domingo, 2 de agosto de 2015

“Los revolucionarios son histéricos en busca de un amo”



Nelson Acosta Espinoza
“Los revolucionarios son histéricos en busca de un amo. Y lo tendrán” Frase lacónica del psicoanalista francés Jacques Lacan, a propósito de la revuelta del Mayo Francés del año 1968.

En el país se comprobó empíricamente la certeza de esta aseveración. Una versión de la izquierda, atada a esquemas conceptualmente de finales del siglo XIX, logró encontrar la figura paternal que simbolizaría la totalidad de sus carencias: las afectivas y, desde luego, las políticas.

En un sentido literal el finado Hugo Chávez fue una suerte de “padre” autoritario para este sector político. Su presencia absorbente explica la imposibilidad que confronta esta fracción de la política para avanzar hacia esquemas contemporáneos que les permita enfrentar la grave crisis que azota al país.

A esta interpretación psicoanalítica habría que agregar la discursiva. No solo juega lo inconsciente en la explicación de este fenómeno político. Es necesario incorporar la variable discursiva y cultural. Bien, ¿qué intentamos decir con esta apreciación?

Vamos a ir despacio. Es posible que algunos amigos de la oposición se encuentren retratados en las líneas que siguen. Intentamos, en estos breves comentarios, desarrollar un ensayo de interpretación y alertar sobre la posibilidad de transitar caminos ya trillados en el pasado.

El proyecto chavista, en lo básico, aspiró reciclar  un esquema ya agotado. Me refiero, en el plano económico, al que implantó la democracia. Puede parecer provocadora esta afirmación. Pero lo medular de su propósito, en lo económico, fue renacionalizar lo ya nacionalizado en el periodo democrático. Sus políticas distributivas, igualmente, profundizaron esquemas de esta naturaleza ya ensayadas en la IV República. Son muchas las coincidencias con estrategias experimentadas en el pasado. Creo que la razón de estas concurrencias podemos encontrarlas en el carácter de petro estado que identifica la sociedad venezolana. Esta característica, hace creer que desde el estado, vale decir mediante la administración de la renta petrolera, es posible hacer ejercicios de ingeniería social. Igualmente, poner en práctica un voluntarismo autoritario e intentar modificar la realidad económica, social y cultural del país. Lo irónico del asunto, es que el aumento de la renta petrolera coincide con la crisis política, social y económica de la sociedad venezolana. Sin lugar a dudas, Pérez Alfonso tenía razón al calificar a este producto como “excremento del diablo”.

Existe un rasgo inédito en la experiencia del llamado socialismo del siglo XXI. Me refiero a su lógica discursiva. Dividió la sociedad venezolana en dos polos mutuamente excluyentes. Esta polarización es responsable de las dificultades para producir acuerdos sobre estrategias de interés nacional. Afortunadamente estamos en presencia de un lento proceso de despolarización. Las próximas elecciones parlamentarias mostraran hasta qué punto esta lógica está siendo derrotada. Sectores interpelados en el pasado por el chavismo se espera que expresen su preferencia por los candidatos del bloque democrático.

Sin duda, es posible aseverar que estamos en presencia del final de un ciclo histórico. Los procedimientos políticos del pasado están agotados. El dispositivo simbólico que proporcionó direccionalidad discursiva a nuestra modernidad no suministra respuestas a las nuevas demandas políticas y sociales que se están formulando.

Existe una exigencia para hacer uso de la imaginación política. Atreverse a pensar un nuevo modelo de vida democrática. Este es el reto al que se enfrentan los sectores que militan en el campo democrático. Esperemos que  estén a la altura de este desafío y tengan  el coraje de desprenderse de los viejos hábitos para que puedan ensayar nuevas formas de aproximación a la vida pública.

Ojalá, la política sea así.








No hay comentarios: