miércoles, 19 de diciembre de 2012

“El chavismo cuenta una historia; la oposición recita letanías”



Nelson Acosta Espinoza

De entrada digámoslo sin titubeos: las elecciones del pasado 16 de diciembre constituyeron un tremendo fracaso para la oposición. No vale la pena insistir sobre la dimensión aritmética de estos comicios. A estas alturas abundan análisis muy agudos sobre esta materia. En estas breves líneas, entonces, posaremos la mirada en la connotación política de este evento.

¿Qué significado podemos extraer de estos resultados? ¿Qué enseñanza pueden proporcionar de cara a los futuros eventos políticos? ¿La dirección política de la oposición estará a la altura de los próximos acontecimientos? ¿Habrán comprendido el sesgo cultural implícito en la invocación chavista?

Comencemos a dilucidar estas interrogantes a partir de la última incógnita. Partimos de la siguiente aseveración: para poder combatir la oferta oficialista es esencial entender su sentido discursivo. En otras palabras, no basta y, constituye un error estratégico, adjudicar sus repetidos éxitos electorales a la dimensión distribucionista y clientelar que caracteriza su acción de gobierno. Es decir, sus triunfos no responden únicamente a estas políticas asistencialistas. Este sesgo populista siempre ha estado presente en la formulación e implantación de políticas públicas por parte de todos los gobiernos de la IV y V república. No olvidemos, el carácter rentista del estado venezolano. Lo nuevo, por no decir lo inédito, ha sido acompañar estas políticas con una estrategia de sentido que ha proporcionado una identidad política estable a amplios sectores de la población empobrecida del país. La oposición, es necesario reconocerlo, no ha podido superar la visión estrictamente electoral: se vota contra Chávez y no a favor de una nueva propuesta o visión de país que contraste y compita con la oficial. No han logrado elaborar un relato político alternativo que rivalice con el oficialista y proporcione una nueva “visibilidad” a los sectores populares.

En la pasada elección presidencial, por ejemplo, el candidato de la oposición, en una primera fase, apuntaló su oferta electoral en la gestión que había realizado en el estado Miranda; posteriormente, intentó resignificar la oferta oficialista por la vía de hacerla más eficiente y perdurable (Ley de Misiones). En otras palabras, no contrastó el “cuento” chavista con un relato alternativo que se nutriese de los valores de la cultura popular del venezolano. No pudo traspasar el campo simbólico que caracteriza a los sectores medios del país. Su oferta se ancló, por así decirlo, al interior de una endogamia discursiva y, en consecuencia, no pudo interpelar a los sectores pobres de la población del país.

En la elección regional en el estado Carabobo se llevó al extremo este error estratégico. La campaña se centro en intentar establecer una equivalencia entre la gestión del ex gobernador Acosta Carles y la propuesta que encarnaba el candidato del oficialismo. En esta apuesta discursiva la dimensión simbólica de los pobres estaba ausente. De nuevo, no se pudo superar el imaginario que lo identificaba con la clase media. No se hizo uso del “trademark” simbólico que caracterizaba la gestión de los Salas: la descentralización; no se transformó la personalidad del candidato en una narrativa que lo aproximara a los sectores populares. En fin, su mensaje careció de nitidez y poder de evocación. No pudieron elaborar a una propuesta simbólica que enfrentara a la figura presidencial. El verdadero adversario.

Se aproxima un nuevo acto electoral. Es probable que el sesgo religioso y emocional impregnará con profundidad la oferta oficialista. Las enseñanzas que proporcionan los últimos fracasos políticos y electorales deberían estar a la orden del día. La lucha política, sin duda, girará sobre las palabras que interpelen y emocionen a la totalidad de la población. Más allá de las letanías ¿podrán los sectores democráticos construir un relato que proporcione una nueva identidad a los sectores empobrecidos del país? ¿Serán capaces de federalizar su discurso? ¿Harán uso de los contenidos emblemáticos de la diversidad contenida en la cultura popular?

Las cartas están echadas. Seamos optimistas. Esperemos que la dirección política de la oposición, en esta ocasión, esté a la altura de los retos simbólicos que implicaría una nueva elección presidencial. Entendámoslo: es la emoción y no la razón la clave de la próxima contienda política.




1 comentario:

La Braga Azul dijo...

El título lo condensa todo. Mayor síntesis, imposible. Muy bueno todo. De acuerdo.