Humberto García Larralde,
El viernes 3 de junio, luego de las protestas por falta de comida del día anterior, Caracas amaneció tomada por los militares, muestra de que la permanencia de Maduro en el poder mientras viola la constitución y las leyes de la República descansa hoy sobre el poder de las bayonetas. Su decreto de emergencia, el Estado de Excepción, su acoso al poder legislativo, el atropello a los derechos ciudadanos, su negativa cruel a admitir la ayuda internacional para paliar la crisis humanitaria desatada por sus políticas, la represión despiadada de la protesta y tantas otras manifestaciones de irrespeto al ordenamiento jurídico que debe proteger al venezolano ante los abusos del poder estatal, solo son apoyadas por una reducida secta de fanáticos. Estas acciones forajidas carecen de legitimidad y cultivan un rechazo cada vez mayor de la población. Igualmente, han alienado el respaldo externo que había logrado Chávez. Aun así, Maduro se atrinchera en contra los mecanismos democráticos, constitucionales, que abrirían posibilidades de solución a la gravísima situación actual y que permitirían reconciliar a los venezolanos.
En resguardo de la oligarquía que viene expoliando al país al amparo de la destrucción institucional que urdió el “Socialismo del Siglo XXI”, Maduro se ha preparado para la guerra. El fascismo no entiende otra manera de “hacer política”. De ahí la confrontación maniquea, alimentada por odios y por la repetición incesante de falsedades buscando hacerlas “verdades”, los insultos, la provocación y la violencia, para precipitar la conflagración final que limpiaría a la sociedad de una vez por todas de los “malos” que se oponen al control absoluto de quienes comandan la “revolución”. El diálogo no tiene cabida en tal arsenal.
En este afán dictatorial, sin apoyo popular, es crucial el apoyo o al menos la neutralidad de la Fuerza Armada. Entre los pocos éxitos del chavismo está la “legitimación” de la tendencia inherente del militar latinoamericano a ocupar el poder. Primero, porque proyectó al sector castrense como heredero del Ejército Libertador, garante de la soberanía y la justicia, gracias a la hábil propaganda de Chávez. El “eterno” les limpió la cara, desmontando las aprensiones existentes respecto al tutelaje militar sobre la sociedad. Los simbolizó en su retórica como defensores “del pueblo”, lo cual obró como bálsamo para la conciencia de un gorilaje que no tolera el libre albedrío de los civiles. Luego, sobre todo bajo la presidencia de Maduro, ha convertido a ciertos estamentos de la oficialidad, partícipes –cómplices- abiertos del régimen de expoliación instaurado. Para ello creó la empresa Camimpeg, para que éstos pudiesen negociar su tajada en la explotación del Arco Minero del Orinoco -en subasta ante las empresas transnacionales- y, quien sabe, en la explotación de proyectos petroleros. A ello se añade el Banco de la Fanb (Banfanb); Empresa Agropecuaria de la Fanb (Agrofanb); Empresa Militar de Transporte (Emiltra); Empresa Sistemas de Comunicaciones de la Fanb (Emcofanb); Televisión Digital de la Fanb (TVFanb); Fondo de Inversión Negro Primero (Fimnp); Constructora de la Fanb (Construfanb)[1] y otras más. Más allá, se hace la vista gorda ante las lucrativas oportunidades que abre el “custodio” de la frontera. Asimismo, es notorio el amparo dado a generales denunciados por organismos policiales foráneos como factores del tráfico internacional de drogas, “revolucionarios” víctimas del acoso imperialista según el discurso oficial. Se buscó corromper a ese sector de la FAN, atando sus apetencias con el destino del gobierno de Maduro y convirtiéndolo en socio en la depredación del país. Es el esquema cubano, en el que el Grupo de Administración Empresarial, S.A. (GAESA) coloca bajo el control del MinFAR y de la alta oficialidad, los entes más importantes, financieramente hablando, de la economía de ese país.
Pero confiar su suerte exclusivamente en los militares es una apuesta riesgosa para Maduro. Lo coloca en una situación precaria, de gran vulnerabilidad, a medida que se agudizan los problemas de hambre y se incrementa el rechazo popular a su gestión. Debajo de quienes Maduro ha convertido en cómplice de sus desmanes, hay un extendido sector de la oficialidad que tiene esposa, hijos y amigos, que padecen igual de las penurias de sus compatriotas civiles, y que votaron mayoritariamente por una Asamblea Nacional autónoma que rescatara el ejercicio democrático. La tropa debe lidiar con una situación aun más comprometida.
¿Hasta dónde los militares se calarán el rol de esbirros, de represores de quienes pueden ser sus familiares o amigos? Porque ahora no se trata de reprimir a unos “burgueses explotadores” sifrinos, ¡es echarle plomo al “pueblo” del que tanto han sido señalados como sus campeones en la retórica bolivariana. Y es difícil tragarse aquello de que solo es “pueblo” el que apoya la “revolución”, así sea éste una ínfima minoría. Depender de la alianza con las bandas fascistas de “colectivos” para reprimir despiadadamente a la población también encuentra resistencia. Quizás siga funcionando con algunos estamentos de la Guardia Nacional pero, más allá, quien sabe. Pregúntenle a Rodríguez Torres.
Desde luego, las marramucias leguleyas de un tsj abyecto, buscando darle un barniz “legal” a los atropellos del fascismo, confunden. Muy pocos de estos oficiales serán expertos en derecho constitucional para poner en juego su posición –y posiblemente su vida- por exigir que se respete la constitución y los derechos democráticos de los venezolanos. Pero no hace falta un pronunciamiento militar. Lo que se le debe exigir a la Fuerza Armada es que, así como fue factor importante en el reconocimiento de los resultados electorales de diciembre pasado, también lo sea en el fluir de los mecanismos constitucionales previstos para que los venezolanos expresen su voluntad mayoritaria sobre cómo salir de la crisis. Se trata de asegurar que se cumpla el proceso que dará lugar al revocatorio del peor gobierno del que se tiene historia en este país, libre de violencia y retaliaciones. Y este mensaje debe quedar bien claro para las cómplices femeninas de Maduro en el CNE.
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