domingo, 12 de noviembre de 2017

Construir una nueva narrativa política


 
Nelson Acosta Espinoza
Bien, nos encontramos en las semanas finales del año 2017 y a días para la celebración de las elecciones municipales. En esta ocasión, un sector político de la MUD (Acción Democrática, Vanguardia Popular y Primero Justicia) ha decidido no participar en estos comicios. Por otro lado, independientes y miembros de otras agrupaciones políticas han inscrito sus nombres como candidatos a presidir alcaldías en algunas regiones del país. En fin, el sector democrático, no ha asumido una posición unitaria en relación a estos sufragios. Ante esta circunstancia, no sería una sorpresa que el oficialismo gane la mayoría de las alcaldías del país.

En otros artículos he intentado reflexionar sobre la dificultad de los sectores políticos democráticos para leer en forma apropiada la presente coyuntura política. Sin ánimo de exagerar, en los pasados comicios, este sector se auto impregnó de una exagerada confianza. Se esperaba que la desastrosa situación económica y social que padecen los venezolanos actuara como catalizador de la voluntad del voto contrario al oficialismo. Circunstancia esta que operó como obstáculo para evaluar correctamente la capacidad operativa y fraudulenta del sector oficialista. Salvo algunas excepciones (Táchira, una de ellas) la campaña electoral se llevó a cabo en los términos tradicionales que han caracterizado estos eventos electorales. Su narrativa estuvo impregnada de un cierto racionalismo ingenuo que no alcanzó a tocar el corazón de los electores. Por ejemplo, el alto nivel de abstención pudiera ser explicado, parcialmente, como una conducta de sectores decepcionados que no fueron interpelados apropiadamente por la propaganda de los candidatos democráticos.

Desde luego, la situación descrita es mucho más compleja. Existen otros eventos que ayudan a comprender estos resultados. Sin embargo, en esta ocasión me voy a detener en una de estas variables que se ubica en el centro de un razonamiento que podría dar cuenta de lo acontecido y lo que está por acontecer electoralmente. Me refiero a una sobrevaloración de las circunstancias de naturaleza económica. Lo que habitualmente, en la jerga académica, se denomina reduccionismo económico. En forma breve, podemos definir esta opción como un criterio o formulación política que concede al factor económico primacía sobre los de cualquier otra índole. Irónicamente, esta desviación generalmente es observada en la conducta política de actores de procedencia marxista.

En fin, la dirección política de la oposición otorgó un alto valor a las circunstancias económicas que caracterizan la actual situación del país. Se esperaba que la combinación de inflación, alto costo de la vida, depreciación del salario, deterioro de la calidad de vida, delincuencia, corrupción, entre otras variables, conformaran un contexto favorable a las invocaciones políticas del sector opositor. En consonancia a este precepto, su narrativa electoral se posó sobre este supuesto y no abordó en forma apropiada las condiciones de naturaleza subjetiva y las particularidades de naturaleza regional. En otras palabras, no fue “mercadeada” apropiadamente la oferta electoral en el plano subjetivo. Es apropiado señalar que esta explicación requeriría ser enriquecida por otras variables que juegan en la dilucidación de lo acontecido en las pasadas elecciones. En un próximo escrito abordaremos esas circunstancias.

En el año 2018 se producirá las elecciones presidenciales. Las recientes experiencias electorales deberían verse como un aviso de lo que no se debe hacer en el plano electoral. Es imprescindible que la dirección política democrática haga un esfuerzo de autocritica y revise los criterios sobre los cuales se conformó la pasada unidad.

Un punto de partida podría ser despojarse de la tentación economicista. Entender que la crisis por sí sola no va a producir los cambios de subjetividad que se requiere para alcanzar la victoria en las presidenciales. Es imperativo, entonces, construir una narrativa alterna a la oficialista que interpele emocionalmente a los ciudadanos. La combinación de crisis económica y la subjetividad apropiada, a mi juicio, constituye la llave adecuada para poner fin definitivo a este desastre del socialismo del siglo XXI.

La política, sin duda alguna, es así.




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