domingo, 1 de septiembre de 2013

David Cameron y los saltos de talanquera



Miguel A. Megias

En Venezuela tenemos una expresión popular, “el salto de talanquera”, que se aplica para significar que “el ganado brinque sobre la cerca donde está encerrado”; pero que en sentido figurado tiene el sentido de “cambiar de bando” en lo político.

Aunque parezca dificil de creer, la Asamblea Nacional de Venezuela, en diciembre de 2010, aprobó una ley, popularmente conocida como la “Ley anti-talaquera”, que sanciona a los diputados que habiendo sido electos con los votos de un determinado partido, no votan a favor de las propuestas del mismo. Es decir, esta ley exige perruna obediencia a los planteamientos del partido que representan, sin tomar en cuenta para nada la condición individual del parlamentario.

Según esta ley, un diputado no tiene derecho a disentir de las políticas o propuestas de su grupo, aún cuando vayan en contra de su conciencia o en contra del pueblo que, en definitiva, es quien los eligió –el partido es, según nuestro criterio, una forma de organizar a los electores alrededor de una determinada ideología o plan de gobierno, pero no puede estar por sobre la conciencia del elegido. Hasta tal punto llega el “fervor” de los socialistas venezolanos redactores de la ley, que en su artículo 29 declara “… constituye fraude a los electores y electoras, toda conducta que se aparte de las orientaciones y posiciones políticas presentadas en el programa de gestión como oferta electoral”. Y en ese mismo tenor siguen varios artículos donde se detallan los causales para la “suspensión o inhabilitación parcial o total” del diputado que se atreva a votar contra el programa de su partido. No hay duda que la fulana ley fue propuesta y aprobada porque algunos –una pequeña minoría- parlamentarios estaban en desacuerdo con las políticas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que fue el portaviones que les ayudó a conseguir el curul de diputado (en Venezuela, el Congreso es unicameral).

Desde luego, David Cameron, el primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña, debiera tomar lecciones de nuestra Asamblea Nacional y prohibirle a los miembros del Parlamento, los saltos de talanquera. Que no es otra cosa que lo que acaba de ocurrir en la Cámara de los Comunes cuando un grupo de miembros de la coalición pro-gobierno han votado en contra de un ataque a Siria como castigo por el supuesto uso de armas químicas en la guerra que se libra en ese país.

La prensa internacional ha destacado la derrota que esto significa para el señor Cameron. ¡Que pena que Inglaterra sea un país democrático donde pensar por si mismo no está prohibido ni siquiera a los parlamentarios y mucho menos sancionado por ley! Como hubiera deseado el pobre Cameron tener a la mano una ley tan justa y libertaria como lo es la “Reforma Parcial de la Ley de Partidos Políticos, Reuniones Públicas y Manifestaciones” (así se llama la tal ley), que con tanto entusiasmo (y sin ninguna oposición) aprobase el Congreso venezolano en aquel lejano 2010, cuando Chávez aún era el todopoderoso mandamás de esta república bolivariana.

Es así como, por estos días, hay rumores de todo tipo referentes al posible “salto de talanquera” (con la ayudita de alguna que otra prebenda) para lograr el diputado número 99 a favor de otorgarle al presidente Nicolás Maduro la tan ansiada Ley Habilitante que le permita legislar para darle un “parao” a la corrupción. Por cierto, que para el momento de escribir esta nota, ya les falta un parlamentario más (el 98 y el 99) puesto que el diputado Adel El Zabaya, del PSUV, se acaba de ir a combatir a su país (¿?), en contra del imperialismo internacional, supuestamente para incorporarse a “las brigadas de resistencia del gobierno en Siria”. Buena suerte, Adel, aunque no creo que vayas a empuñar ningún fusil. Más bien nos luce como que serás una punta de lanza del régimen venezolano en apoyo de quien, en opinión de muchos, ha estado masacrando a su propio pueblo en una guerra civil que ya lleva centenares de miles de muertos y heridos; y muchos más que han huido del país y de esta terrible conflagración. Extraño es en verdad que un diputado deje la comodidad de su casa y de su país para ir a esa lejana y terrible guerra ajena.

Desde luego, tras la independiente decisión de los parlamentarios ingleses está un pueblo escaldado tras los hechos de la invasión a Irak. Nunca se encontraron las supuestas “armas de destrucción masiva” que con tanto fervor anunciaron las potencias occidentales, previas a la invasión. El pueblo inglés si se aprendió la lección de desconfiar de gobiernos propios y ajenos; y ahora, en una muestra de independencia de criterio, y conscientes de que se deben al pueblo, y no al partido político bajo cuya tolda fueron electos, los parlamentarios han hecho lo correcto: negarle al Primer Ministro la posibilidad de una invasión inmediata a Siria, como parece que era su deseo.

¡Larga vida a los saltos de talanquera

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