lunes, 6 de enero de 2014

Cocchiola: ¡ponle el cascabel al gato!


Historia de una lucha entre los que pretendían mandar, desde el centro, y los que no se dejaban, en la periferia.





Miguel A. Megias

El gato en cuestión es nada menos que el gobierno central que recientemente promulgó decretos mediante los cuales se apropia de símbolos, bienes y reponsabilidades que pertenecen al municipio Valencia. Y el cascabel es una forma de obligar al gato a llevar el collar que la constitución le impone: el cascabel constitucional.

Imaginemos por un instante que el gobierno del señor Mariano Rajoy, mediante ley promulgada en unas Cortes donde tiene absoluta mayoría, obliga a la ciudad de Sevilla a entregar la plaza de toros de La Maestranza (popularmente es llamada “la catedral del toreo”). El pueblo sevillano -y el de toda España- se alzaría ante semejante atropello. Las horas de un día serían muchas más de las necesarias para que el gobierno retrocediera. ¡Con mi plaza no te metas! dirían a coro taurinos y no taurinos. Quien se atreva a tocar los símbolos sagrados (“¡La planta insolente del Extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria!”, Cipriano Castro, 1902) corre riesgos con resultados difíciles de dilucidar.

Para los que vivimos en Valencia, taurinos o no, aficionados al teatro o no, nacidos aquí o no, los símbolos -que no son meramente edificaciones, como se les pretende señalar- son tan sagrados como para un sevillano su querida Maestranza. Llama entonces la atención la escasa cultura histórica que muestran quienes a troche y moche pretenden, de un día para otro, arrebatar a una ciudad, que no es cualquier ciudad, una ciudad que se precia en decir “¡aquí nació Venezuela!”, algunos de sus mas visibles símbolos: su plaza de toros, su teatro municipal, su zona recreacional sur. Y por último, pero no por ello menos importante, eliminar del control de la alcaldía una buena parte de la ciudad para convertirla en lo que dicen será la “ciudad Chávez”. Bueno, si, quitémosle a Sevilla el barrio de Triana y convirtámoslo en “ciudad Franco”. Incroyable!

Corresponde al alcalde en primer lugar, por más que no parezca tener muchos ánimos para entrar en esta pelea, ponerle el cascabel a ese gato que está dando zarpazos (brazadas de ahogado, dirían algunos). Si, al alcalde; ese que hemos elegido por mayoría para que nos represente -a los ciudadanos y a la ciudad (en abstracto). Pues debe ser el señor Cocchiola quien encabece la protesta ciudadana y quien reclame, (desde luego educadamente, en el mejor estilo europeo, pero con fortaleza y convicción) lo que ya los vecinos venimos reclamando. Al fin y al cabo, el sabía muy bien que al meterse en política le corresponderían días difíciles. Pues bien, ahora que es alcalde, que se monte en ese gato y que lo arree. Que nadie le obligó a ser alcalde; y que ahora cumpla con su obligación de defender su ciudad con la misma fuerza y energía con que conquistó el corazón de quienes votaron por él. ¡A cumplir, ciudadano Cocchiola! Para eso, entre otras cosas, te elegimos. Porque creemos que tienes carácter, convicciones, talento y amor por esta tierra que te ha abierto los brazos. ¡Defiéndenos!

Señor alcalde: los valencianos lo acompañaremos en estas luchas; y juntos haremos lo que tengamos que hacer para que no se nos despoje de lo nuestro (“Valencia se hará respetar”); pues nos corresponde, como sociedad civil (si, esa de la que un desafortunado día alguien dijo “¿cómo se come eso?”) defender desde nuestras respectivas trincheras lo que haya que defender.

