sábado, 11 de febrero de 2012

Diosdado y la rabo ‘e cochino


José Julián Hernández C.


¿Unidad para las “Primarias”, o ir más lejos y más adentro? Esa pregunta cobra mucho sentido. No tanto por las tentaciones, mañas y reacomodos tácticos del chavismo, sino porque lo que se nos está viniendo encima no pinta nada bien. La búsqueda de atajos ya estaba cundiendo la mollera de “sempiterno cabeza caliente”. La andanada se puso a la orden del día. Ya no producto de la petulancia y el ventajismo, sino de la consternación que aún no llegaba a susto. Así las cosas, Diosdado seguiría jugando banco. Ahora, cuando el frío recorre el espinazo, lo llaman a calentar el brazo. ¿De dónde vino esa decisión: del manager, de la fanaticada o acaso de los patrocinadores?

El manager-pitcher, acostumbrado a lanzar su “rabo ‘e cochino”, perdió la velocidad y el home. Le empataron el juego y le pusieron tres en base. Sintiéndose dueño de los implementos y del estadio, no vacilará en convertir aquello en una caimanera (sabanera le gustaría más) y cargará, si es necesario, con sus guantes, pelotas y bates. ¿Juego? ¡No hay!
Para eso es el nuevo lanzador. Para montar la caimanera o arrebatar los enseres. Sólo unos fanáticos afligidos y unos patrocinadores desesperados han logrado prescindir de la fallida "rabo ‘e cochino". Las glorias de otras temporadas no son suficientes para confiar en el manager. Más que un puesto en la línea de mando, el nuevo lanzador, convocado a regañadientes por el manager, es la vía para inducir a los fanáticos y atender los intereses de los patrocinadores. No importa si es dándole un pelotazo intencionado al bateador o alborotando las gradas; da igual. Lo importante es la caimanera.

Esto, desde luego, supone cambios en el line up. Muchos están ganados para botar tierrita y no jugar más; pero sólo unos pocos tienen el poder para arrebatar. El manager, debilitado, se acomoda. Los patrocinadores podrían seguir la caimanera con la idea de quedarse con los enseres. La fanaticada lo que quiere es que siga el juego, unos desean seguir en la liga profesional y otros ir a la caimanera; pero sospechan que si hay arrebato se quedarían sin juego, sin pelotas, sin bates y hasta sin uniforme.

Los abonos están vendidos y la taquilla amenaza con agotarse. Así que ese público que ocupa buena parte de las gradas y las tribunas y que quiere seguir en la liga aunque los umpires estén vendidos, deberá cantar sus consignas, reclamar que se inicie el juego y exigir un line up con los mejores jugadores. No se trata de ganar el inning, ni siquiera el juego; se trata de salvar la liga para que sigan existiendo partidos (de beisbol).

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