sábado, 16 de abril de 2016

Parlamentarismo y electoralismo. ¿Vías para salir de la crisis?

Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, han transcurrido tres meses y medio de este año 2016. Es bueno recordar que el presidente de la Asamblea Nacional puso como lapso 6 meses para lo que denominó como “la salida”. En este periodo, se espera que esta institución formule un método para cambiar el Gobierno por la vía constitucional. Sin embargo, el conflicto entre el poder ejecutivo y el legislativo ha arreciado. Ningunas de las iniciativas legislativas ha podido ejecutarse. Una de las más llamativa y esperada por todos los sectores de la oposición, la ley de amnistía, fue decretada inconstitucional. En otras palabras, el ejecutivo con la complacencia del TSJ, ha neutralizado la totalidad de las decisiones diseñadas por el poder legislativo.

Me voy a permitir hacer una breve evaluación de la conducta política exhibida por la MUD. Desde luego, como toda valoración, la que expondremos no se encuentra exenta de errores o de sobrevaloración de algunas de las opciones hasta ahora planteadas.

Hay dos tendencias presentes en la gestión de la dirección o direcciones políticas de la oposición: parlamentarismo y electoralismo. En el primer caso, la oposición ha desempeñado una excelente labor. Han dejado al descubierto la incapacidad y mediocridad del bloque parlamentario oficialista. Y, han cumplido satisfactoriamente, las promesas hechas a lo largo de la campaña electoral. Pecando de maximalista, añadiría que  ha faltado acompañar esas iniciativas legislativas con acciones de calle. Las agrupaciones políticas que constituyen la MUD, en cierto sentido, han dejado solos a sus parlamentarios. No han respaldado, regional y nacionalmente, a sus representantes con expresiones de solidaridad masivas. Hasta cierto punto, estas direcciones políticas no han podido articular las decisiones legislativas con los sentimientos de rechazo al gobierno presentes en la población. Y, lo que a mi juicio es más importante, no ha podido condesar estas iniciativas en una sola consigna que de un sentido político único a la conducta oposicionista.

Electoralismo. Esta desviación comienza a dibujarse en algunas de las agrupaciones que forman el bando opositor. Me voy a permitir definir esta desviación. No se sorprenda amigo lector. Esta conducta constituye, en las circunstancias actuales, una equivocación. La sobredimensión de esta tendencia pudiera acarrear, por un lado, una subestimación del  gran objetivo nacional (derrotar política y electoralmente al chavismo-madurismo) y, por el otro,  el abandono del análisis de la realidad nacional. Igualmente implicaría, desde luego, concentrar todos los esfuerzos en el diseño y ejecución de una campaña electoral. Bajo el imperativo de este síndrome, las alianzas obedecerían a conveniencias electoralistas desprovistas de significación estratégicas y consideraciones programáticas.

Impedir el despliegue de esta desviación es una tarea política de naturaleza imperativa. De lo contrario, correríamos el riesgo de faltar a la confianza depositada por cientos de miles de venezolanos el 6 de Diciembre. Vamos a estar claro. La población voto contra las políticas empobrecedoras del gobierno a través de la tarjeta de la MUD. No nos equivoquemos. Este respaldo electoral no se transfiere automáticamente a los “nombres” que pelean las candidaturas por las gobernaciones.

Lo que intento señalar es lo siguiente. Las direcciones políticas que conforman la oposición democrática deben asumir las venideras elecciones como un acto de resistencia política. Insisto. Lo electoral, en su conjunto, debería obedecer a un interés de naturaleza superior: derrotar política y electoralmente a este régimen, En ese orden. El particularismo electoral; la sobre dimensión táctica y el apetito personalista no deberían tener cabida en las actuales circunstancias.


Pensar y actuar con grandeza política y en función de los intereses de la población es lo que demanda la coyuntura. Cuidado, no  se equivoquen las direcciones de los partidos políticos. La ciudadanía no lo perdonaría.

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