domingo, 4 de enero de 2015

La batalla de las ideas se disputa en el lenguaje


Nelson Acosta Espinoza

Bien amigos lectores, iniciamos un nuevo año. Lo tradicional en fechas de esta naturaleza es desear buenas venturas y felicidades para este nuevo ciclo en nuestras vidas. Me uno a la tradición y deseo lo mejor a ustedes mis leedores.

Sin embargo, parece apropiado alertar sobre algunos nubarrones y tormentas que se avecinan en este año. Temblores económicos y convulsiones de carácter político. Veamos algunas cifras que destacados economistas han sacado a la luz pública. Ellas expresan el tamaño de los desaciertos e irresponsabilidad de este socialismo del siglo XXI: “Venezuela cierra con el año 2014 el cuarto boom de sus históricos 98 años de país petrolero, el más apoteósico de todos los tiempos. 

Si se sumaran todos los ingresos percibidos por el estado: petroleros, fiscales y la deuda consolidada en 16 años y la unificamos en dólares, encontraríamos que la sumatoria total de estos tres rubros alcanzan a la fantástica cantidad de USD 1.937.083.000.000. “Son, créalo o no, suficientes para trazar siete líneas y medias con billetes de cien dólares desde Venezuela a la luna”. A pesar de estas astronómicas cifras los logros alcanzados en áreas como educación, salud, seguridad fueron mediocres y atados a una cultura diseñada para el empobrecimiento cultural y psicológico de la población. Para el chavismo “ser pobre es bueno”. Así lo expresó, en cierta ocasión, uno de sus ministros.

Ahora bien, en este contexto se celebraran, así lo esperamos, unas elecciones parlamentarias. La mayoría de los estudios de opinión le adjudica una oportunidad de oro a la oposición en esta ocasión electoral. Objetivamente, los datos de los sondeos les favorecen. Podrían ganar estas elecciones y, es lo deseable, sacar una mayoría parlamentaria que prepararía las modificaciones legales para iniciar la restauración del estado democrático y de derecho.

Me voy a permitir alertar sobre un dato de antropología electoral. Sí, es cierto, los estudios de opinión registran una mayoría insatisfecha con las políticas gubernamentales. Igualmente, rastrean un deslave dentro de los partidarios del chavismo. Podríamos predecir, entonces, que estamos a la vista de la construcción de una nueva mayoría. A tal respecto, me permito subrayar que esa condición de “nueva” exige ser interpelada mediante distintos dispositivos discursivos que se desmarquen de los que tradicionalmente han sido utilizados por el bloque opositor. Pensar, por ejemplo, que este desagrado con la actual situación económica desembocaría automáticamente a los raudales opositores puede resultar una costosa ingenuidad política.

La acción de votar no es racional. En política, casi nada es racional. Se necesita emocionar para convencer. Es indispensable, en consecuencia, encuadrar el lenguaje opositor en formatos sencillos que formen y apelen a marcos cognitivos que desplacen a los desarrollados por el oficialismo. Estos frames son inconscientes y recogen un conjunto de ideas y conceptos que ayudan a los votantes a comprender el mundo.

Por ejemplo, al centralismo autoritario que postula una Venezuela única, el bloque democrático debería oponerle la idea de Venezuela como un país de regiones. Esta conceptualización afianzaría la idea federal y reforzaría las identidades regionales. Este podría ser el punto de partida para la construcción de un nuevo discurso que consolide esta nueva mayoría nacional.

En otros términos, los demócratas deberán entender que la batalla de las ideas se disputa en el lenguaje. Sin duda, la política ahora es así.

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