domingo, 25 de octubre de 2015

Los anaqueles de los políticos se encuentran vacíos


 Nelson Acosta Espinoza

Colega, finalmente un breve comentario en relación a tus reflexiones sobre el conflicto universitario (a propósito de un escrito de Octavio Acosta). No te vaya a sorprender una cierta radicalidad en estas observaciones. A veces, lo extremo sirve de guía para aguzar los sentidos acertadamente sobre lo que efectivamente sucede.

Soy de los que creen que el modelo de universidad donde tú y yo estudiamos se encuentra agotado. En aquellos tiempos había un equilibrio, frágil desde luego, entre la actividad intelectual, académica y política. A pesar de las radicalidades, el sentido universitario de la convivencia común no se perdía y, lo mas atractivo, alimentaba las confrontaciones en el plano de las ideas. Vivíamos, pues, inmerso en la cultura universitaria.

En la Universidad de Carabobo, tuvimos momentos de este tipo de exaltación universitaria. Me refiero, entre otros, a dos grandes eventos donde el espíritu ecuménico de la institución brillo acertadamente. Me refiero a los actos relacionados con el conferimiento del Doctorado Honoris Causa al líder sudafricano Nelson Mandela. Igualmente, al Simposio Nacional sobre la Reforma del Estado, Nuevos Actores y Discursos Políticos. Reseño estos dos actos (desde luego hubo otras actividades donde brillo la institucionalidad universitaria y carabobeña) porque ellos anunciaban la necesidad de cambio que el país nacional reclamaba y que no fue escuchada por el liderazgo político de la época. Los resultados están a la vista.

En fin, aquel equilibrio entre lo académico y lo político se rompió. Cada vez la política, en pequeño, se fue apoderando de la institución y le imprimió una dinámica autodestructiva. La desviación administrativa socavó los recursos intelectuales de la institución y desmejoró su liderazgo. De forma tal que no encontramos ante esta crisis en el peor escenario. Desde luego, esta situación que confronta la institución está relacionada con la crisis general que se enfrenta la sociedad venezolana. Fin de época. Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Frase gramsciana, de uso común en estos tiempos.
El 6 Diciembre se celebraran elecciones para escoger los representantes a la Asamblea Nacional. Todas las predicciones apuntan a señalar que  los demócratas  superaran en votos y, probablemente, en escaños parlamentarios al oficialismo. Sin embargo, hago notar que "en Venezuela la producción política es muy inferior a lo que necesitamos, en cantidad y en calidad". Es imperativo, entonces,  volver productiva la política y hacer coincidir demandas con  ofertas políticas. De no ser así corremos el peligro de enfrentar otra gran desesperanza y frustración.


En este orden de ideas,  creo que una contribución de la universidad venezolana seria iniciar un debate en torno a estos tópicos. En principio sobre sí misma y, posteriormente, sobre el país que se aspira. Convocar, por ejemplo,  un parlamento universitario, abierto al entorno y, previo, a las elecciones venideras. Un foro para discutir estos temas y la crisis de la educación superior. Un escenario de esta naturaleza podría servir para dotar de una agenda parlamentaria a los futuros diputados y, así, iniciar un debate de carácter nacional que permitiría a nuestras instituciones recuperar la iniciativa y el rol que le es consustancial a su condición de instancia académica.


A pesar de la crisis institucional todavía existen recursos espirituales e intelectuales en nuestras universidades para ponerlos al servicio del país. Los anaqueles de los políticos se encuentran vacíos. Es el momento de hacer el esfuerzo de dotarlos de ideas y proyectos que apuntalen el nuevo renacer de la nación. Estamos a tiempo de ejercitar nuestro sentido de responsabilidad con la patria.




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