sábado, 5 de agosto de 2017

Las elecciones regionales.

Simon Garcia

Contar o no con 20 gobernaciones para las luchas por la reconquista de la democracia es uno de los puntos que estamos obligados a debatir con el movimiento que ha estado en la calle y con la mayoría de la sociedad que lo ha apoyado.

El tema no debería ser despachado sin mostrar detrás de cada sí o cada no, una argumentación sobre por qué se escoge una determinada dirección. Las frases hechas, usadas en el pasado, no son útiles para redefinir una estrategia frente a lo que ya es una dictadura. Repetir, por ejemplo, que el que se ausente pierde o que ir a elecciones en dictadura es legitimarla, son afirmaciones que debemos cuestionarnos.

Las mañas de la Comisión Electoral de Miraflores no pudieron con el caudal de votantes y la dedicación de nuestro equipo técnico, logístico y de testigos en diciembre de 2015. La trampa puede ser vencida.

A las 4 damas de la baranda, descalificadas por escamotear el carácter democrático del voto, no les resulta bien ni su falta de vergüenza, aferradas en superar a Franco Quijano, a quien se le atribuyen los primeros fraudes electorales en Venezuela. Pero no hay comparación, Quijano fue en su época la persona más experta en sistemas electorales, métodos de escrutinio y Ovidio.

La convocatoria de las elecciones de gobernadores fue diseñada para inducirnos a rechazarlas. La postulación de candidatos se fijó inmediatamente después de las primarias realizadas por el PSUV el 30 de julio calculando la indignación de la población ante el fraude. La agenda de Maduro y su cúpula estiman que esa reacción los ayudaría a manipular ese proceso electoral y consolidar la instauración de la dictadura. La abstención es su aliado, independientemente de la radicalidad que se derroche pata que las emociones priven sobre la eficacia de las respuestas.

La elección de gobernadores en una batalla decisiva entre la cúpula de la dictadura y el conjunto de la sociedad democrática que quiere libertad y elecciones, aún si estas no son generales. El dilema es elemental: ayudamos a ganar al candidato del gobierno o damos una nueva demostración, más contundente aún, de que Venezuela repudia al dictador.

La participación en las elecciones es otra forma de lucha para derrotar el fraude constitucional. Es cierto que no estamos obteniendo lo máximo; pero alcanzaremos una alteración fundamental de las actuales relaciones de poder que minará las bases regionales y locales de sustentación del embate totalitario. Descentralizaremos las luchas y conquistaremos nuevas posiciones de poder.

Somos la alternativa al régimen, impugnarlo, competir contra él en todos los terrenos es extender la rebelión pacífica de los ciudadanos y trabajar para crear condiciones reales para desplazarlo. Ningún recurso puede ser dejado de lado y menos por competir entre quien obtiene más aplausos en la opinión prevaleciente.

Si la fraudulenta ANC suspende estas elecciones regionales ratificará su ilegitimidad. Si las mantiene, recibirá una colosal derrota. ¿A nombre de que dejar de obtener un nuevo triunfo?

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