domingo, 2 de agosto de 2015

"Anticipación positiva”

Simón García

Un auténtico lugar común sería repetir que las crisis destructivas generan copiosamente incertidumbre y pesimismo. No es extraño, entonces, que aparezcan entre nosotros. Ni que sean estados de ánimo que al gobierno le interesa inducir para alentar desconfianzas en la MUD, en los líderes del cambio y en el voto.

He conocido que una investigadora, ligada al CENDES, esta elaborando el mapa actual de las emociones del venezolano y que en él ocupan lugares significativos la rabia y la desesperanza. La posibilidad de que el descontento abra campo a la rabia es tan preocupante como que pueda crecer el desánimo y la pérdida de confianza en la viabilidad de los cambios.

Mientras esperamos que concluya esa investigación, hay evidencias que es imposible ignorar: existe un descontento general ante la situación y una mayoritaria reprobación a la gestión de Maduro. El clamor de cambio lo registran todas las encuestas y resuena en las conversaciones en público, en las colas y en mercados, farmacias y comercios. La desesperanza aparece muy poco en la calle, en ella lo que brota es una fuerte  indignación y una clara convicción de ir a votar el 6 de diciembre.

En cambio, las variadas expresiones del conformismo, pariente racional del pesimismo, parecen circular más entre personas de confianza, en la privacidad del hogar y en el anonimato de las redes sociales. Pero repetir la idea de que la cúpula gubernamental es invencible y que nada de lo que se haga conducirá a la victoria, incluso si se ganan las elecciones, es una rendición antes de la partida.

La difusión del ánimo derrotista persigue los mismos objetivos del Dakazo, tenga o no esa intención. Es decir empujar hacia la abstención. Otro recurso para rebanarle votos a la oposición es el pronosticador de catástrofes dedicado a meter miedo, identificando la posibilidad de cambios con la amenaza de la bajada de los cerros o de los colectivos paramilitares prendiendo una guerra civil. Ambas apuntan a que es mejor quedarse quietos y seguir muriendo de escasez, altos precios y delincuencia.

Estos mecanismos de la psicología social se han incorporado a las nuevas tecnologías para dominar a una sociedad. Se aplicaron en Cuba y ahora se están implantando en nuestro país. La tesis de Giordani de que la revolución necesita pobres, se está complementando con el manejo de la crisis como una herramienta de control, castigo y sumisión de la población.

El gobierno pretende acostumbrarnos a vivir el país como un campo de refugiados. Ocuparnos en la subsistencia y alambrarnos de ansiedad y desesperación. Bombardearnos con miedos. Rebajar la autoestima de la población, propiciar la indiferencia hacia las elecciones parlamentarias y confundirnos con el mito autoritario de que no van a salir con votos.

Hay que responderle, todos a una, desarrollando una estrategia de anticipación positiva: el triunfo de la democracia con justicia social es inevitable. Ninguna trampa, provocación o anzuelo populista podrá detener el castigo que la sociedad, no sólo los partidos, va a infringir a los altos responsables del insoportable desastre que apenas comenzamos a sufrir. No es sólo un buen deseo. La realidad, la voz de la calle, las encuestas y la desesperación de la cúpula  son cuatro pruebas anunciadoras de la fulminante caída en la lona de los que lograron el record de llevar el kilo de caraotas a mil bolívares.

En el lado positivo de la crisis hay que anotar el surgimiento de una conciencia de que con caudillismos no se construye ciudadanía ni con populismo desarrollo humano. No habrá bienestar sin el empeño de todos, sin una progresiva distribución de las cargas para reconstruir la economía y sin la unidad que nos devuelva la convivencia y el orgullo de ser venezolanos.
@garciasim

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