Nelson Acosta Espinoza
Los políticos y la política. ¿Son equivalentes estos términos? O, dicho
de otra manera, en las venideras
elecciones del 6D la decisión será sobre políticos o sobre la política? La
distinción parece obvia. Sin embargo, la experiencia histórica muestra que no
siempre las direcciones políticas han tenido la capacidad de diferenciar entre
estos dos términos. En la cultura política venezolana existe la creencia que
cambiando al sujeto político se producirá una transformación de la propuesta
política. Salvo contadas ocasiones (la elección de la constituyente en 1945) el
sentido electoral ha girado en torno a las personas y no sobre programas
alternativos a los que ejecutan los que administran el poder.
La consigna de la oposición es el cambio. Votar el 6D para inducir un
proceso de cambio político en el país. Este lema es interesante y apropiado
desde el punto de vista de la mercadotecnia electoral. Se espera que condense
la urgencia del cambio que se anida en una mayoría de venezolanos. Aquí, vale
la pena hacer algunas observaciones. Salir de los políticos chavistas es una
urgencia y necesidad sentida en la población. Como táctica electoral es
legítima. Pero, ¿es suficiente? Esa idea del cambio expresada en estos términos
¿se ajusta o interpreta la crisis terminal que padece el sistema social,
político y económico del país?
Me van a perdonar los lectores por cierta dosis de escepticismo que emana
de estas líneas. Debo reconocer que ha estimulado esta reflexión la situación
argentina. En este país se han sucedido todas
las crisis económicas imaginables (devaluación, inflación, corrupción
“corralito”, etc.). Sin embargo, a pesar de estas graves situaciones de
carácter crónico no ha habido cambios sustantivos en la política. Han cambiado
los sujetos políticos, más no las proposiciones políticas. No en balde el
peronismo (en sus distintas versiones) juega aún un papel vital en la vida
política de ese país.
El punto que deseamos enfatizar es que no es fácil modificar drásticamente
las matrices culturales dentro de la cuales se desenvuelven las propuestas
políticas. En Venezuela la mayoría de las agrupaciones opositoras, (AD,
Voluntad Popular, MAS, COPEI, Causa R, Nueva Alternativa, entre otras) por
ejemplo, se declaran socialistas. Todas conciben al estado como el eje a partir
del cual es posible el accionar sobre la sociedad.
El Chavismo, por ejemplo, llevó a extremos el programa de nacionalizaciones y las políticas distribucionistas que caracterizaron a la democracia a partir del aumento de la renta petrolera en los años setenta. En
otras palabras, queda pendiente la interrogante: ¿Qué cambió la política o los
políticos?
En la Venezuela actual, esta actividad pudiera ser calificada, siguiendo
al filósofo político inglés Michael Oakeshott (1901-1990), como un momento
álgido de la “política de la fe” y no del “escepticismo”. Por la primera
versión debemos entender esta actividad como un instrumento al servicio de la
salvación de la comunidad: el gobierno lo abarca todo y se espera de los
gobernados no sólo obediencia, sino, inclusive, entusiasmo. La del escepticismo,
por el contrario, se ancla en “un común esfuerzo
para comprender los diversos puntos de vista y buscar un mundo vivendi”
Nicolás Maduro, por ejemplo, señaló este jueves que “en el escenario ‘hipotético
negado’ de que la oposición llegara a ganar las elecciones parlamentarias del
próximo 6 de diciembre ‘no entregaría la revolución’ y pasaría a gobernar con el
‘pueblo’ y en ‘unión cívico-militar”. Ejemplo paradigmático del obrar desde la
“política de la fe”.
Debo finalizar. En el futuro, una humilde observación, la oposición debe
concentrarse más en la política y menos en los políticos. Su encuadre
cognitivo, por así decirlo, debería estar orientado hacia un escepticismo por
las soluciones mágicas y debería propiciar dudas sobre quienes orientan su
práctica en la búsqueda de soluciones morales de carácter totalizador en la
vida pública.
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