domingo, 8 de octubre de 2017

Elecciones de gobernadores: ¿Oportunidad para construir una nueva hegemonía?


Nelson Acosta Espinoza

Bien, en circunstancias especiales se celebrarán el próximo domingo las elecciones de gobernadores. Califico así a este acontecimiento, habida cuenta de las diversas irregularidades que han presidido la convocatoria de este evento electoral. Por mencionar algunas, recordemos a los alcaldes y magistrados presos y perseguidos y, desde luego, al significativo número de jóvenes que permanecen detenidos. 

Es en el marco de estas circunstancias restrictivas que se llevarán a cabo estas elecciones de gobernadores. Desde luego, a todo evento es necesario participar y, así, mostrar el rechazo al gobierno socialista de Nicolás Maduro. En otras palabras, expresar el descontento con el gobierno a través de sufragar por los candidatos a las gobernaciones de la oposición. Sostengo que esta es una oportunidad para acentuar la agonía de esta forma de dominación política.

Debo advertir que con esta posición no se está desmereciendo los atributos de los diversos candidatos que participarán en esta contienda. Sus “charreteras” son bien merecidas. Sugiero, si, que las pongan al servicio de la confrontación con el gobierno central y, desde luego, irradien las nuevas ideas que servirán de base para la construcción futura del país.

Esta última observación es vital. ¿En qué sentido? Lo que se intenta trasmitir es lo siguiente. Hemos llegado al agotamiento de un modelo cultural y político que ha prevalecido en el país a lo largo del siglo XX y los inicios del XXI. En otras palabras, no solo el régimen se encuentra en agonía terminal, sino la forma de hacer política que ha prevalecido a lo largo de este periodo histórico.

Voy a intentar teorizar sobre este aspecto. Espero poder expresarme sin desviaciones teóricas e intelectuales. Veamos, si lo puedo lograr. ¿Cómo se podría caracterizar el momento actual? Bien la ciencia política la definiría como una situación donde existe déficit de hegemonía y, en consecuencia, exceso de dominación. Ahora bien, ¿cómo interpretamos esta afirmación?

En principio señalemos lo siguiente. Hegemonía y dominación constituyen variables de la ecuación del poder. Cuando se ejerce la primera, desaparece la segunda. Una fuerza política es hegemónica cuando es capaz de enlazar armoniosamente su propuesta con el “sentido común de las masas”. En otras palabras, un proyecto es hegemónico cuando articula los procesos culturales, particularmente los de la vida cotidiana, con su ejercicio del poder.

En la historia política venezolana Acción Democrática logró hegemonizar el naciente dispositivo democrático. En sus inicios, esta agrupación procesó apropiadamente la dimensión cultural de la vida política. En otras palabras, trascendió la idea de partido y adquirió la consistencia de un sentimiento. A tal punto que ser venezolano y adeco llegó a evocarse mutuamente. De ahí su poder y al mismo tiempo sus debilidades. Con el transcurso del tiempo se burocratizó y perdió esa conexión con el alma popular, dejando al descubierto un espacio político que aún no ha sido hegemonizado. Ahí reside, en mi criterio, unas de las aristas fundamentales de nuestra crisis política. Déficit de hegemonía, exceso de dominación.

Por su parte, el socialismo del siglo XXI es dominante, pero no es hegemónico. No ha podido transformarse en un sentimiento de alcance nacional. Todo lo contrario, su estrategia intentó dividir a la población en dos grupos mutuamente excluyentes. Ejerce la dominación mediante políticas implementadas desde el aparato estatal. La de AD, en sus inicios, fue una revolución construida desde abajo, la del PSUV es instrumentado desde la cúspide del petroestado. La combinación de coerción y represión viste su ejercicio de dominación.

¿Cómo construir la nueva hegemonía? ¿Cuál ha de ser su sujeto histórico? ¿Qué discurso será capaz de interpelarlo? Preguntas vitales. Las respuestas, de ser adecuadas, constituirán la base de la nueva democracia en Venezuela. 

Un punto de partida: prestar atención a la Venezuela profunda y sustentar “lo que se va a decir para ser escuchado y lo que hay que escuchar para poder hablar”.

Espero que los candidatos demócratas asuman este humilde consejo.

Sin duda, la política es así.





1 comentario:

Daniel Chalbaud L dijo...

Acosta. Estas son algunas de las acepciones de la palabra hegemonía. En todas se sobre entiende dominación, imposición, poder. De todos modos concuerdo contigo en que se nos abre la gran oportunidad de sepultar la hegemonía del grupo impostor.

Se denomina hegemonía al dominio de una entidad sobre otras de igual tipo. Se puede aplicar a diversas situaciones con el mismo significado: un bloque de naciones puede tener hegemonía gracias a su mayor potencial económico, militar o político, y ejerce esa hegemonía sobre otras poblaciones, aunque estas no la deseen. Por «hegemonía mundial» se entiende el dominio del mundo por parte de una sola nación o un grupo de naciones.
«Hegemonía historiográfica» es una expresión aplicada por Gayatri Spivak.
«Hegémono» fue llamado Poncio Pilato en "El maestro y Margarita", de Mijaíl Bulgákov.
Desde un aspecto social, se entiende como «hegemonía cultural» —según se lee en la obra de Antonio Gramsci— la dominación y mantenimiento de poder que ejerce una persona o un grupo para la persuasión de otro u otros sometidos, minoritarios o ambas cosas, imponiendo sus propios valores, creencias e ideologías, que configuran y sostienen el sistema político y social, con el fin de conseguir y perpetuar un estado de homogeneidad en el pensamiento y en la acción, así como una restricción de la temática y el enfoque de las producciones y las publicaciones culturales.