sábado, 25 de junio de 2016

Abrir o derribar las puertas del cambio




Nelson Acosta Espinoza

Bien, amigos lectores, creo que una frase puede sintetizar la jornada  de validación de firmas que finalizó esta semana: coraje cívico. La población demostró su solidez democrática y coraje cívico al imponer, por encima de numerosos obstáculos, su disposición de revocar  este régimen político responsable de la destrucción del país. Al día de hoy ya se han recogido, en cada uno de los estados del país, más de 1% necesario para pasar a una nueva fase en el camino conducente a la celebración de referéndum revocatorio.


El gobierno con la complicidad del Consejo Nacional Electoral plantaron innumerables trabas a este proceso. Por ejemplo, distribución inequitativa e insuficientes de los lugares en los que se podía revalidar las firmas, presiones a través de declaraciones públicas de funcionarios del Estado alertando que no habría revocatorio en este año. En fin, toda una campaña encabezada por el Presidente Maduro destinada a desmovilizar y desmoralizar a la población. Los resultados de esta consulta, sin embargo,  mostraron la disposición del colectivo de salir de este régimen y su rechazo al denominado socialismo del siglo XXI.


A la luz de este nuevo episodio político parece útil hacer algunas reflexiones. La primera que me viene a mi mente es sobre la solidez de nuestra cultura democrática. Puede parecer desacertada esta apreciación. Después de todo, los venezolanos votaron en diversos procesos por el régimen actual. Lo cual es absolutamente cierto. Sobre el tema se ha derramado bastante tinta. Sin embargo, esbozaré una breve explicación.


En general, hay coincidencia en atribuir parte de la responsabilidad por la emergencia del chavismo a la crisis terminal que fustigó a la dirigencia política de la IV república y  al agotamiento del proyecto democrático inaugurado en el año 1958. En síntesis, se podría señalar que no hubo una renovación de los ya agotados discursos y prácticas políticas. La responsabilidad, entonces, es atribuible a la “casta” que ejercía la dirección política y cultural de la sociedad venezolana en esos años. De hecho, la población expresó en diversas ocasiones su malestar. Síntomas, hay que recalcarlo,  que no fueron procesados debidamente por el estamento político de la época.


Ahora bien, ¿porque predico sobre la permanencia de nuestra cultura ciudadana o democrática? Bien, la respuesta es obvia. La población, a todo evento, salió a cumplir con un deber ciudadano. Las predicas anti democráticas del gobierno no amilanaron este espíritu cívico formado a lo largo  del ejercicio democrático pasado. Después de todo, los parámetros básicos de esta cultura están presentes y la crisis los ha estimulado en la dirección apropiada.


Sin embargo, parece pertinente elevar una alerta. Este espíritu ciudadano no pertenece a ningún grupo político en particular. Se encuentra ahí. Materia prima para ser procesada por nuevas narrativas que marquen distancias con las que prevalecieron en la IV y V república.


Lo que intento señalar o alertar es sobre los peligros restauradores. La reposición de lo ya vivido. La idea gatopardiana de, “cambiar para que todo siga igual”, es un riesgo que está presente y, de no ser combatido apropiadamente, pudieran conducir al país hacia una nueva frustración histórica.


No tengo la menor duda que un nuevo país está tocando las puertas. En la semana que acaba de culminar sus golpes retumbaron a lo largo de toda nuestra geografía. Ojala sean interpretados correctamente y se comience a trazar el camino hacia la conformación de un nuevo país.


En fin, la disyuntiva que enfrentamos los ciudadanos, a mi manera de ver, es simple: o se abren las compuertas del cambio  o éstas serán derribadas. Y, el pasado evento de confirmación de firmas, demostró la existencia del coraje ciudadano necesario para acometer cualquiera de estas dos opciones.


No tengo la menor duda que la política, hoy día,  es así.

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