Luis Salamanca
Uno de los significados de la
palabra default es el incumplimiento o falta de pago de una deuda contraída por
un Estado o por una persona. El otro sentido del vocablo es el de rebeldía de
quien no comparece en un juicio y pierde por no comparecencia. Ambos
significados pueden terminar coincidiendo y entonces el moroso se declara en
rebeldía porque no puede pagar, no porque no quiera, sino porque materialmente
no puede.
En nuestro
país se viene hablando de default del Estado dada la situación económica del
país, lo que lleva a los economistas a alertar acerca de la posibilidad de que
el gobierno venezolano deje de pagar sus compromisos internacionales al momento
de su vencimiento. Esto no ha ocurrido hasta el momento de cara al exterior
aunque, a nivel interno, hay un default económico por la enorme deuda con
empresarios nacionales e internacionales. Pero no es de este tipo de default
que quiero hablar.
Me refiero a un nuevo tipo de
cesación de pago: el default social. El default social es la cesación de pagos
por parte de la gente de todos los sectores, salvo los de alto poder
adquisitivo. Es cuando las personas y las familias no pueden cancelar una
cantidad de deudas presentes, pasadas y futuras, o no pueden pagar los altos
costos diarios de la vida porque carecen de los bolívares suficientes para
hacer frente a tales compromisos. Es una situación alarmante que veo crecer por
doquier y que es una demostración de que la crisis no para sino que se
profundiza pero no de una manera suave, como un deslizamiento tranquilo a mayor
crisis sino con situaciones abruptas, saltos de calidad dentro de la anormal
situación. El default social es una de estas situaciones abruptas en las que no
vemos metidos de repente, entrando en nuevas dimensiones de la crisis. La
crisis llama a más crisis si no se detiene.
Los ejemplos
son numerosos y voy a mencionar algunos de ellos a título ilustrativo: el pago
de deudas financieras; del condominio; de la mensualidad del colegio, de los
útiles, libros y uniformes de los niños y adolescentes de educación primaria y
secundaria; el seguro del carro y de la mensualidad de éste; de las tarjetas de
crédito; del alquiler de la casa o apartamento donde se reside; por no
mencionar la adquisición de la cesta alimentaria. Así podría hacer una lista
que no cabría en este artículo de opinión.
Es un verdadero default social,
popular. Es la consecuencia final de una economía totalmente descompuesta en
virtud del experimento híper-estatista del siglo XXI. El default social es una
realidad para muchos cuyo poder adquisitivo no les permite enfrentar sus
compromisos de pago, desde los alimentos hasta los servicios pasando por los
bienes durables.
La causa del default social es la
increíble galopada de la inflación. Los precios pegan brincos enormes de una
semana para otra, de un mes para otro, dejando fuera de juego a un incontable
número de personas y familias, o colocándolos en situación precaria. La
economía está tan fuera de sí que navega en aguas hiperinflacionarias en cada
vez más productos y servicios. Entramos en el ciclo infernal de los aumentos de
precios seguidos de precarios aumentos de sueldos (exclusivamente el salario
mínimo) que, a su vez, lleva los precios a niveles aún mayores alimentados por
otros factores (como los billetes de monopolio que imprime el gobierno, el
bachaquerismo, etapa superior del chavismo económico) sobre los que no voy a
entrar pues es tema de economistas.
Las
consecuencias del default social son brutales. El que deja de pagar se
convierte en moroso y puede ser sometido a un procedimiento de pago compulsivo.
Pero, en la medida que esta conducta se masifica y deja de ser un asunto
individual, se hace colectiva, se convierte en una fuerza social, con un
comportamiento propio y difícilmente manejable judicialmente. El que no puede
pagar los altos costos de la comida comienza a pasar hambre pues disminuye su
consumo de alimentos. El que no puede pagar deudas de otro tipo produce un
efecto dominó pues la cesación de pagos se extiende en forma alarmante. Si no
pagas tus deudas, el cobrador a su vez no puede pagar las suyas y, a su vez,
esto afecta a otro, lo que lleva a mayor contracción de la actividad económica.
Se abre el camino para situaciones impredecibles como el de una paralización
aun mayor del país.
En la medida
que millones de personas caen en esta situación es inimaginable lo que puede
pasar en la economía y en la población. En el camino habrá muchos demandados
que no podrán hacer frente a sus compromisos y pueden ser sometidos a
procedimientos de embargo. Mayor cierre de empresas; niños y adolescentes que
no pueden ir a la escuela y al liceo; personas que enviarán a sus hijos al
colegio sin uniforme sino en ropa ordinaria, sin los libros y los útiles;
vehículos sin seguro poniendo en riesgo el patrimonio familiar; carros parados
por falta de repuestos porque no hay o porque no se pueden pagar; familias sin
seguro de vida o con pólizas insuficientes para costear una operación o un
ingreso por emergencia en una clínica privada, única opción para atender
problemas de salud personal y, muy especialmente, disminución del consumo de
alimentos. Es un caldo de cultivo de situaciones peligrosas por lo explosivas.
El default social es el límite
crítico de la población, el momento en el que la capacidad de aguante de la
crisis puede agotarse y la población privada de alimentos, bienes y servicios
alcanza un nivel de frustración e irritación que en todas partes ha provocado
disturbios de todo tipo.
Hasta ahora,
la gente ha mostrado una gran capacidad de aguante de la crisis; al final del
día termina consiguiendo algo para comer, lavar y asearse aunque muchos
refieren que están pasando hambre. O por un alto civismo del pueblo consciente
de que cualquier comportamiento social violento es altamente costoso, no sólo
en lo personal sino en lo colectivo, pues, cualquier estallido agravaría la
escasez. Además, sabe que el Estado está preparado para aplastar cualquier
intento de estallido social en sus orígenes. No hay que olvidar que el caracazo
fue posible porque la protesta inicial en Guarenas no tuvo contención policial
a tiempo y se propagó por otras ciudades sobrepasando a los cuerpos de
seguridad. Hoy en día, la gente sabe que el Estado tiene un alto poder represivo
que no dudaría en usar ante una eventualidad de estas. Pese a todo, el default
social multiplica el conflicto y la protesta e, incluso, micro-estallidos
populares.
El default
social es una situación altamente peligrosa para todos y exige del gobierno una
respuesta racional, proactiva, no una que alimente aún más el magma social. Si
seguimos por este camino se puede ir a una gran depresión económica, etapa
superior de la recesión, de la cual no se podrá regresar. Simplemente las
generaciones presentes sufrirán la catástrofe que ello implica tanto en sus
vidas como en la economía. La política no escaparía a los efectos de tal
escenario. Y el país tendrá que empezar de nuevo pero desde las ruinas de lo
que alguna vez funcionó. Europa y USA saben lo que es eso pues lo vivieron en
1929.
Hace unos meses atrás yo decía que
Maduro podía recuperarse en las encuestas (su preocupación fundamental) si
detenía el impulso hiperinflacionario de la economía; hoy digo que lo que más
conviene a Maduro, al chavismo y a todos los venezolanos, es impedir una Gran
Depresión. No para ganar unas elecciones sino para no perder el país. Ojalá
alguien oiga.
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