Los primeros fuegos artificiales ya están en el cielo, ya están avisando. El 19 de diciembre un nutrido y representativo grupo de ciudadanos, representando los más diversos estratos de la sociedad valenciana, se pronunció en la declaración de Valencia y se constituyó en “Junta para la defensa de la ciudad de Valencia”. Esto nos trae al recuerdo la “Junta suprema conservadora de los derechos de Fernando VII” (1810), que fue el momento a partir del cual Venezuela comienza su emancipación y que culmina un año después con la Declaración de la Independencia. ¿Será que la Junta para la defensa de Valencia logrará la emancipación de nuestro estado? La historia lo dirá. Si se le pone el cascabel al gato o no.

Valencia, dos siglos después, nuevamente, da una lección de civismo y defiende, con amor, con entusiasmo, con patriotismo, y con el mismo ardor de entonces, lo que más le duele: sus símbolos y su patrimonio. Y no solamente los propios, los de este estado; sino también los de otros estados que, igualmente, están siendo despojados de sus derechos. Y rechaza al invasor caraqueño que pretende, mediante decretos y otras triquiñuelas, despojar a la ciudad y a sus ciudadanos de lo que legítimamente les pertenece. Esta, amigos, es una nueva lucha por la independencia regional, por las autonomías, que tanto hemos proclamado desde este Observatorio. Y a la que, sin duda, se sumarán otras regiones igualmente ariscas.

Al pueblo valenciano le asiste la razón y exige justicia. O mejor dicho, trato justo. No acepta, como no aceptó en el pasado, imposiciones centralistas desde una Caracas lejana y que desconoce la idiosincracia y las características culturales de esta patria chica que es Valencia. Que Valencia también es Patria, como lo es Maracaibo, o San Cristóbal o Barquisimeto, cada quien desde sus peculiaridades y óptica particular. Y tomo la palabra de Nelson Acosta: Venezuela no existe; Venezuela existe en tanto seamos caraqueños o andinos o maracuchos o margariteños. Unidad dentro de una diversidad regional que no puede ser manejada ni dominada por un gobierno centralista que no toma en cuenta las diversidades regionales, que despoja y expropia la provincia como si fuéramos sus vasallos, sus súbditos y no lo que somos: ciudadanos autónomos, aptos para gobernarnos sin imposiciones.

Es interesante remontarnos a la proclama de Cipriano Castro, quien el 9 de diciembre de 1902 dijo:

“Venezolanos:

El sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la Patria y de sus resplandores surgirán temeridades como las de las Queseras del Medio, sacrificios como el de Ricaurte, asombros como el del Pantano de Vargas, heroísmos como el de Ribas y héroes como los que forman la constelación de nuestra grande Epopeya.”

Esperamos que Cocchiola esté a altura de las circunstancias.

Terminaremos diciendo que no quisiéramos estar ni en el pellejo de Cocchiola ni en el de Ameliach. Si el primero nos falla, si no entra en la lucha, si le tiembla el pulso, los electores se lo cobrarán en la siguiente vuelta del carrusel. Por tanto, tiene que entrar en la lucha, quiéralo o no. Y si Ameliach nos falla, si no ayuda al retroceso al que está obligado, si su fidelidad a Caracas es mayor que la fidelidad a su terruño, pasará a la historia como un Carabobeño que ayudó de despojar y a violar a su propia madre.

¡Valencia se hará respetar!

2 comentarios:

Anìbal Valdez dijo...

¡Excelentes tus palabras, amigo Migujel. Yo, como caraabobeño y trabajador cultural de la Gran Valencia, me uno a la cívica protesta por el despojo que el gobierno central pretende, inconstitucionalmente, aplicar a nuestra ciudad.

dalila flores dijo...

Sin desperdicio este análisis, es hora de que Carabobenos, Valencianos, VENEZOLANOS todos entendamos el significado de la palabra RESPETO y lo asumamos en todos los órdenes de nuestra vida y nuestro día a día , como bien dice Miguel: "como ciudadanos autónomos aptos para gobernarnos sin imposiciones". Dalila Flores Díaz 7 de Enero 2014.