domingo, 15 de diciembre de 2013

Alcaldes ¿conserjes de la ciudad?




Nelson Acosta Espinoza

Hace varias semanas escuché una entrevista que le estaban haciendo en una importante radiodifusora a uno de los candidatos que competían por la alcaldía de la ciudad. El aspirante, en cuestión, describía las tareas que debería realizar un alcalde. En síntesis, indicó que el corregidor debería ser como el conserje de una ciudad.

La metáfora, a primera vista, parece apropiada. Un conserje debe dedicarse a la administración y mantenimiento de los espacios comunes de un edificio. Extrapolando este significado a la ciudad la función del alcalde consistiría, entonces,  en el mantenimiento y cuidado de los espacios públicos de nuestras ciudades. En suma, mantener y cuidar lo ya existente.

Ahora bien, parece válido preguntarse ¿es apropiado este concepto? ¿Expresa cabalmente una filosofía de cambio? ¿Una nueva concepción de lo urbano? O, por el contrario, ¿no implica este concepto una visión conservadora que tiende a reproducir lo ya existente? ¿Mantener y cuidar es suficiente?

Definitivamente esta idea de conserjería, como descripción del trabajo de un alcalde, es hondamente conservadora e, implícitamente, expresa una visión subordinada a los intereses de los grupos que dominan y determinan la vocación de una ciudad.

En el caso de Valencia han sido las "urgencias" inmobiliarias las que han definido su vocación. La ciudad ha crecido más en función de estos intereses que el de los ciudadanos. Es por ello que su desarrollo se ha desplegado a espalda de sus habitantes.

Es hora de dar una vuelta de tuerca y elaborar una nueva narrativa (acupuntura urbana). El alcalde ha de ser un soñador con capacidad de  formular una nueva mirada sobre lo urbano. Su gestión debería estar enmarcada en un profundo respeto a la dignidad de los ciudadanos. Me tomo, entonces,  la licencia de proponerles a los alcaldes electos que trasciendan la idea que encierra el término conserje de la ciudad. No olvidemos que en los últimos años Valencia ha sido administrada por diversos "conserjes"; los resultados están a la vista.

¿Cómo traducir la idea de respeto ciudadano? Lo que hace a una urbe amable, es  la prioridad que se les otorga a sus peatones. Las vías peatonales, las plazas, los parques, las banquetas, las ciclópistas expresan, por ejemplo,  que la administración de la ciudad tiene un inmenso respeto por la dignidad humana.

Valencia es una ciudad que se ha desarrollado de espalda a sus habitantes. Esta circunstancia ha limitando el ejercicio de su democracia cívica. ¿Qué significa este término? Veamos. No existe algo más democrático en una ciudad que sus aceras. Por ella camina y transita la diversidad de sus habitantes. Valencia carece de estas vías urbanas. La "aristocracia del automóvil"  las ha invadido y sustraido a los ciudadanos. En fin, lo que se intenta resaltar es que la democracia cívica se ejerce en los espacios públicos (aceras, autobuses, parques, bibliotecas, museos, etc.). Una ciudad, es igualitaria, cuando la pluralidad de sus habitantes (ricos y pobres) usa las mismas calzadas y transportes públicos.  Valencia carece de ambas facilidades y, en consecuencia, se encuentra restringido el culto a su civilidad democrática.

Definitivamente estas elecciones han permitido que alcaldes democráticos asuman las tres alcaldías más importantes de la ciudad: Naguanagua, San Diego y Valencia. El sentido común indica la necesidad de que exista un espacio común donde se pueda debatir en torno a la enunciación de una visión compartida para la totalidad de la ciudad. Asumir  la idea que la ciudad es el hombre pudiera constituir un buen punto de partida.

En fin, Valencia cambiará cuando ricos y pobres compartan las mismas aceras y transporte público. De lo que se trata es encontrarnos como iguales en esos espacios urbanos.


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