Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, la semana que finaliza se ha caracterizado por su carácter noticioso. A los problemas crónicos que enfrentamos los venezolanos: caída abrupta del valor de exportación del petróleo, inmensas colas en los supermercados, escasez de productos básicos, inflación creciente, inseguridad, en fin, deterioro profundo de la calidad de vida, debemos agregarle la situación creada con el vecino país de Colombia.
Pareciera que el rosario de calamidades descritas explica la “huida hacia adelante” que ha realizado el presidente Maduro. Sin lugar a dudas, esta “fuga” forma parte de las medidas que recomienda el manual que guía a los regímenes autoritarios: buscarse un “enemigo” externo para desviar la atención pública sobre los problemas internos e intentar estimular un cierto sentimiento nacionalista que apuntale el deterioro del gobierno.
Es posible identificar algunos rasgos que definen la situación calamitosa a la que intenta enfrentarse el presidente Maduro y, que explica, la irracionalidad presente en el cierre de la frontera y el conflicto con Colombia.
Destaquemos, en primer lugar, el grado de desaprobación que presenta su gestión, Casi la totalidad de los estudios de opinión (Datanálisis, Venebarómetro, Hinterlaces, Ivad) registran una evaluación negativa de la situación que confrontan los venezolanos. Un 86% de los consultados expresan una visión pesimista y negativa del país. Este porcentaje, se puede vincular con un creciente deterioro de la identidad política chavista y partidista. Los estudios mencionados ubican en tan solo un 22 por ciento los entrevistados que asumen ambas identidades. Esta crisis se manifiesta en la intención de voto que registran estos estudios. La brecha, a favor de la oposición, oscila entre un 15 y 20 por ciento de acuerdo a los estudios de opinión llevados a cabo por las firmas antes mencionadas.
Pareciera que este gobierno socialista confronta una situación que pudiera describirse con el título de la célebre película dirigida por Milos Forman: “Atrapado sin salida”. Por un lado, como lo señalamos, la campaña electoral arrancará con una brecha superior a los 20 puntos en contra del oficialismo. En segundo lugar, las acciones económicas de corte populista no podrán revertir la actual situación. La profundidad de la crisis es descomunal y un aumento de gasto público (política repetitiva de este régimen) solo aumentaría la presión inflacionaria y la escasez. En consecuencia, su impacto electoral no sería significativo.
Al igual que al protagonista del film de Forman, Maduro intenta practicarnos una suerte de “lobotomía política” como una forma de reconstruir su base política y abortar la catástrofe electoral que se le avecina. Es aquí donde entra el cierre de la frontera. Pretende responsabilizar a contrabandistas y bachaqueros de los graves problemas de desabastecimiento que confronta la población. A ello hay que agregar la construcción de un “enemigo externo”. Esta peregrina idea es la que explica el tema de la deportación y destrucción de viviendas de los habitantes colombianos del lado venezolano de la frontera.
Maduro está atrapado y sin salida. Esa es la razón por la que intenta refugiarse en un discurso nacionalista y en un exacerbado chauvinismo. El mensaje que intenta enviar es claro: vamos a proteger a la población evitando que otros se lleven la comida subsidiada. Desde luego, es errado este mensaje. Solo la desesperación lo lleva atribuir la escasez al contrabando de la frontera. Su agonía lo conduce a elaborar la idea del enemigo externo y atribuirse la condición del defensor de la soberanía.
Lo cierto que las cartas de la economía están en contra de este régimen. Sin embargo, se requiere de una oposición que pueda transformar estas realidades objetivas en subjetivas. Operar eficientemente para generar las identidades políticas y electorales que conduzcan hacia el triunfo en el venidero mes de diciembre.
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