domingo, 26 de julio de 2015

El default social



Luis Salamanca 
Uno de los significados de la palabra default es el incumplimiento o falta de pago de una deuda contraída por un Estado o por una persona. El otro sentido del vocablo es el de rebeldía de quien no comparece en un juicio y pierde por no comparecencia. Ambos significados pueden terminar coincidiendo y entonces el moroso se declara en rebeldía porque no puede pagar, no porque no quiera, sino porque materialmente no puede.
En nuestro país se viene hablando de default del Estado dada la situación económica del país, lo que lleva a los economistas a alertar acerca de la posibilidad de que el gobierno venezolano deje de pagar sus compromisos internacionales al momento de su vencimiento. Esto no ha ocurrido hasta el momento de cara al exterior aunque, a nivel interno, hay un default económico por la enorme deuda con empresarios nacionales e internacionales. Pero no es de este tipo de default que quiero hablar.
Me refiero a un nuevo tipo de cesación de pago: el default social. El default social es la cesación de pagos por parte de la gente de todos los sectores, salvo los de alto poder adquisitivo. Es cuando las personas y las familias no pueden cancelar una cantidad de deudas presentes, pasadas y futuras, o no pueden pagar los altos costos diarios de la vida porque carecen de los bolívares suficientes para hacer frente a tales compromisos. Es una situación alarmante que veo crecer por doquier y que es una demostración de que la crisis no para sino que se profundiza pero no de una manera suave, como un deslizamiento tranquilo a mayor crisis sino con situaciones abruptas, saltos de calidad dentro de la anormal situación. El default social es una de estas situaciones abruptas en las que no vemos metidos de repente, entrando en nuevas dimensiones de la crisis. La crisis llama a más crisis si no se detiene.
Los ejemplos son numerosos y voy a mencionar algunos de ellos a título ilustrativo: el pago de deudas financieras; del condominio; de la mensualidad del colegio, de los útiles, libros y uniformes de los niños y adolescentes de educación primaria y secundaria; el seguro del carro y de la mensualidad de éste; de las tarjetas de crédito; del alquiler de la casa o apartamento donde se reside; por no mencionar la adquisición de la cesta alimentaria. Así podría hacer una lista que no cabría en este artículo de opinión.
Es un verdadero default social, popular. Es la consecuencia final de una economía totalmente descompuesta en virtud del experimento híper-estatista del siglo XXI. El default social es una realidad para muchos cuyo poder adquisitivo no les permite enfrentar sus compromisos de pago, desde los alimentos hasta los servicios pasando por los bienes durables.
La causa del default social es la increíble galopada de la inflación. Los precios pegan brincos enormes de una semana para otra, de un mes para otro, dejando fuera de juego a un incontable número de personas y familias, o colocándolos en situación precaria. La economía está tan fuera de sí que navega en aguas hiperinflacionarias en cada vez más productos y servicios. Entramos en el ciclo infernal de los aumentos de precios seguidos de precarios aumentos de sueldos (exclusivamente el salario mínimo) que, a su vez, lleva los precios a niveles aún mayores alimentados por otros factores (como los billetes de monopolio que imprime el gobierno, el bachaquerismo, etapa superior del chavismo económico) sobre los que no voy a entrar pues es tema de economistas.
Las consecuencias del default social son brutales. El que deja de pagar se convierte en moroso y puede ser sometido a un procedimiento de pago compulsivo. Pero, en la medida que esta conducta se masifica y deja de ser un asunto individual, se hace colectiva, se convierte en una fuerza social, con un comportamiento propio y difícilmente manejable judicialmente. El que no puede pagar los altos costos de la comida comienza a pasar hambre pues disminuye su consumo de alimentos. El que no puede pagar deudas de otro tipo produce un efecto dominó pues la cesación de pagos se extiende en forma alarmante. Si no pagas tus deudas, el cobrador a su vez no puede pagar las suyas y, a su vez, esto afecta a otro, lo que lleva a mayor contracción de la actividad económica. Se abre el camino para situaciones impredecibles como el de una paralización aun mayor del país.

En la medida que millones de personas caen en esta situación es inimaginable lo que puede pasar en la economía y en la población. En el camino habrá muchos demandados que no podrán hacer frente a sus compromisos y pueden ser sometidos a procedimientos de embargo. Mayor cierre de empresas; niños y adolescentes que no pueden ir a la escuela y al liceo; personas que enviarán a sus hijos al colegio sin uniforme sino en ropa ordinaria, sin los libros y los útiles; vehículos sin seguro poniendo en riesgo el patrimonio familiar; carros parados por falta de repuestos porque no hay o porque no se pueden pagar; familias sin seguro de vida o con pólizas insuficientes para costear una operación o un ingreso por emergencia en una clínica privada, única opción para atender problemas de salud personal y, muy especialmente, disminución del consumo de alimentos. Es un caldo de cultivo de situaciones peligrosas por lo explosivas.
El default social es el límite crítico de la población, el momento en el que la capacidad de aguante de la crisis puede agotarse y la población privada de alimentos, bienes y servicios alcanza un nivel de frustración e irritación que en todas partes ha provocado disturbios de todo tipo.
Hasta ahora, la gente ha mostrado una gran capacidad de aguante de la crisis; al final del día termina consiguiendo algo para comer, lavar y asearse aunque muchos refieren que están pasando hambre. O por un alto civismo del pueblo consciente de que cualquier comportamiento social violento es altamente costoso, no sólo en lo personal sino en lo colectivo, pues, cualquier estallido agravaría la escasez. Además, sabe que el Estado está preparado para aplastar cualquier intento de estallido social en sus orígenes. No hay que olvidar que el caracazo fue posible porque la protesta inicial en Guarenas no tuvo contención policial a tiempo y se propagó por otras ciudades sobrepasando a los cuerpos de seguridad. Hoy en día, la gente sabe que el Estado tiene un alto poder represivo que no dudaría en usar ante una eventualidad de estas. Pese a todo, el default social multiplica el conflicto y la protesta e, incluso, micro-estallidos populares.

El default social es una situación altamente peligrosa para todos y exige del gobierno una respuesta racional, proactiva, no una que alimente aún más el magma social. Si seguimos por este camino se puede ir a una gran depresión económica, etapa superior de la recesión, de la cual no se podrá regresar. Simplemente las generaciones presentes sufrirán la catástrofe que ello implica tanto en sus vidas como en la economía. La política no escaparía a los efectos de tal escenario. Y el país tendrá que empezar de nuevo pero desde las ruinas de lo que alguna vez funcionó. Europa y USA saben lo que es eso pues lo vivieron en 1929.
Hace unos meses atrás yo decía que Maduro podía recuperarse en las encuestas (su preocupación fundamental) si detenía el impulso hiperinflacionario de la economía; hoy digo que lo que más conviene a Maduro, al chavismo y a todos los venezolanos, es impedir una Gran Depresión. No para ganar unas elecciones sino para no perder el país. Ojalá alguien oiga.




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