Simón García
Se produjo la llamada encerrona de la MUD sin resultados tangibles, a juzgar por el comunicado y lo que pudo decir el vocero Cristobal Fernández. El tono general de las declaraciones indica que no hay muchas noticias concretas ni siquiera respecto al establecimiento de reglas que fijen las cesiones que están dispuestos a hacer los partidos en aras de un desempeño unitario efectivo. Menos aún en relación a definiciones en torno a un nuevo perfil alternativo de la MUD; la óptima combinación de formas de lucha o la relación con los movimientos y la protesta social.
Todos los dirigentes de la MUD, en su mayoría con una veteranía que a veces les impide ver lo nuevo, admiten la urgencia de una alteración fuerte de sus rutinas, ante privadas o manejos demasiado convencionales de la crisis. El paraguas de éxitos pasados, conseguidos laboriosamente por mucha gente que se empeñó en empujarlos, está hecho varillas. Ya no resguardan.
En los seguidores de la MUD hay insatisfacción. También en el numeroso sector intermedio, decisivo para afirmar una mayoría sólida y contundente, crecen dudas e interrogantes ante las evidencias de una fractura ocasionada por una inoportuna pelea por el liderazgo dentro de la oposición. Una competencia que ha buscado noquear al otro y ha significado pérdida de oportunidades y de tiempo.
La batalla de los egos está bloqueando las salidas. Quienes actúan para ahondar las divergencias y convertir en imposible la convivencia de visiones distintas dentro de un mismo horizonte unitario tienen que rectificar. Los partidos y la sociedad necesitan más democracia para contener el autoritarismo, no reproducirlo, así sea de signo contrario al oficialista. Por ese despeñadero que nos obcecamos en cavar, estamos dejando de ser oposición y más aún, alternativa.
La gente quiere que la MUD mire hacia el país, que cumpla la misión de informar y orientar sobre cómo enfrentar la crisis y contribuir a los cambios que hoy se requieren. Quiere conocer los objetivos que son compartidos y los puntos conflictivos, saber como actuar, si apoya aspectos no consensuales, para promoverlos sin afectar el fortalecimiento de la unidad. La primera labor de la MUD es de pedagogía política y de formación de una nueva ciudadanía.
Un aspecto que debe resolverse definitivamente es si se va a mantener o modificar la naturaleza de la MUD. Seguirá siendo una instancia de acuerdos entre los partidos políticos o se va a transformar en un centro nacional de dirección, elaboración y ejecución de iniciativas de obligatorio acompañamiento por parte de sus organizaciones integrantes. La conformación organizativa vendría después de las definiciones políticas.
Muchas figuras independientes exigen ampliar la representatividad de la MUD, añadiendo a sus estructuras a las organizaciones de la sociedad civil. La propuesta es atractiva, pero quizá la incorporación del movimiento democrático organizado en asociaciones no partidistas debería hacerse a través de otras Mesas que permita articulaciones con autonomía, sin que los partidos retomen la práctica de invadir e instrumentalizar las distintas asociaciones de ciudadanos, profesionales, empresarios, obreros o estudiantes.
En estos momentos, el problema de quien dirige no es el de quien va a ser candidato presidencial, aunque un motor de las disputas actuales, las reales y las fingidas, tengan como referencia la colocación más óptima respecto a los dos eventos próximos del calendario electoral.
Afortunadamente la unidad está avanzando al margen de estas peleas. El país se está encontrando en el descontento. El régimen aún es fuerte, pero no es invencible. Las fuerzas para abordar un cambio de las instituciones y un relanzamiento de la democracia están disponibles. Aún estamos a tiempo de luchar para ganar.
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