lunes, 6 de enero de 2014

Valencia ¿se hará respetar?


Nelson Acosta Espinoza

Hoy sabemos que una de las formas más útiles de comunicar ideas es a través de la figura del relato. Ahora bien ¿qué hace que esta imagen literaria sea eficaz? En principio, permite organizar una información inconexa en una narración y, esta figura, que es una unidad de sentido per se, logra que la explicación a trasmitir sea más atractiva para el ciudadano. Disculpe, el amigo lector, por iniciar mi columna este año con esta digresión teórica. Lo consideré necesario y, a continuación, explicaré las razones que justifican este paréntesis conceptual.

Veamos, en sus últimos años la democracia venezolana presentaba un enorme vacío narrativo. Este espacio fue ocupado por un relato identitario que daba respuesta a las preguntas acerca de qué es ser venezolano. El chavismo, como bien lo comenta Colette Capriles en su artículo de El Nacional (2/01/2014), innovó sus formas de dominación "para hacerlas cada vez más antropológicas y menos políticas, más dependientes de una conexión identitaria (en la que el nacionalismo es esencial) que de una preferencia política".

Collett Capriles apunta, acertadamente, hacia la relación que es posible establecer entre los contenidos simbólicos de la cultura y la narrativa política. La credibilidad de una oferta política, entonces, depende de cuan estrecho sea el vínculo entre ambas dimensiones. Acción Democrática, por ejemplo, en su cúspide hegemónica logró conectar la identidad del venezolano con la característica partidista adeca. En otras palabras, el gran logro de esa dirección política fue la de universalizar, coyunturalmente, esa particularidad política.

Ahora bien, estamos frente a una situación única. Gracias a la política de recentralización del gobierno, los símbolos culturales de las regiones pueden proporcionar un contenido significativo para la elaboración de un relato político que compita con éxito al del oficialismo. La ciudad de Valencia, a manera de ejemplo, ha sido despojada de sus símbolos identitarios (bandera, himno y escudo); de su patrimonio artístico; se ha desmunicipalizado tres instituciones emblemáticas de esta ciudad, Teatro Municipal, Plaza de Toros y Parque Recreacional Sur y se ha creado una autoridad única de área para el estado Carabobo que atenderá a las parroquias Santa Rosa, Rafael Urdaneta y Miguel Peña. Desde luego, esta usurpación no se circunscribe únicamente a esta ciudad. Los candidatos oficialistas perdedores en los comicios del 8 de diciembre han sido designados como protectores, presidentes de corporaciones regionales y ministros para la transformación de las ciudades. Ello configura una política diseñada para desconocer la voluntad popular e imponer una nueva división político-administrativa.

No es intención de este escrito ahondar en los detalles jurídicos y constitucionales que implica los decretos que acompañan a estas decisiones. Basta con señalar que son inconstitucionales e implican, desde luego, un desconocimiento de la voluntad popular, del sufragio y de la democracia como sistema político.

Si me interesa resaltar que la oposición tiene una oportunidad excepcional para hacer más antropológica su actuación política. En el caso de nuestra ciudad de Valencia, la Virgen del Socorro, el escudo de armas contentivo del águila bicéfala y su bandera pueden ser algunos de los símbolos alrededor de los cuales elaborar un relato federalista. En otras palabras, una oferta política con acento antropológico, tendría una mayor capacidad para suscitar un consenso cultural y simbólico en la población para resistir la usurpación a la cual esta siendo sometida. No basta con "surfear" sobre la protesta. Es indispensable desarrollar una narrativa política articulada a esta conexión de carácter identitario.

Finalmente, hay que entrompar con fuerza este año 2014. Recordemos que esperar no es saber.

No hay comentarios: