domingo, 11 de enero de 2015

Enfrentar las nomenklaturas dominantes


Nelson Acosta Espinoza

Se aproximan las elecciones parlamentarias. Este evento tendrá lugar en el marco de una situación de creciente deterioro económico y político en el país. Esta circunstancia, a mi entender, hace obligante iniciar una reflexión sobre distintos aspectos que conforman nuestra cultura política. Es importante indagar, por ejemplo, sobre aquellos componentes que pueden facilitar la conexión eficiente con el electorado. En especial aquellas emociones que permitan enlazar a los votantes opositores con valores de la cultura popular del venezolano.

Como se señaló, este examen tiene carácter de urgencia y, sin lugar a dudas, este ejercicio ha debido ser asumido largo rato atrás por nuestras élites políticas democráticas. Sin embargo, exceptuando los análisis llevados a cabo por algunos reconocidos académicos, esta dirección política no los ha examinado con la profundidad apropiada. De hecho, esta circunstancia constituye un indicador del grado de agotamiento de este sector político.

Me voy a permitir dar continuidad a estas líneas con una breve reflexión sobre el grado de postración del modelo de partido político que ha prevalecido en el país. Ojo, valoración validado para todas las agrupaciones de esta índole. Hoy estas congregaciones, en particular la autodenominada socialista, no cumplen adecuadamente con tres de los objetivos principales de toda agrupación partidista: selección y elección de líderes competentes; articulación de propuestas y programas capaces de dar respuesta a los enormes desafíos que implica la superación de la actual crisis; y dinamización de la conciencia social mediante la creación de nuevos valores democráticos.

En cierto sentido, “la endogamia ha sustituido a la creatividad, el recelo a la confianza, y la jerarquía a la autoridad, entendida como mérito o crédito intelectual o relacional” (Antoni Gutiérrez-Rubí). Expliquemos el sentido de esta última afirmación. Lo que se intenta aseverar es que estamos viviendo una crisis de la política. En fin, ¿cómo debemos entender esta frase? Veamos. Esta actividad ha sido entendida y practicada exclusivamente, en estos últimos años, como la ocupación, gestión y dirección de las instituciones del estado. Y este reduccionismo endogámico es el que ha debilitado a los partidos políticos como espacios ricos y fértiles de capital político (personas, ideas, praxis), para residenciar en ellos los mecanismos de control orgánico de las élites dirigentes del momento. Los de la oposición no han escapado a este síndrome. Es por esta razón que es imperativo reflexionar sobre estos temas como paso inicial para construir una nueva mayoría. “pero para eso es necesario tener una conducta proactiva y dejar a un lado el ayayay” (Chuo Torrealba dixit).

Se requiere, entonces, de nuevas ideas que se expresen a través de lenguajes inéditos: federalizar el discurso, enfrentar a las nomenklaturas dominantes; estimular la rebelión de las regiones, aupar el federalismo fiscal constituyen, a manera de ejemplos, algunos conceptos en torno a las cuales se podría construir un nuevo discurso que informe y sustente a una praxis ajustada a las actuales circunstancias. En breve: una política con vocación de poder que se aleje de las obsoletas rutinas del pasado.

Hay que volver a ganar la Guerra Federal, en palabras de Rafael Grooscors Caballero, “Una Guerra Federal distinta, en la era de la informática, la digitalización, la sociedad del saber y del conocimiento.” La rebelión de las provincias no es una frase más. Expresa un programa político que apela a la singularidad del país y entiende a Venezuela como una nación de regiones.

De regreso a la reflexión inicial. Necesitamos más debates, indudablemente, pero una de las dificultades que hay que enfrentar reside en el modelo de partidos que prevalece en algunas agrupaciones de la oposición: jerárquico, centralizado, opacos y de una eficacia doctrinal cuestionable.

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