sábado, 24 de febrero de 2018

¿Qué hacer?

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Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, el panorama político del país tiende a ensombrecerse. La decisión de la MUD de no participar en las venideras elecciones presidenciales añade un ingrediente catalizador de potenciales antagonismos. Por otra parte, el oficialismo intentó enlazar la elección presidencial con la de los diputados de la Asamblea Nacional, Consejos legislativos y concejales municipales. Sorpresivamente el Consejo Nacional Electoral descartó, por ahora, esta alternativa. La postergó para una fecha por definir.

En fin el panorama político luce sombrío. El futuro inmediato se presenta preñado de obstáculos y dificultades. Pareciera que las normas que tradicionalmente definieron el juego político han cambiado. De hecho, el país y sus ciudadanos se enfrentan a nuevas circunstancia y reglas que precisarán la conducta de los actores políticos en el futuro inmediato. Corresponde a estos actores definir la conducta a seguir en el marco de este nuevo escenario.

En el plano de la realidad objetiva no hay dudas. Así por ejemplo tenemos: sector publico en insolvencia; caída dramática del producto interno bruto y la producción de la industria petrolera; empobrecimiento progresivo de la población a causa del fenómeno de la aceleración inflacionaria hasta el punto de alcanzar la denominada hiperinflación; éxodo masivo de venezolanos hacia los países vecinos en búsqueda de un refugio contra la crisis; el salario mínimo alcanza a duras penas 33 centavos de dólar diarios y solo alcanza para cubrir el 2% de la cesta normativa de alimentos. En fin, la población enfrenta una situación inédita en la historia del país. Ese carácter (inédito) exige la formulación de estrategias distintas a las que han prevalecido en la actualidad. En cierto sentido, los sectores democráticos deben responder, ante estas nuevas circunstancias, la interrogante de ¿qué hacer?

En principio es fundamental entender las características que definen el nuevo escenario donde tendrán que desenvolverse los actores políticos. La primera constatación es sencilla: agotamiento del electoralismo y la necesidad de posar la mirada en las circunstancias sociales que cercan a los habitantes de este país. En otras palabras: politizar la situación social de la población debe constituir una tarea urgente. A partir de este principio habría que reorganizar los partidos y movimientos sociales para que puedan, por un lado, asumir la agenda social y, por el otro, traducir estas demandas en el plano político.

Desde luego que no es una tarea fácil. Lo que se está planteando es romper en forma definitiva con la forma clásica de hacer política. Desechar hábitos, usos y costumbres que se solidificaron en el periodo democrático y que no pudieron impedir la restauración chavista. Esta última frase puede generar confusión y polémica, Así que prestemos atención a la misma. ¿Qué se intenta significar con esta expresión? ¿Restauró el chavismo viejos hábitos de la depreciada cultura democrática? Lo que se intenta significar es que el asistencialismo y el populismo no son ajenos a nuestra historia democrática. Con diferencias en énfasis han sido sustentos de las políticas públicas en la IV y V república. Y, en cierto sentido, ambos relatos comparten aspectos sustantivos.

En fin, lo que pretendo enfatizar es que estamos presenciando el agotamiento de estas prácticas y la oportunidad de reemplazar este viejo relato por uno más ajustado a las demandas de las actuales y futuras circunstancias políticas. Agotada la tentación electoralista se abre un abanico de posibilidades tácticas y estratégicas en el campo de la oposición. No desperdiciemos esta oportunidad de construir un escenario democrático para el país. Un punto de encuentro para los protagonistas de la nueva democracia.

La política es así.

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