Simón García
El actual gobierno, que comenzó con
ellos, está padeciendo un terrible miedo a los votos. Temen a una mayoría
electoral que ponga fin a sus privilegios y al estropeado plan de perpetuarse
en el poder. Su más poderosa razón existencial, comprobado el fracaso de su
viejo modelo de revolución, es la defensa de una élite frente a la petición
universal de que no sigan profundizando la crisis.
El miedo a los votos los tienta a
impedir que la voluntad popular se exprese libremente. Trabajan por inhibirla,
estimulan la abstención, difunden desesperanza, propician la división,
criminalizan a los opositores y restringen los derechos democráticos a toda la
sociedad.
Esta semana el poder ratificó que no quiere elecciones libres. Henrique Capriles presentó un conjunto de propuestas económicas para comenzar a combatir la crisis y aliviar las calamidades en los sectores económicamente más débiles, y el sistema de censuras las desapareció. Apabullaron sus declaraciones con una rueda de silencio.
Es una censura que prescinde de la figura de un Vitelio Reyes leyendo y vetando artículos en una redacción. Ahora anula el derecho constitucional a la información con mecanismos indirectos. Las nuevas formas de totalitarismo, como el que se ensaya aquí transportado de Cuba, impone una hegemonía comunicacional y una sistemática presión a los medios de comunicación independientes para confinarlos a la banalidad comunicacional. Nada de política y menos de la oposición.
También se produjeron las inhabilitaciones de María Corina Machado y Enzo Scarano con una vileza que sólo puede explicar el miedo. El Secretario General de la OEA habló como un demócrata: en materia de elecciones lo que habilita o inhabilita a un candidato son los votos. No la decisión de una contraloría presta a hacer los chanchullos que mande el Ejecutivo Nacional.
El plan ventajista aspira rebajar con cada operación la inmensa brecha con la que la oposición supera al gobierno. Su máxima aspiración es poner en marcha una sarta de obstáculos y provocaciones para buscar que explote con alguna locura, la minoría radicalizada de la oposición. El objetivo es preciso: sacar del camino electoral a la oposición porque en ese terreno están perdiendo.
No parece que puedan descarrilar a la oposición. La MUD ha mostrado capacidad para desmontar estas trampas. Pero la gran respuesta consiste en entusiasmar al país con un compromiso parlamentario de cambios viables y confiables. En elevar los esfuerzos para atraer al descontento y abrir una oferta de diálogo, de luchas coincidentes y de inclusión con quienes provienen del campo oficialista, pero son vistos con desconfianza e incomprensión. Atraer tiene dos formas de concreción: atraer para compartir unos mismos objetivos o atraer para convivir civilizadamente aunque subsistan diferencias.
Nuestras luchas por la democracia son tan vitales como las que tocan el bolsillo, la seguridad o los salarios. Hay que unirlas a las reivindicaciones económicas y sociales porque la democracia es el oxígeno de la sociedad..
Esta semana el poder ratificó que no quiere elecciones libres. Henrique Capriles presentó un conjunto de propuestas económicas para comenzar a combatir la crisis y aliviar las calamidades en los sectores económicamente más débiles, y el sistema de censuras las desapareció. Apabullaron sus declaraciones con una rueda de silencio.
Es una censura que prescinde de la figura de un Vitelio Reyes leyendo y vetando artículos en una redacción. Ahora anula el derecho constitucional a la información con mecanismos indirectos. Las nuevas formas de totalitarismo, como el que se ensaya aquí transportado de Cuba, impone una hegemonía comunicacional y una sistemática presión a los medios de comunicación independientes para confinarlos a la banalidad comunicacional. Nada de política y menos de la oposición.
También se produjeron las inhabilitaciones de María Corina Machado y Enzo Scarano con una vileza que sólo puede explicar el miedo. El Secretario General de la OEA habló como un demócrata: en materia de elecciones lo que habilita o inhabilita a un candidato son los votos. No la decisión de una contraloría presta a hacer los chanchullos que mande el Ejecutivo Nacional.
El plan ventajista aspira rebajar con cada operación la inmensa brecha con la que la oposición supera al gobierno. Su máxima aspiración es poner en marcha una sarta de obstáculos y provocaciones para buscar que explote con alguna locura, la minoría radicalizada de la oposición. El objetivo es preciso: sacar del camino electoral a la oposición porque en ese terreno están perdiendo.
No parece que puedan descarrilar a la oposición. La MUD ha mostrado capacidad para desmontar estas trampas. Pero la gran respuesta consiste en entusiasmar al país con un compromiso parlamentario de cambios viables y confiables. En elevar los esfuerzos para atraer al descontento y abrir una oferta de diálogo, de luchas coincidentes y de inclusión con quienes provienen del campo oficialista, pero son vistos con desconfianza e incomprensión. Atraer tiene dos formas de concreción: atraer para compartir unos mismos objetivos o atraer para convivir civilizadamente aunque subsistan diferencias.
Nuestras luchas por la democracia son tan vitales como las que tocan el bolsillo, la seguridad o los salarios. Hay que unirlas a las reivindicaciones económicas y sociales porque la democracia es el oxígeno de la sociedad..
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