lunes, 22 de abril de 2013

Cacerola llena no suena



Nelson Acosta Espinoza
De entrada parece pertinente comentar  la elección que acaba de finalizar (¿?). Coloco el signo de interrogación  porque  este proceso aún  no ha finalizado. Se encuentran pendientes los resultados de las auditorias que llevará a cabo el Consejo Nacional Electoral. Debo confesar que no me hago ilusiones. Ojalá esté equivocado.

La primera observación es obvia. El mapa electoral del país cambió sustancialmente.  Veamos unos rasgos sobresalientes. Capriles Radonski arrancó al oponente unos 700.000 votos; obtuvo triunfos en ocho estados; en casi la totalidad de las capitales incluyendo Caracas y, lo que resulta más significativo, derrotó la narrativa oficialista que giraba sobre la idea que la oposición se asienta sobre los sectores medios y carecía de la sensibilidad para interpelar la mayoría popular del país. Este avance significativo en el plano electoral ha puesto en evidencia una realidad política: no existe  chavismo sin Chávez. Pareciera que el legado del presidente no es transferible a su “hijo”. Ese capital político tiende a reducirse con el pasar del tiempo y el cobro de las facturas heredadas del llamado socialismo del siglo XXI. Desde luego, este movimiento político seguirá siendo una fuerza política legítima y de raigambre entre la población. Sin embargo,  luce un tanto agotada y con dificultades inmensas para enfrentar la crisis institucional en la que se encuentra sumido el país.

Una reflexión. Me parece oportuno un reajuste en la apuesta discursiva de la oposición democrática para poder mantener y profundizar el espíritu de lucha en la población. Este objetivo se puede alcanzar vinculando el tema electoral con la problemática económica y social del país. Conexión esta que puede obtenerse a través de un relato que articule connotativamente los temas neurálgicos de la agenda del país. Me voy a permitir una digresión teórica sobre este tema. Veamos. Todo relato político se construye sobre una lógica. En el caso que nos ocupa, el relato democrático debería expresar la denominada lógica de la equivalencia. ¿En qué consiste esta lógica? ¿Cuál es su utilidad política? Su pertinencia reside en que a través de ella sería posible articular en una cadena connotativa los distintos eslabones simbólicos que expresan la crisis que experimentamos.

Démosle una vuelta a la tuerca y hagamos un breve ejercicio demostrativo. Por ejemplo, si las demandas por la pulcritud electoral entran en cadena de equivalencia con la de los sindicatos, los  universitarios, los maestros, los federalistas, etc., todas estas peticiones adquirirían una perspectiva más global. Es decir, interpelarían a la totalidad de la población y permitiría traspasar las barreras que hasta ahora han dividido discursivamente a los venezolanos. Debemos añadir a este logro, la circunstancia que estas demandas en cadena de equivalencia expresarían “algo” que sería común en todas estas confrontaciones (las electorales, salariales, políticas, etc.); este común denominador sería el rechazo al madurismo y el anhelo por un cambio democrático. A manera de ilustración, una consigna como un nuevo gobierno ya podría condensar la totalidad de las demandas señaladas. Desde luego, para producir este efecto discursivo se requeriría la intervención activa de los actores políticos democráticos y un liderazgo eficaz de parte de la  dirección política de la oposición.

¿Es factible una propuesta de esta naturaleza? Mi respuesta es afirmativa. Se encuentra ajustada dentro del contexto que define la coyuntura política. Primero, el "madurismo" inicia su gestión con un alto nivel de incertidumbre sobre su legitimidad de origen y de ejercicio y, segundo, en el marco de su gestión estallará la crisis que se ha venido gestando a los largo de esta última década. Al madurismo le resultará difícil tomar las medidas apropiadas para enfrentarla, so pena, de cuestionar la esencia socialista de su gobierno.

Es indispensable, entonces,  mantener el entusiasmo y optimismo de la población. Para ello se requiere, insisto,  ampliar el horizonte discursivo de la oposición. Apuntemos que “cacerola llena no suena”. Las de los venezolanos, como resultado de las políticas del gobierno, se encuentran vacías. El ruido de las cacerolas debe continuar.

2 comentarios:

Asdrúbal Romero dijo...

Excelente Nelson, seguimos en la misma onda. Ojalá nos escucharan!!

raul storey dijo...

Muy buen articulo Nelson. Lo comparto. Saludos