sobre análisis dinámico y control de
sistemas, y otra muy distinta es ser un testigo, casi impotente, del inclemente
y furioso daño que ya está perpetrando en contra de la inmensa mayoría de
nuestros compatriotas. Como si fuese un poderoso terremoto u otro fenómeno natural, destila su mayor
saña en contra de los más vulnerables. Su signo es la aceleración, no puede ser
otro, por lo que su efecto devastador se extenderá. Viene por todos, incluso
por los que ahora no se sienten lo suficientemente amenazados.
Participé en la misma reunión del Tren,
sobre la crisis alimentaria, a la que el Dr. Nelson Acosta hizo referencia en
su artículo: ¡En octubre: revoca el hambre! (http://autonomiaspoliticas.blogspot.com/2016/05/en-octubre-revoca-el-hambre.html).
La mejor descripción de lo que ya está ocurriendo, la aportó una veterana
luchadora social del Sur que fue invitada al conversatorio. Con extremada
sencillez pero, al mismo tiempo, contundente y
fluida elocuencia. Sentimos que no le era necesario elucubrar nada,
simplemente dejar que su cerebro descargara como en un cauce natural el drama
de sus vivencias en estos tiempos tormentosos. Jóvenes madres entregando a sus niños a quien
se los quiera criar porque ellas ya no pueden. Cada día son más los niños que
no son enviados a las escuelas. Un programa de alimentación escolar (PAE)
absolutamente desnaturalizado: sin proteínas, ni huevos, ni otros componentes
nutricionales propios de una dieta equilibrada que tampoco van a consumir en
sus hogares. Todos los días lo mismo: unas bolitas de harina rendidas con la
masa de algún tubérculo todavía asequible; arroz con frijoles y poco más. Niños
en las escuelas que lloran por hambre. Niños que comienzan a mostrar alarmantes
signos de desnutrición. Padres y madres que dejan de comer para poder medio
alimentar a sus proles. Algunos ya convertidos en zombis por la impotencia. ¡Deshumanización!
Mi corazón encogido. Rabia. La sensación de
que todo lo que pudimos haber imaginado sobre la crisis, en nuestro laboratorio
de pronósticos, queda como un gélido gel aplastado frente a la rudeza con la
que nos golpea la cruda realidad de su concreción. Qué apabullante diferencia
entre ese sobrecogedor drama y las frías curvas exponenciales que he simulado
en MatLab –un software matemático-, para ilustrar, en algún otro conversatorio,
que tarde o temprano arribaríamos al codo de arreciamiento de la dinámica de
inestabilidad. Ya estamos en él. ¡De ahora en adelante todo será como un
tornado!
¡Qué apabullante diferencia entre ese
sobrecogedor drama y el discurso prevaleciente a estas alturas en la
comunicación política opositora! Con mucha razón, intervino la periodista Maleisi
Nuñez para señalar la necesidad de incorporar los relatos del drama social,
testimonios como el de nuestra invitada, a la campaña comunicacional de los
sectores democráticos. Recordé la cuña del “¿Es esto correcto?” (campaña
presidencial de Luis Herrera en 1978, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=eJxbNszKygc).
Ahora dispondríamos de millones de Carlotas Flores con un relato infinitamente
más desgarrador.
¿Por qué me atrevo a contrastar el
planteamiento central del discurso opositor con la tragedia social que estamos
viviendo? Aunque desde un principio se plantearon cuatro rutas alternativas
para promover el necesario cambio de gobierno: 1) Renuncia 2) Enmienda
Constitucional 3) Referéndum Revocatorio (RR) y 4) Constituyente, es evidente
que la opción que prevaleció fue la tercera. Todas las marchas y eventos
políticos que se convocan son para luchar por la realización del RR este año. La
campaña comunicacional gira alrededor de él.
