lunes, 3 de diciembre de 2012

Partidos políticos: Renovarse o perecer



Miguel A. Megias

Para el momento en que Hugo Chávez, en 1999, amenazaba con “freir las cabezas de los adecos en aceite” los partidos venezolanos ya habían perdido vigencia o estaban camino de desaparecer. La advertencia, claro, no se cumplió. Lo que si sucedió fue la sucesiva pérdida de contacto de los partidos con sus militantes y con la ciudadanía, en especial la más desasistida que se había convertido, para ese año, en “invisible”. La curva descendente de los partidos tocó fondo en 2005 cuando, sin aparentemente medir las consecuencias, los partidos de oposición llamaron a la abstención, poniendo en bandeja de plata, por cinco larguísimos años, todos los poderes en manos del gobierno de Hugo Chávez. ¿En que pensaban los dirigentes de la oposición? Tal vez, se nos ocurre, ni siquiera pensaban: actuaban por instinto, y éste les falló.

¿Había alternativas a la abstención? Este será un tema que los historiadores y analistas políticos tendrán que dilucidar en su momento. Por nuestra parte, creemos que esta actitud derrotista fue el producto de la escasa relación entre los partidos y sus militantes y entre los militantes y la ciudadanía en general. Es decir, las “cúpulas” o “cogollos” de los partidos decidieron abandonar la lucha por el poder: tal (errada) decisión va en contra de los postulados de cualquier partido. Pues el objetivo, el objetivo último y más importante de un partido, es llegar al poder, no ponerlo en bandeja de plata en manos del rival, no importa cuan poderoso pueda éste parecer. La “vocación por el poder” no es exclusiva de los partidos venezolanos. Por el contrario, partidos que han sido muy poderosos y que por circunstancias la pierden, se deben examinar para determinar en que fallaron y como conseguir, de nuevo, remontar la cuesta.

Tal es el caso del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), frente al reciente descalabro en las elecciones generales que condujeron a su más poderoso rival, el PP (Partido Popular) a totalizar una mayoría absoluta en el congreso –lo que les garantizó la investidura de Mariano Rajoy, lider de ese partido. En la celebración del 30 aniversario de la llegada de Felipe González a la presidencia (era el líder del PSOE para entonces), éste habló con contundencia y dijo: “...El PSOE ha perdido la vocación mayoritaria y tiene que recuperarla”. Ante semejante afirmación solo queda santiguarse;  es una rareza que un político explicite con tanta claridad su pensamiento y su sentimiento. Y más aún cuando este demoledor análisis viene de un hombre que fue, por cuatro períodos, jefe del Estado español. A continuación un breve vídeo con las palabras de Felipe González.




La lección de este mensaje es muy clara, no sólo para el PSOE sino para todos los partidos perdedores en Latinoamérica -en particular en Venezuela- que por una razón u otra no han logrado renovarse, actualizarse, modernizarse. Y que, desde luego, han perdido, como tan claro lo dijo González “la vocación mayoritaria…”

Hace años, un político venezolano se hizo famoso por la siguiente frase (que ya forma parte del folklore nacional): ¿y con que se come eso?

Veamos. Eso se come, como en el caso español, proponiéndose, desde las bases hasta las cumbres de los partidos, primeramente la vocación de poder. Y en segundo lugar, una vez establecida esta premisa, convencerse –y convencer- que el poder es para lograr mayorías, no para ser simples comparsas. En nuestra opinión, varios son los partidos políticos venezolanos que pudieran, si se lo proponen, si se organizan, y si empiezan de nuevo a tener sintonía con los ciudadanos que ellos representan, llegar a esa “vocación mayoritaria”. Nos referimos, principalmente (sin desdeñar a los nuevos partidos) a quienes fueron las tres primeras fuerzas políticas en el pasado: AD (Acción Democrática), el partido social-cristiano COPEI, y el partido de izquierdas, MAS (Movimiento al Socialismo).

¿Y cuales son los requisitos para alcanzar el poder? Desde luego, una moderna concepción ideológica, excelente organización, recursos, sintonía con las nuevas formas de comunicación de masas (Internet, entre otros) y dominio de las redes sociales; y mucho, muchísimo trabajo de base para destronar a quienes detentan el poder, quitándoles una de sus principales banderas: la asistencia a los más pobres y desasistidos de la sociedad, que en casi toda Latinoamérica son mayoría, sin proponérselo.

Como ejemplo de lo que afirmamos, tenemos el caso del actual gobierno de Egipto. Durante muchos años, el partido representado por los hermanos musulmanes (Sociedad de los Hermanos Musulmanes), asistió, ayudó, alentó y acogió a una masa de ciudadanos desprovista de todos los privilegios que las sociedades modernas dan por sentado: educación, empleo, salud, seguridad. Y la semilla sembrada, en el terreno fértil de un pueblo ansioso por salir de la miseria y la pobreza, ha dado sus frutos. Aún cuando hay corrientes modernistas en el sentimiento general de los egipcios, fueron los hermanos musulmanes los que capitalizaron el descontento con el régimen del dictador Mubarak. 

Actualmente, la ciudadanía egipcia se debate entre dos polos: los tradicionalistas, dirigidos, ya lo dijimos, por el partido de los hermanos musulmanes que quieren imponer, entre otras cosas, la ley islámica de la sharía; y una población joven, pensante, educada en los principios occidentales, que aspira a tener un gobierno laico, moderno, alejado de las concepciones anticuadas del radicalismo del islam.

Para llegar al poder, en Venezuela, los partidos deben iniciar, urgentemente (tan pronto pasen estas “cruciales” elecciones de gobernadores del 16 de diciembre), estrategias para el largo plazo y no para la inmediatez y pragmatismo que les ha caracterizado. Alcanzar el poder no será fácil. Pero mucho más difícil será si no hay “vocación mayoritaria”.

Los partidos de antaño deben, entre otras cosas, resucitar la grandeza que una vez tuvieron. Y rescatar las viejas glorias, siempre pensando en las nuevas que les esperan. Pero también los jóvenes partidos deben repensarse y arriar las banderas de los nuevos tiempos.

Sólo renovándose y reinventándose, evitarán perecer.

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