Edgard Gutierrez
Olvidemos por un momento el debate sobre las oportunidades de la Oposición de ganar las elecciones parlamentarias del 6-D o si será víctima de un gigantesco fraude perpetrado por el oficialismo. Ése es un análisis que sólo podremos hacer después y ya nos tomaremos el tiempo necesario para eso.
En este momento lo que vemos es un panorama más amplio, estructural, que nos muestra algunos de los síntomas más claros y patentes del malestar generalizado de toda una sociedad, si nos guiamos por el más reciente sondeo del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, del profesor Félix Seijas, fechado el 16 de agosto.
Eso
que antes parecía el acelerado deterioro de un régimen político
hoy va más allá: en Venezuela se produjo un quiebre. ¿Y qué
significa eso? Pues que hubo una ruptura de la sociedad (o de una
buena parte de ella) con un orden político establecido.
La
inmensa mayoría ya rompió con una forma de ejercer el poder. Hay
que decirle adiós a la famosa polarización del 50-50: en Venezuela
al parecer ya cuajó un cambio radical en las opiniones que, tarde o
temprano, tendrá consecuencias políticas. ¿Y cómo se manifiesta
este quiebre? Veámoslo en cinco de sus manifestaciones:
1.
Ya no hay dos mitades: el chavismo disminuye su tamaño cada vez
más. Durante mucho tiempo, un
discurso timorato no asumía algo que venía gestándose como una
realidad: los factores que adversan al gobierno son una mayoría
social y política desde comienzos del 2014. Lo único que ha sucedio
es que aumentó considerablemente su dimensión. Es por eso que lo
que hoy podemos denominar el “bloque opositor” constituye el
68,5% del electorado, relegando a un 23% a aquellos que todavía
defienden al chavismo. Dicho de otro modo: desde que Nicolás Maduro
está en el poder el chavismo ha perdido 32 puntos porcentuales de
apoyo popular. Y hoy sigue ejerciendo el poder, pero es franca
minoría.
2.
La gente siente que nos dirigimos a un precipicio (incluso el
chavismo). Esta afirmación es
resultado de un consenso sumamente amplio: por donde vamos nos llevan
a un barranco. El 87% de la población considera que la dirección
del país es equivocada. Y no podría ser de otro modo ante tal nivel
de crisis social y económica, generada por un modelo que pretende
controlar nuestro modo de vida. Y esta cifra no sería viable si una
parte importante del chavismo no opinara de la misma forma. Es decir:
de los venezolanos que aún se consideran “fieles al proceso”, el
55% también cree que el rumbo que lleva la Nación es equivocado.
3.
La confianza fue pulverizada. Nadie
puede confiar en el conductor de un autobús que se dirige hacia un
barranco. En este momento, al ser interrogados sobre si considera que
Nicolás Maduro pueda resolver los problemas que actualmente
confronta el país, el 65% de los venezolanos afirma que no tiene
ninguna confianza (la peor categoría de las posibles respuestas).
Tal magnitud de rechazo sólo es otro reflejo de la amplia percepción
de que Maduro es el responsable de los principales problemas de
Venezuela. Y en política, cuando se pierde la confianza, ya no hay
nada que hacer.
4.
La inmensa mayoría afirma que no estamos en democracia. Algunos
encuestadores deberían tomar nota sobre esa convención de que en el
escenario político de Venezuela todo es transaccional y que hablar
de libertad y democracia “no gana votos”. Ese análisis
economicista en ocasiones peca por unidimensional y en algunos casos
sólo responde a una agenda política. Los números demuestran que la
gente en Venezuela aprecia la democracia y le gusta que sus
gobernantes se muestren democráticos. A la par del desmadre
económico que sufrimos, “El Quiebre” también se nutre de una
amplia fuente política: la violación de derechos humanos, la
existencia de presos políticos, el ahogo a la libre expresión y la
represión. Después de los sucesos a comienzos de 2014, un 55%
consideraba que este gobierno no era democrático. Para el estudio de
agosto la cifra ya alcanza el 68%. Vamos a decirlo de un modo más
pedagógico: 7 de cada 10 venezolanos piensan que esto no es una
democracia.
5.
Hay un dramático cambio en las preferencias electorales. Cuatro
síntomas como los presentados anteriormente deben traducirse en
consecuencias lógicas: un amplio rechazo y un severo castigo en la
intención de voto. Cuando se le pregunta a los venezolanos sobre su
intención de voto para las próximas elecciones parlamentarias,
apenas un 19% se pronuncia a favor de los candidatos del chavismo,
mientras que por los candidatos de la oposición lo hace un 58%. Sí,
leyó bien: la diferencia es de 39 puntos porcentuales. ¿Puede haber
una mayor evidencia sociopolítica de que sí ha ocurrido un quiebre?
En
Venezuela hay un proceso electoral a la vuelta de la esquina donde
este quiebre se podría manifestar de manera clara. Y si esas
elecciones no llegaran a darse como debieran, tendremos otra razón
para que esa fractura se profundice y las consecuencias políticas se
materialicen, más temprano que tarde. Pero la interrogante final
seguirá siendo la misma: ¿quién organiza y conduce todo este
malestar?
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