Debo reconocer que nunca he creído en el RR
como un fin en sí mismo. Obligado a ser consistente con mis pronósticos,
corriendo el riesgo de ser acusado de obstinante terquedad: estoy seguro que la
acelerada dinámica con la que se desarrollará la crisis, no permitirá el lapso
de tiempo suficiente como para que lleguemos a su realización. Ni aun en
octubre. Antes explotará en plena efervescencia la crisis humanitaria y tendrán
que actuar otros mecanismos de protección de la supervivencia social. Ahora
bien, me han convencido, o quizás me he dejado convencer, que el RR sí es una
alternativa válida como medio de lucha.
Debe rendirse uno ante la sapiencia
política de analistas como Fernando Mires. Lo cito: “El revocatorio, por su
propia naturaleza, opera como un catalizador del descontento popular. Eso
significa que el revocatorio no solo es un objetivo sino también un medio de
lucha. Un eje. En torno a ese eje son y serán articuladas múltiples demandas
sociales y políticas” –de su artículo “VENEZUELA, ¿EL COMIENZO DE LA LUCHA
FINAL?” en http://polisfmires.blogspot.com/2016/05/fernando-mires-venezuela-el-comienzo-de.html
-. Reivindico la última afirmación contenida en la cita: el RR como instrumento
de articulación de las múltiples demandas políticas y sociales. Muy correcto
esto, pero hay que diseñar un relato político que lo articule con la tragedia
social que ya está furiosamente pateando por nuestros predios y comunicarlo
eficazmente. Y, no sé, tengo mis dudas de que ello se esté haciendo con la
calidad e intensidad requerida.
De estas dudas, me surgió de manera muy
natural una pregunta hacia nuestra invitada: ¿Cómo está valorando la gente en
las zonas donde llevas a cabo tu labor la propuesta del RR? La respuesta: “Quieren
salir de esto ya; al RR lo ven como algo muy lejano; no está calando”.
Interesante. Ese pueblo, la mayoría electoral, salió a votar el 6D con una visión
muy simplificada del nudo gordiano al cual nos enfrentamos. Votó por la MUD
como un medio, no por apego a las múltiples banderas políticas que la integran.
¿Un medio para qué? Para salir de Maduro y todo lo que él y su entorno
significan, para cambiar su realidad abruptamente empobrecida.
Del 6D hacia acá, la crisis se ha acentuado
varios órdenes de magnitud. Y de aquí a octubre, siendo optimista con lo de la
fecha de más pronta realización, se
acentuará a mayor velocidad. Si ya la realidad es dantesca como la describió
“La Mami” -no dudo de su narración porque la sentí auténtica y además dispongo
de múltiples canales de información concordantes-, ese pueblo se encontrará
sumergido en una muy profunda situación de desesperanza. Deberían, entonces, los “señores de la
oposición” –casi cito al Académico Elías Pino Iturrieta- auscultar,
exhaustivamente, la posibilidad de una respuesta sorpresiva de ese pueblo,
“partiendo de una situación que no merece”. No me atrevo a asegurar que el tipo
de sorpresas en las que el prestigioso autor piensa – en su artículo “¿Gloria
al nuevo pueblo?” (http://www.el-nacional.com/elias_pino_iturrieta/Gloria-nuevo-pueblo_0_854914597.html
)- sean las mismas en las que yo estoy pensando cuando percibo un discurso
centrado en la convocatoria a una nueva cita electoral.
Hay que afinar la auscultación. Hay que
modificar la comunicación política. Ponerla en sintonía con la crisis y plasmar
su urgencia. Temo que no vamos bien. Quizás sólo sea eso: un temor, que me hace
lucir ante otros como un ser empecinado y radical. Pero cada día me convenzo
más que el tiempo de la política no es necesariamente el tiempo del pueblo –una
frase feliz de mis amigos del IFEDEC Carabobo-. Tampoco el tiempo de la
Diplomacia –situación OEA-. El tempo
de políticos y diplomáticos está absolutamente desfasado con relación al de
esta sinfonía infernal que ya avanza en su movimiento “prestissimo”.
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