domingo, 9 de agosto de 2015

Los deberes de la MUD




Simón García

Las vanguardias orientan, pero es la gente la que hace los cambios. Gente corriente, que como todo ser humano complejo, sólo llega a la razón después de haber rendido el corazón. Si la MUD no encuentra los modos de seducir a los incrédulos y a los desconfiados el triunfo abrumador puede resultar un espejismo

Más allá de su primer deber, desmontar todas las falacias del poder y ayudar a conformar una nueva mayoría plural para ponerle fin a un gobierno que destruye país, la plataforma de partidos de oposición enfrenta otros retos. Lo primero es aceptar la urgencia de sacar las palabras, las promesas y el discurso del manoseo politiquero de siempre.

En el país continúan concurriendo un conjunto de condiciones que alientan el éxito de la oposición, situación tan extraordinariamente favorable que probablemente no tenga una segunda edición. Lamentablemente, algunas de estas condiciones afectan grave y negativamente la vida de la gente.

¿Cuáles son esas condiciones? Por un lado, una crisis que se está comiendo los salarios, multiplicando precios y restando empleo; una pérdida de la integración y de las reglas de convivencia social; una victoria trágica de la delincuencia sobre el gobierno y una disolución de la noción de futuro. Por otra parte una gestión infinitamente errónea que parece partir del absurdo de que el empobrecimiento de todos es un mecanismo para la igualdad y la destrucción, tanto del aparato productivo como de la cultura del trabajo, es la vía venezolana para liquidar a los capitalistas.

Una condición especial, desde el punto de vista social, es que el descontento es el denominador común a todos los venezolanos. La gestión de Maduro unió a la gente y llevó a la lona el manejo de la polarización ideológica y simbólica como recurso de división y enfrentamiento. La complicación es que ese rechazo no tiene un sello de oposición y menos aún se traduce en identificación partidista.

El hecho dominante es la merma de la base de apoyo del gobierno. Pero la quiebra de la lealtad política con Maduro está siendo llenada por incredulidad en una victoria y desconfianza hacia la oposición. En el cerebro de una parte significativa de los electores está cincelada la fatalidad de que el triunfo va a ser escamoteado por la trampa.

La MUD está desafiada por hacer eficaz una política para unificar al país; elaborar la imagen de la sociedad deseable ( todo el programa transportado a un tuit) y dar pasos, visibles para la ´población, de un gran empeño por pasar de ser el eje de la oposición a ser la articuladora de una alternativa. Esto implica liberarse de los condicionamientos del pasado y ayudar a que muchos otros lo hagan.

Pero están también los pequeños deberes de la MUD, a los que el viejo vocabulario denominaría “el trabajo de carpintería”. Si todos los militantes del cambio no se ensucian los zapatos, el modelo del político envasado en los medios seguirá privando. Si todos los partidos de la MUD no se abren a la sociedad y transfieren a la gente opiniones, relaciones, acciones y decisiones, en vez de crecer seguirán celebrando dentro de sus respectivos ombligos.

Las vanguardias orientan, pero es la gente la que hace los cambios. Gente corriente, que como todo ser humano complejo, sólo llega a la razón después de haber rendido el corazón. Si la MUD no encuentra los modos de seducir a los incrédulos y a los desconfiados el triunfo abrumador puede resultar un espejismo.
@garciasim

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