Nelson Acosta Espinoza
Me voy a permitir insistir en el tema desarrollado en el artículo de la semana pasada (Un salto atrás político). El argumento expuesto en ese breve escrito se podría resumir mediante la interrogante siguiente: ¿Por qué, mientra el resto del mundo comenzó (1989) a desprenderse de las viejas certezas, la política venezolana siguió aferrada a ellas? En esta ocasión, voy a intentar dar repuesta a esta interrogante haciendo uso de algunas herramientas de índole filosófica. Disculpe este atrevimiento amigo lector, pero lo considero necesario. Espero que el desarrollo del argumento no sea farragoso
Veamos. El filósofo español Ortega y Gasset distinguía entre ideas y creencias. Hagamos uso de esta distinción para delinear el horizonte teórico en el cual se inserta la respuesta a la interrogante que formulamos en el párrafo anterior. Las creencias son convicciones sobre la realidad que se asumen de manera inconscientes. No se adoptan a través de un proceso de reflexión. Se "vive" en ellas. Es así que Ortega y Gasset argumenta "las creencias no surgen un tal día y hora dentro de nuestra vida, no arribamos a ellas por un acto particular del pensar…no son ideas que tenemos sino ideas que somos".Según esta posición, la existencia del hombre, su vida misma, depende de las creencias en las cuales él se encuentre. En otras palabras, los cambios de la historia de la humanidad los deciden la intensificación o el debilitamiento de las creencias vigentes en ese momento en particular.
Ahora bien, ¿cuáles son esas creencias que conforma la estructura cognitiva de la política en nuestro país? Por ejemplo, ¿esas "ideas que somos" se han fortalecido o debilitado? A ver. En forma esquemática las podríamos sumariar así: visión rentista del estado y la sociedad; proteccionismo en lugar de iniciativa y competitividad; relaciones clientelares a lo largo de todo el tramado social; políticas públicas orientadas más a distribuir que a producir o hacer producir; autoritarismo centralizador y resistencia a las autonomías regionales; representación mesiánica, autoritaria de Bolívar e incorporación de esta creencia como elemento fundante de la doctrina del estado socialista y desapego hacia la individualidad ciudadana.
Estas creencias permanecen aún como el núcleo central de la cultura política en Venezuela. En cierto sentido, estas ideas han conformado los "marcos cognitivos" mediante los cuales la población interpreta la realidad y define el llamado "sentido común". Atención, estos marcos son inconscientes. Vale decir, estructuras de nuestro cerebro a la que no podemos acceder de forma consciente. Por esta circunstancia, cuándo la información percibida no se conforma al marco definido nos quedamos con el marco e ignoramos los hechos. El "Dakazo", por ejemplo, activó en sectores de la población el marco que definía al presidente como protector del pueblo y distribuidor generoso de la riqueza que pertenece a todos. Y esta "generosidad" fue retribuida electoralmente.
Retomemos nuestra pregunta inicial. La respuesta la podemos encontrar en la dificultad, exhibida, hasta ahora, por parte de los sectores democráticos de desarrollar un lenguaje propio que active un nuevo marco cognitivo que compita y sustituya el vigente. Si duda, el gran logro del chavismo-madurismo ha sido, por ejemplo, encadenar los asuntos públicos a los valores descritos. Y, estas creencias, se encuentran profundamente asentados en la mentalidad de gran parte de los ciudadanos de este país.
Para finalizar, me permito esta observación. Es tarea de la oposición democrática conectarse con los problemas reales de los ciudadanos y expresarlos a través de un lenguaje y marco cognitivo distinto al del adversario. Recordemos la sentencia filosófica: ser dicho es ser.
1 comentario:
Muy buenas Nelson tus dos aportaciones sobre este tema del salto atrás. Ojalá en el país los políticas escucharan más a gente como tú. Asdrúbal.
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