Nelson Acosta
Espinoza
Bien, amigos
lectores, en Argentina se ha producido
un cambio político de carácter sustancial. El candidato opositor Mauricio Macri
ha puesto fin a la hegemonía ejercida por el kichnerismo en estos últimos doce
años (2003-2015). En las actuales circunstancias políticas (a ocho días del
6D), parece pertinente reflexionar sobre esos resultados y, desde luego, su posible impronta en las próximas elecciones
parlamentarias en el país.
¿Qué revela el
resultado de esas elecciones? ¿Cuál podría ser su enseñanza de cara a las votaciones el 6D? En principio, podríamos
señalar que evidencian la derrota de una lógica política. En Argentina, al
igual que en nuestro país, se instrumentó un discurso político que escindía a
la sociedad en dos partes mutuamente excluyentes. Esta “razón” funcionó mientras los ingresos
del estado fueron altos. En el caso de la argentina, los dividendos
provenientes del sector agro exportador, en nuestro país, los derivados de la
exportación petrolera.
El gobierno de
los esposos Kirchner, al igual que la dupla Chávez- Maduro, aplicaron a sus respectivos países un discurso
que podemos definirlo como populista. Tres elementos centrales podemos subrayar
en ese relato: se idealiza al pueblo, se privilegia una relación directa entre
dirigente y las masas, y, finalmente, una aversión a las instituciones del
pluralismo democrático. Esta narrativa generó una apuesta de naturaleza “mágica”:
democracia de plaza llenas, puños alzados y caudillos afectuosos. En fin, una
democracia sin ciudadanos y carente de diversidad pluralista.
Ambos modelos construyeron una política de
nosotros o ellos. Se atornillaron en torno a la creencia de que era posible que
una vanguardia iluminada estuviera llamada a liderar a las masas. Este culto al
personalismo, desde luego, trajo consigo cancelación de la condición de
ciudadano.
Ahora bien, el
fracaso de este dispositivo discursivo, hoy día, es un hecho. En consecuencia, es válido
preguntarse qué opción podría presentarse como sustituto a esta relación
política concebida en términos de “amigo-enemigo”.
Bien, amigo
lector, voy recurrir al concepto de “elección crítica” (V.O. Key, 1955.) para
caracterizar nuestra próxima elección parlamentaria. La ciencia política define
este tipo de elección de la manera siguiente. “Proceso en el que se produce una
transferencia masiva del voto de una a otra fuerza política, es decir, como un
movimiento del electorado que altera los patrones de comportamiento electoral y
la distribución del poder”.
Las elecciones
del 6D, en consecuencia, podrían calzar la definición adelantada por V.O. Key.
¿En qué sentido? Bien, si las predicciones de casi la totalidad de los estudios
de opinión se cumplen, estaríamos en presencia de unas elecciones de naturaleza
crítica. Una nueva mayoría se estaría constituyendo alrededor del rechazo al
gobierno. En consecuencias los patrones de distribución de poder podrían
ser afectados seriamente.
Los vientos del
sur alientan los cambios por venir en el país. Una mayoría parlamentaria
oposicionista, por ejemplo, tendría la
misión de introducir iniciativas legislativas para iniciar el desmantelamiento
de este estado socialista. Desde luego, la tarea no será fácil. La violencia
comienza a ensombrecer el panorama político. El Presidente, continuamente lanza
amenazas de recurrir a la calle, sí es derrotado en estas elecciones. Vamos a
pensar que las mismas constituyen una táctica de quien se siente derrotado.
Indudablemente,
son históricas estas elecciones. Sus resultados iniciaran la senda que
conducirá hacia la restitución democrática en el país. Esperamos que esta
unidad dentro de la diversidad (MUD) permanezca en el tiempo y proporcione sólido
soporte a nuevas iniciativas políticas
por venir.
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