Simón García
El país giró definitivamente hacia el cambio. Es una decisión compacta, casi consensual.
Menos del 20% de la población se atrinchera en una defensa irreal y cada vez más incomprensible del gobierno. Solo los que tienen un buen enchufe gubernamental pueden decir que las colas son sabrosas o ser tan burlones para ofrecer a los golpeados por la escasez y los bajos salarios, piedras como manjar.
Silenciosa y sin demasiados alardes, la pasión por el proceso se ha ido evaporando. No es la primera vez que ocurre un fenómeno de esta naturaleza. Algo similar se produjo cuando el pueblo, conquistado en profundidad por los líderes y las tesis de AD, dejó de ser adeco para hacerse chavista.
Es una mutación cultural que se expresará en las costumbres, los mapas mentales y en las conductas populares. El primer hábito que se está astillando es el de votar por el proceso. Son millones los venezolanos que, por primera vez en quince años, han decidido o están pensando migrar hacia otra opción.
Un motor de ese desplazamiento es la comprensión que el proceso llegó a su final y que el chavismo ya es una caricatura de la versión inicial. A esa conclusión se arriba por la desilusión con el equipo de dirigentes que sustituyó a Chávez, por la frustración ante promesas incumplidas y por el descontento que suscita en todos los sectores una crisis que el gobierno está alargando y profundizando.
La fuga de oficialistas es constante y tiene como destino principal a la MUD, aunque el crecimiento de ésta aun se coloca por debajo del tamaño que está tomando el descontento. Esta brecha siempre va a permanecer porque es un remanente de la vacuna ideológica que durante 15 años recibió la población para hacerla impermeable al discurso y a las posiciones de la oposición.
En anteriores situaciones, cuando se han roto ciclos de hegemonía y dominación política el país ha dado un salto hacia adelante. Así ocurrió en el 36 con la alianza entre el Ministro de la defensa de la dictadura gomecista y las nacientes fuerzas democráticas. Puede decirse algo parecido sobre el mayor ciclo de dominación de AD después de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y la fase de su disolución. Ahora le ha llegado al chavismo el momento de dejar de ser el primer actor en escena y dejar paso, con su despedida, a una nueva época.
Buena parte de quienes sostuvieron al régimen constituyen una reserva democrática y un factor que expresa legítimos intereses de la población que está en el piso de la pirámide de ingresos o tradicionalmente excluida del reparto de renta. Son la fuente de crecimiento más fecundo para quienes piensan en un país que supere el populismo y el estatismo, pero asegurando justicia, derechos y desarrollo de la producción compatible con prosperidad social y desarrollo humano. Ellos son indispensables si se piensa en unir al país y deben ser bienvenidos al gran empeño alternativo de contar con una estrategia para reconstruir la economía sobre nuevas bases y relanzar la democracia.
El tema es cómo formular explícitamente una política para lograr que esos tres millones de venezolanos, detenidos por dudas y temores, voten por los candidatos de la Unidad. Son varios los puntos que debemos abordar, pero entre ellos son claves: afirmar una cultura política avanzada en quienes están votando por la MUD, transformar el descontento en voluntad de cambio a través de los candidatos de la unidad, reducir los efectos del ventajismo de Estado y la aplicación del repertorio de trampillas del CNE y comenzar a contar el relato sobre el país que viene después que contemos los pollos el 6.
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