sábado, 9 de abril de 2016

“Hay que freír en aceite hirviente las cabezas de los adecos”.



https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhI2B5XFgN09pPc0iHRgR-kM9v3aExXxTgs-meJwFbE_tcszcJKXmEzfBjf1-zUB3G2wUXryVquxZ8MtT3B1r91Lxj2rPQeWnL-3QaHk4GArIi7hZSQc5LTZdQ0bLVkHn9OJp3P9ettwho/s400/2007-05-30-sl--protesta_venezuela_-_74352452.jpg
Nelson Acosta Espinoza
“Hay que freír en aceite hirviente las cabezas de los adecos”. Frase dura y violenta. Sin embargo, sirvió a los propósitos políticos del líder emergente en aquellos momentos de nuestra historia pasada: Hugo Rafael Chávez.


Bien, sin lugar a dudas, el amigo lector merece una explicación. No vaya a pensar que estoy proponiendo que se ponga en práctica lo que literalmente se señala en esa oración. Dios, NO. Acción Democrática es un pilar fundamental de la historia y democracia en nuestro país. Lo que intento recalcar o ilustrar a través de esta expresión, es un principio que orienta  toda comunicación política: es indispensable condensar en una o varias locuciones la diversidad de los sufrimientos existentes en un momento dado en una sociedad y, señalar, el culpable de tales padecimientos. Me voy a permitir ilustrar lo anterior con un ejemplo sacado de la experiencia revolucionaria rusa. Paz,  pan y tierra. Con esta consigna, pronunciada a su llegada a Petrogrado, Lenin resumió en forma sencilla los principales problemas que afectaban a las masas humildes de rusos e identifico los principales responsables de estas tres calamidades: gobierno, fuerzas zaristas y terratenientes. Y, así, dio inicio a la revolución rusa.


Chávez, por su parte, con la frase con la que iniciamos este breve escrito estaba identificando a su adversario y haciéndolo responsable de la situación de deterioro económico y social que padecían los venezolanos en aquellos años. Inició la construcción de un relato que se diferenciaba del que había sido hegemónico durante la etapa democrática. Dejo a un lado los consensos partidistas e inicio un nueva “historia” radicalmente distinta a la que había prevalecido en el pasado. Palabras claves: puntofijismo, escuálidos, apátridas, conflicto, etc.


Hagamos un breve ejercicio de memoria. Para finales de la década de los ochenta lo sustantivo del proyecto democrático estaba agotado. A pesar de las señales (sociales, económicas, culturales y políticas) que anunciaban la necesidad imperiosa de renovar el discurso político la partidocracia se enrosco sobre sí misma colocándose  de espalda a la realidad. En el plano de las ideas, por ejemplo, existía material para elaborar ese nuevo relato político. En especial, lo concerniente con los conceptos asociados al federalismo y la descentralización. Las herramientas teóricas estaban a la mano para iniciar el proceso de radicalización de la democracia. Sin embargo, las elites partidistas de la época no lo entendieron así. Y, dejaron el espacio abierto para el despliegue de la aventura chavista.


Este breve recuento obedece a una preocupación. Observo en la oposición una dificultad para elaborar una narrativa adecuada  a las circunstancias actuales y que sea compartida por los diversos grupos opositores. No se han desarrollado las interpelaciones apropiadas que faciliten la politización de los sectores populares y la empobrecida clase media. Pienso que existe un “déficit” discursivo en las propuestas diseñadas por la MUD. Se observa un exacerbado electoralismo que deja a un lado las ofertas apropiadas a las actuales circunstancias: la crisis más profunda que ha existido en la historia del país.


Ganar elecciones es importante, pero no es suficiente. Hay que “revolucionar” las prácticas políticas. Estas deben romper con las que predominaron en el pasado: las de la IV y V república. Y, así, estarán en capacidad de prefigurar un nuevo horizonte político. Unificar el discurso, identificar las causas de la crisis y el responsable de la misma y traducir estos temas en una única consigna. Me atrevo a señalar que esta es una tarea que no se ha cumplido a cabalidad


Las condiciones objetivas están dadas. El socialismo del siglo XXI ha fracasado. Su propuesta tan solo interpela un pequeño sector de la sociedad. Es el momento para que la vanguardia democrática ofrezca un proyecto para sacar de la pobreza a los sectores populares y la clase media. Pero para alcanzar este objetivo- voy a pecar de reiterativo-  se requiere elaborar una nueva narrativa  que, entre otras cosas, denuncie y rompa con el pasado; encarne a los responsables de la crisis y, a partir de este desgarre, emocione a sus destinatarios. En otras palabras hay que emocionar para convencer. Y, salvo algunas excepciones, los líderes de la MUD no emocionan, por ahora.


El tono de este escrito es crítico. Las circunstancias demandan este ejercicio. Ojala este espíritu prenda en la vanguardia política que hace vida en la MUD.


Sin dudas, la política es así.

No hay comentarios: