domingo, 17 de agosto de 2014

¡Cuidado con la tentación populista!



Nelson Acosta Espinoza

Se aproxima un nuevo acontecimiento electoral. Los dos bloques que constituyen formalmente la oposición democrática en el país han iniciado una suerte de calistenia organizativa de cara a los venideros comicios del año 2015. Han comenzado, por así decirlo, a ejercitar sus respectivos músculos discursivos y organizativos. Por un lado, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) organizó, hace pocos días, una reunión que calificaron de "encerrona". En este evento debatieron sobre las medidas apropiadas para garantizar la unidad y formular una estrategia electoral que proporcione respuestas a las inquietudes ciudadanas: inseguridad, alto costo de la vida, escasez, etc. Y, desde luego, proponer  una salida a la crisis política y económica que atraviesa el país.  El otro polo, de este espectro político,  instaló el Congreso de Ciudadanos. Iniciativa esta que ha sido concebida como un espacio para la discusión amplia sobre un proyecto de país. Su propósito se encuentra anclado en la necesidad de impulsar un cambio político hacia la transición democrática. En cierto sentido, el peso de su actividad reposa más en esta meta y no en urgencias de índole electoral.

Parece apropiado, en el marco de este escenario, reflexionar sobre el sentido de la política y su contextualización en este momento preciso del país. Formulemos dos preguntas insidiosas ¿presupone la competencia electoral la actividad política? ¿Se dirimen en las urnas principios y propuestas reconocibles por los electores? Para este relator, la experiencia de las últimas elecciones proporciona una respuesta negativa a estas interrogantes. Disculpen el sesgo pesimista. Pero, sin lugar a dudas, la tentación populista ha penetrado con su virus a la cultura política que da forma a nuestra institucionalidad democrática. En otras palabras, la competencia electoral tiende a imponer, por lo general, la sustitución del debate de ideas por el uso de palabras vacías y el griterío descalificador.

Démosle  una vuelta a la tuerca y quitemos radicalidad a la sentencia anterior. En cierto sentido, este mal reside en la dinámica institucional que presupone el ganar elecciones. Para alcanzar este objetivo, pareciera que se hace necesario no molestar el humor político de los ciudadanos, Vale decir, no recordar "verdades amargas y retos fatigosos". En fin, despolitizar el debate y no asumir los riesgos que implicaría la oferta de una propuesta radical y contraria a los usos y costumbres políticos institucionalizados. Máxime si ésta implica modificaciones en las creencias y usanzas de los electores.

Sin embargo, en este momento y circunstancia histórica, se impone enfrentar con vigor esta tentación populista. Hay que asumir la Política (así con mayúscula) y defender la democracia en tanto cultura. Es decir, que su amparo implica debatir con firmeza aquellas ideas que harían de esta forma política más democrática y participativa.

El debate en la actualidad no es sobre procedimientos. Lo medular lo constituye la forma apropiada y eficaz de cancelar este amargo período histórico. Se hace necesario, entonces,  abrir paso al futuro, sin mesianismos y pragmatismos vulgares. Los dos eventos mencionados apuntan hacia esa dirección. La "encerrona" de la MUD y el Congreso de Ciudadanos están contribuyendo a la construcción de horizontes donde todos se podrán  encontrar sin violentar sus respectivas identidades.

En este preámbulo de las venideras elecciones de 2015 se me ocurre que habrá que debatir, con sinceridad,  sobre "verdades amargas y retos fatigosos"

 ¡Cuidado con la tentación populista!












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