domingo, 23 de agosto de 2015

La unidad superior

Simón García
La vía electoral es decisiva para comenzar a combatir la crisis. Aunque se resistan a admitirlo sus resultados le proporcionarán al Psuv un aviso suficientemente  contundente y claro para ponerle fin a sus erradas políticas. Es también el mejor escenario para la oposición porque le permite avanzar en los grandes virajes que exigen los ciudadanos. Y para el país, porque asegura paz y el mayor grado posible de estabilidad institucional y social.

En lo que respecta a la oposición, su gran desafío es cómo ganar y defender ese triunfo. Le toca arreciar las acciones dirigidas a reducir el ventajismo de Estado, elevar la presión por la presencia de la observación internacional, evitar las trampillas que el CNE ha incorporado a su catálogo de ilegalidades y trabajar el descontento como la materia prima de una conciencia de cambio. Hay que cosechar el voto castigo. 

Pero los objetivos electorales a pesar de ser prioritarios y exigir la mayor concentración de esfuerzos, son temporales. La derrota contundente del oficialismo abrirá nuevos cursos. Lo que obliga a iniciar desde ahora las conexiones entre la victoria electoral y la exigencia general de enfrentar la crisis con otro modelo y otras políticas públicas. 

El Gobierno debe abandonar su línea de amenazas, de acusaciones fabricadas y de provocaciones que alteren la realización normal del proceso electoral. Un gobierno con una menguante base de apoyo y  responsable de la peor crisis que haya vivido el país debería comprender que entró en declinación.  

Todas las tendencias apuntan hacia una situación de transición inevitable. A la oposición le corresponde actuar en representación de la mayoría y ofrecer al oficialismo la disposición al diálogo y a los acuerdos favorables a solucionar las calamidades que estamos soportando.  

Ni a la oposición ni al país, incluida la base popular que apoya al Gobierno le interesa que la crisis se siga manejando como un instrumento de control y un medio de remachar la servidumbre de los ciudadanos al Estado. La crisis une a seguidores del Gobierno y de la oposición que están reclamando juntos que se adopten ya las medidas para compensar los estragos de la escasez, de la inflación, de la inseguridad y para ponerle fin a su propia corrupción.

No se trata de una lucha para transformar radicalmente la estructura de la sociedad, sino para tener un país donde el precio de un kilo de caraotas no sea equivalente a tres días de trabajo, la mensualidad de un colegio superior al ingreso de 80% de los venezolanos, o pensar diferente sea tratado como un delito. 

La oposición está preparada para demostrar que es posible hacer compatibles la justicia social y el combate a las desigualdades con una economía de mercado. La gente quiere paz, seguridad, trabajo, ingresos, oportunidades equitativas, ascenso social, salud, educación y todo eso se puede obtener si generamos un nuevo modelo de desarrollo, una nuevo sistema político y sobretodo, una nueva cultura ciudadana.

Llegó el tiempo de mostrar que una nueva mayoría puede ser ejercida sin aplastar a nadie. Esa mayoría social se transformará en una mayoría electoral de origen diverso, integrada también por votantes que vienen de apoyar al Gobierno. Ese encuentro es la base de la unidad superior para rehacer juntos el país que nos merecemos.

La unidad superior es integradora, democrática, plural. Una nueva identidad que sea algo más que la de los partidos que la integren y abierta a un proyecto común que pueda ser manejado también por los ciudadanos.

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