domingo, 11 de febrero de 2018

Actuar para ganar

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SIMON GARCIA.
En Santo Domingo el gobierno hundió la posibilidad de elecciones libres y mantuvo la operación para quedarse en Miraflores por cualquier medio. Ese intento producirá más hambre, muerte, destrucción y ruina. Todos pagaremos con sangre y calamidades el bloqueo de unas elecciones democráticas, a menos que el 22 de abril irrumpa masivamente el país descontento.

Llamar ahora a la abstención es apartarse del sentido que tuvo no avalar las ventajistas condiciones oficialistas. Pero rechazarlas no conduce automáticamente a suponer, contra evidencias, que abstención tumbe dictaduras, ni a ignorar – también contra ellas – que la trampa oculta del gobierno es lograr convertir la mayoritaria oposición social en minoría electoral. No votar ayuda a ese plan.

Algunos sectores opositores argumentan de buena fe que votar es legitimar. Pero ese no es un criterio suficiente. Nuestra abstención no evitó que se eligiera la Asamblea Constituyente ni que funcionara como una realidad. Las dictaduras no se legitiman en el voto, sino en las armas, los tribunales y la minoría que manda autocráticamente.. 

¿Incurriremos en esa confusión en las elecciones presidenciales?

No votar, especialmente sin día después, es una entrega voluntaria del país a la dictadura. El imperativo moral de la oposición es crear condiciones y sumar fuerzas para rescatar la democracia y salvar al país del hambre. Votar es una acción de enfrentamiento, de lucha, de rebeldía y deslegitimación. 

¿Quedarse en casa que es?

Las encuestas indican que el 70 % de la población quiere votar y en su mayoría rechazará el modelo y la gestión de este gobierno. ¿A nombre de cual objetivo pueden las fuerzas opositoras, en medio de enfermos y sectores populares luchando por vivir, llamarlos a que rindan su derecho al voto, en vez de trabajar por aumentar este porcentaje, elevar su participación activa y preparar al país para derrotar la trampa y ganarle al fraude?

Los hoy abstencionistas son necesarios y hay que oírlos, persuadirlos. Favorecer que expresen sus puntos de vista sin descalificar a quienes consideran que el gobierno no es invencible. Su propia base popular, recibiendo bonos a costa de humillaciones, quiere ejercer el voto castigo y en su rebeldía ofrece un punto de encuentro entre fuerzas que han sido el sostén de los dos polos que se han enfrentado inútilmente estos años.

El madurismo es la forma inhumana, ilegal y violenta de ejercer el poder. Maduro no expresa a todo el chavismo y al borde del precipicio, pretende arrastrar tras de si a toda la sociedad. Maduro, debilitado internamente y aislado internacionalmente se agarrará de la abstención para manotear duro a los opositores, aumentar la desmoralización y perpetrar su fraude con menores costos.

Participar en estas elecciones será un desafío complicado para la MUD y las fuerzas democráticas fuera de ella. Si alcanza el primer milagro, seleccionar un candidato unitario, debe rodearlo del mayor respaldo de partidos, instituciones y organizaciones de la sociedad civil. Y mostrar mucha amplitud, más conexión popular y más ganas de actuar para ganar.


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