Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigo lector, de nuevo esta semana voy a
incursionar en el tema universitario. En esta ocasión voy a asumir este tópico
desde una perspectiva general y con énfasis en su dimensión política.
Definitivamente, es en este ámbito donde se deben buscar respuestas a este
conflicto en ciernes.
En fin, formulemos
la pregunta: ¿es de naturaleza política esta lucha? Y, si lo es ¿cuál sería la aproximación
apropiada para librar esta batalla? Deliberadamente he estado usando palabras
de connotación bélica. El propósito es despojar al conflicto de un exclusivo
sentido reivindicativo. De plantearse únicamente en esos términos, la
posibilidad de salir victoriosos sería
muy limitada.
La situación que confrontan los profesores
universitarios no es exclusiva de este gremio. Si volcamos la mirada al ámbito
donde despliegan sus actividades encontraríamos que es de carácter sistémico el
escenario que enfrentan. Por un lado, deberían
enlazar las luchas por sus aumentos salariales con la de mejores
condiciones académicas de trabajo. La universidad confronta una situación
lamentable. Carece de presupuesto para desempeñar sus labores con los niveles
de calidad y exigencia que requiere su condición de institución académica. De
persistir esta situación y, sin ánimos de exagerar, estaría en peligro su condición de
establecimiento de educación superior. En el otro extremo, se encuentran los
estudiantes y futuros egresados. En las actuales circunstancias políticas y
económicas esta masa de jóvenes tiene comprometido su futuro. Las tasas de
desempleo y subempleo en este sector son
altas. Para muchos, la única salida viable es emigrar en busca de mejores
oportunidades de vida. Es imprescindible, entonces, enlazar todas estas luchas
y orientarlas políticamente. El adversario común a todas ellas es la
política que representa Nicolás Maduro.
Ahora bien, ¿cómo llegamos a esta situación? Desde
luego, la respuesta a esta pregunta es compleja e implica múltiples variables.
No tengo espacio para enumerarla. Sin embargo, hay una que resalta sobre la
totalidad de ellas. El gobierno ha
instaurado e implementado una política diseñada explícitamente para
dañar el sistema autonómico de educación superior del país. Ha creado, en este
y otros ámbitos, instituciones paralelas con el propósito, en un futuro
cercano, remplazarlas por otras más acordes con la gestión socialista de la
revolución bolivariana. Universidades bolivarianas, comunas, sindicatos paralelos, entre otras iniciativas, forman parte de esta
política de destrucción de la “vieja” institucionalidad democrática. Debemos
agregar, una política económica que estimula el desempleo en general, en
especial, en los sectores juveniles.
Aquí la MUD tiene un tema ideal. Lo educativo impacta
en amplios sectores del país. Recordemos que históricamente las clases medias
de la población y, en especial el movimiento estudiantil, han sido factores
movilizadores de la opinión pública y gestores de cambio social. Inexplicablemente
esta organización política no se ha puesto a la cabeza de este movimiento por
una educación superior de calidad. Un cierto “virus” electoralista distorsiona
la comprensión de la potencialidad política de esta disputa. Tengo la impresión
que no se ha percibido a cabalidad el potencial dinamizador de la inevitable
confrontación que se avizora en el
futuro inmediato. Es necesario politizar, en el buen sentido de la palabra,
esta protesta salarial y conectarlas con otras reivindicaciones presentes en la
diversidad de las espontaneas confrontaciones que se suceden diariamente en el
país.
Por estas circunstancias es que enfatizo el carácter
sistémico y político del conflicto universitario. Habría que diseñar, entonces,
una estrategia que permita que la lucha
salarial connote otras batallas del mismo tenor y orientarlas hacia el
“enemigo” que es común a todas ellas: el gobierno bolivariano.
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