Nelson Acosta Espinoza
Existe una tendencia de evaluar las posibilidades del cambio político y electoral a partir de circunstancias de orden material: inflación, desempleo, inseguridad, precariedad de la infraestructura, deterioro de la economía, devaluación, etc. Estas condiciones “objetivas”, sin duda, proporcionan elementos para la elaboración de propuestas programáticas e insumos para la actividad partidista y las rutinas electorales. Sin embargo, ellas por sí mismas, no dan cuenta o explican determinadas conductas electorales y la constitución de identidades políticas estables en el tiempo.
La reciente experiencia electoral venezolana ha demostrado que en este mundo operan otras circunstancias distintas a las objetivas. Los repetidos éxitos electorales del oficialismo así lo comprueban. En la medida que las circunstancias “objetivas” se deterioran, pareciera que, por un lado, aumentará el grado de aceptación electoral del chavismo y, por el otro, se consolidará una identidad política popular estable proclive a esta tendencia. Esta aparente paradoja exige una explicación; descifrarla es vital para poder formular una política con posibilidades de éxito electoral.
Las ciencias humanas, en especial, la lingüística, la antropológica y la neurociencia, entre otras disciplinas, ofrecen una perspectiva distinta a la señalada en párrafos anteriores. En principio, postulan que las circunstancias objetivas por sí mismas no son suficientes para esculpir y explicar una determinada conducta electoral ciudadana en un momento preciso. La “razón” requiere de la “emoción” y, ambos espacios, básicamente operan en la dimensión inconsciente de nuestro cerebro.
Un punto central de estos avances se encuentra relacionado con la importancia de la narrativa. No es intención de este escrito proporcionar la evidencia académica que respalda esta afirmación. Basta con señalar que es un dato de la “realidad”. Los seres humanos poseen una tendencia natural a deliberar en términos narrativos. Pensamos, percibimos, imaginamos e implementamos decisiones de orden moral al interior de estructuras narrativas específicas. La psicología y la lingüística han comprobado la importancia de estos arreglos narrativos en el modelaje de las identidades políticas.
Me parece que este es un ángulo a ser abordado en la búsqueda de explicación de los diversos resultados electorales adversos a la oposición. Veamos. A mi juicio la MUD (Mesa de la Unidad Democrática) y su candidato Capriles no han podido elaborar una narrativa que compita exitosamente con la que caracteriza la oferta política del oficialismo. La exhibida en las elecciones pasadas fue un relato altamente racional (gestión vs. emoción) con poco engarce con los valores narrativos que conforma la diversidad del país.
Vale aquí esta observación. No hay pueblo sin relato, sin épica. La historia es inseparable de la narración. Nuestro pasado democrático, sus héroes, valores, hazañas; la diversidad cultural que conforma lo venezolano son insumos sobre los cuales era posible construir una relato con capacidad de transformar a su destinatario en interlocutor. Sin embargo, los comandos de campaña del candidato obliteraron esta realidad. Se apegaron a una estructura narrativa abstracta, racional y con un sesgo cultural clase media que lo alejaba de las claves y significados que caracterizan la narrativa popular.
Es justo apuntar que la MUD se encuentra en disposición de enmendar estas insuficiencias. Así lo corrobora el informe final realizado por la Comisión para la Estrategia con fecha 28 de diciembre 2012. Hacemos votos para que sea así. (Si desea leer el informe, haga click aquí).
Una última observación. El país se encuentra convulsionado por un sinnúmero de protestas de corte reivindicativo. Estas manifestaciones adquirirán un sentido político si son resignificadas al interior de una nueva narrativa política.
A mi juicio este es el reto mayor que enfrenta esta agrupación de partidos: transformar estos conflictos inconexos en relatos emocionales.
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