domingo, 9 de agosto de 2015

¿Razones para votar?

Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, el día de ayer  se formalizaron las inscripciones de los candidatos que participaran en las elecciones parlamentarias del venidero mes de diciembre. Me parece apropiado, en consecuencia, reflexionar sobre el significado de las mismas y las estrategias apropiadas para que la oposición pueda obtener en estos comicios una ventaja significativa.

Sobre el primer aspecto, es importante señalar que una mayoría en votos significaría enviar un mensaje contundente a las esferas gubernamentales. Encerraría, en pocas palabras, una suerte de “instrucción” del electorado para modificar las desastrosas políticas públicas que nos están llevando directo hacia un abismo de consecuencias impredecibles. Por otro lado, de obtener una mayoría parlamentaria, se abriría un compás legislativo franco a iniciativas con el propósito de ir desmantelando el aparataje legal y burocrático del llamado socialismo del siglo XXI. En pocas palabras, es necesario e imprescindible obtener una victoria, electoral y parlamentaria,  contundente en estas próximas elecciones. Hago la diferenciación, habida cuentas que en las pasadas votaciones, el éxito electoral no significó una mayoría de curules en el parlamento.

Ahora bien, ¿Cuál ha de ser la estrategia apropiada de comunicación de cara a estas elecciones? ¿Dónde ubicar las debilidades y posibles errores en esta apuesta electoral? ¿Cómo abordar a un 30% o más de la población que aún es fiel al gobierno? ¿Su lealtad obedece a cierta ingenuidad o ignorancia, como predican algunos opositores fundamentalistas? Estas y otras interrogantes, a mi juicio, constituyen desafíos, teóricos y prácticos, que deben ser abordados con  una gran dosis de sinceridad y curiosidad intelectual.

En principio, debemos derrotar un  economicismo que predica que las adversas condiciones económicas, por si solas, son suficientes para obtener la mayorías electoral y política deseada. Detrás de esta postura se oculta una visión racionalista de la política y de la conducta humana. Vamos a profundizar un poco en esta afirmación.

En la actualidad, el desarrollo de las neurociencias y los avances recientes en el estudio del cerebro humano han erosionado esta aproximación racionalista a la política y, desde luego, al acto electoral. La idea, heredada de la Ilustración francesa, de que la razón puede explicarlo y guiarlo todo, también la política, se ha agotado. En la actualidad un sinnúmero de investigaciones en el ámbito de la neuro política han abordado a la siguiente conclusión: el cerebro político es un cerebro emocional. “No es una maquina desapasionada y calculadora que objetivamente busca los datos, las cifras y las políticas correctas con el objetivo de adoptar una decisión razonada”.

¿Si el cerebro del votante es emocional, cuál ha de ser la aproximación correcta? La respuesta, es de Perogrullo. A pesar de lo evidente de la misma, nuestra dirigencia política sigue colocando sus “razones” en el cesto de la economía. Esperan que las desastrosas condiciones sociales por si mismas hagan el “trabajo” electoral y político. Ojo, los últimos incidentes partidistas han enviado mensajes desalentadores a la población y no han contribuido a fortalecer la identidad política opositora.

Si algo ha mostrado la historia reciente es que las recesiones, la corrupción, los cambios en los programas, los errores del chavismo no han afectado sustancialmente la identidad y fidelidad de sus votantes.

Estas son observaciones antropológicas. Su propósito es alertar sobre las debilidades de una manera “racionalista” de abordar la contienda electoral. Los avances en la comunicación política, por ejemplo,  proporcionan aportes que facilitan la formulación de estrategias para abordar al votante oficialista. Es fundamental competir en el plano emocional.

Sin lugar a dudas, la política debería ser así.










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