sábado, 18 de marzo de 2017

“Síndrome de fatiga democrática”


Nelson Acosta Espinoza
La democracia está en crisis. Afirmación que puede ser perfectamente aplicable a regímenes políticos de América del Sur. De hecho, países como Brasil, Argentina, Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela están confrontando tsunamis políticos que han puesto en evidencia la precariedad de las bases sobre las cuales se asientan sus respectivos edificios gubernamentales. Estas convulsiones no son recientes. Han estado presentes en esos países por largo tiempo y las soluciones que se han ensayados para enfrentar estas crisis no han resultado apropiadas. En algunos casos, la medicina ha sido peor que la enfermedad.

Estas dificultades de naturaleza política no son exclusivas de esta parte del mundo. La “vieja” Europa confronta dificultades del mismo tenor: crisis de legitimidad. Con este término ha sido conceptualizada el desapego ciudadano por las elecciones, la debilidad militante de los partidos tradicionales y el hastió presente en los ciudadanos hacia los políticos de esos países. Recientemente David van Reybrouck* formula, en "Contra las elecciones", una pregunta tan interesante como terrorífica: ¿cuánto desprecio es capaz de soportar un sistema?

Este autor belga de 45 años que estudio arqueología y filosofía proporciona respuesta a esta interrogante. “Sin un cambio profundo, el sistema actual tiene los días contado. Bata con ver el aumento de la abstención electoral, la pérdida de afiliaciones de los partidos y el menosprecio por los políticos; cuán difícil resulta que se formen los Gobiernos, lo poco que duran y lo mal parados que acostumbran a salir; la rapidez con la que se abren paso el populismo, la tecnocracia y el antiparlamentarismo; el anhelo creciente de los ciudadanos por poder participar y la rapidez con que ese deseo se puede convertir en frustración; todo eso basta para darse cuenta de que estamos con el agua al cuello. No nos queda mucho tiempo".

Este certero diagnóstico puede ser aplicado literalmente a la situación política del país. No solamente a la actual coyuntura. En honor a la verdad venimos confrontando esta fatiga democrática desde finales de la década de los ochenta del siglo pasado. La ceguera de la clase política de la época y su resistencia de acometer las necesarias reformas que la sociedad demandaba cuentan como causas de la solución populista y autoritaria que se implementó y, que actualmente, padece la sociedad venezolana.

Es pertinente hacer un ejercicio de memoria. Los grupos dirigentes de la época no asumieron cabalmente los cambios que habrían permitido renovar la democracia, reconstruir las lealtades populares y generar instituciones más modernas y viables. No pudieron o no entendieron la necesidad urgente de iniciar procesos de transformación del estado. Las propuestas diseñadas por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), por ejemplo, no fueron atendidas debidamente. Esta circunstancia, sin la menor duda, contribuyó a crear las condiciones para la emergencia y triunfo del proyecto populista y autoritario que encabezó Hugo Chávez.

Estamos frente a una coyuntura parecida a la que prevaleció afínales de esa década. El país confronta una crisis terminal. Los arreglos políticos e institucionales que caracterizaron la IV y V república están agotados. La insatisfacción ciudadana refleja con claridad meridiana esta situación y su anhelo de cambio. La dirección política de la oposición parece no estar conscientes del momento y oportunidad histórica que le está tocando vivir.

Los diagnósticos y sus respectivas políticas diseñados por la COPRE están vigentes. Debería ser objetos de debate entre los grupos opositores y transformarse en el proyecto político de la oposición democrática del país. El electoralismo per se no proporciona respuestas a las demandas de cambio que requiere la sociedad venezolana.

Consciente de esta situación la Cátedra Rectoral sobre Descentralización y Federalismo “Ramón J. Velásquez” aspira organizar seminarios y discusiones sobre esta temática. El propósito es introducir en el debate político temas vinculados con esta problemática y, a partir de estas controversias, contribuir a la creación de una narrativa que esboce la agenda del futuro político del país. Con la esperanza que la dirección política democrática asuma esta agenda de cambio.

Voy a dar una vuelta a la tuerca y, brevemente, mencionar algunos componentes de un posible relato opositor.

Un primer paso sería “construir una novela del poder”. Elaborar una estructura narrativa donde se ubiquen héroes y villanos: descentralizadores demócratas y centralistas autoritarios. Donde los primeros encarnen los valores democráticos y, los segundos, las negación de estos principios.

Otro aspecto clave es la referencia a “valores”. El relato debe proporcionar importancia a valores que les permita, posteriormente, referenciar temas específicos

La narrativa debe estar anclada sobre una “visión”. Vale decir, el esbozo de un futuro hacia el cual se invierten las energías. “La visión es un elemento del relato que provee al líder la capacidad de inspirar, estimular a los ciudadano y conceptualizar para ellos la situación y el rumbo, remarcando valores, fortalecimiento del grupo, la generación de altas expectativas de logro y la promoción de una identidad colectiva”.

La reforma del estado, puede perfectamente constituir esa narrativa que proporcione un esbozo de futuro y una nueva identidad a los demócratas y, al mismo tiempo, excluya a los “villanos” enemigos de la modernización de las estructura de poder en el país.

Sin lugar a dudas, la política será así.

* DAVID VAN REYBROUCK “Contra las elecciones”. Taurus, 2017

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