sábado, 4 de marzo de 2017

“Estar al servicio de quienes sufren la historia”


Nelson Acosta Espinoza*

Me voy a permitir iniciar este breve escrito parafraseando una afirmación del escritor y premio nobel de literatura francés Albert Camus. En su discurso de aceptación de esta distinción en el año 1957 subrayó que el intelectual no debe ponerse al servicio de quienes hacen la historia. Debe estar al servicio de quienes la sufren.

Sirva esta aseveración para renovar el rol de los universitarios en estos tiempos de socialismo del siglo XXI. El compromiso, hoy más que nunca, ha de ser con quienes sufren esta experiencia histórica. Es allí donde debe ubicarse el sentido de responsabilidad institucional y académica de los universitarios y, desde luego, de los demócratas de buena fe

A primera vista pudiera parecer extemporánea una afirmación de esta naturaleza. Después de todo, Albert Camus pronunció su discurso de aceptación en un mundo que, por un lado, acabada de padecer los rigores del despotismo fascista y, por el otro, una porción importante de Europa estaba sometida al autoritarismo comunista soviético. Sin embargo, acontecimientos recientes en Europa y nuestro país (crecimiento de opciones políticas nacionalistas, xenófobas y autoritarias) demandan la necesidad de refrescar este compromiso con los ciudadanos que padecen estas políticas de cuño autoritario.

Es justo recordar que esta obligación con “los que sufren la historia” no ha estado ajena a la vida universitaria. Desde los años 28, 36, 45, 58 y 70 del pasado siglo, por mencionar los más representativos, esta institución ha estado presente en los acontecimientos que marcaron esos tiempos. Presencia en un doble sentido. Por el espíritu de rebeldía presente en su alumnado y el cumplimiento cabal de la responsabilidad institucional de la universidad con su entorno. En esos años se formaron los recursos humanos y se desarrollaron las ideas que dieron forma a la democracia venezolana. La universidad no descuido su doble función: ser conciencia crítica y hacer avanzar la cultura científica y tecnológica del país.

La nación se encuentra frente a una nueva etapa histórica. El modelo político, cultural e institucional que marcó el desarrollo del siglo pasado se ha agotado. El sentido de esta crisis se puede definir con la frase “lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer”. Es en este interregno histórico donde la institución universitaria debe jugar su papel de “casa que vence la sombras”. En cierto sentido, es una oportunidad para restablecer su rol como institución hegemónica del saber en el país. Ojo, la universidad no escapa al deterioro que ha sufrido el tramado institucional de la nación. Sin embargo, creo firmemente que existen suficientes reservas morales, intelectuales y políticas para poder asumir la responsabilidad que el momento histórico le ha estado exigiendo.

En un cierto sentido esta responsabilidad tiene un doble eje. Es indispensable ejercer posiciones críticas al interior de la institución y revisar, con ojos atentos y modernizadores, su pasado reciente. Por otro lado, debe acentuar su posición reflexiva en relación a la situación que vive el país y padece su población. Su reconstrucción como institución dependerá del ejercicio de este doble rol. Repensarse en el mismo movimiento de ejercer el papel de vanguardia para la sociedad venezolana.

Asumir este papel de avanzada es hoy una exigencia vital. Existe una cierta desorientación en el mundo de los partidos políticos. Pareciera que la deformación electoralista no les permite percibir la profundidad de la crisis en la cual la nación se encuentra sumergida. Y, en consecuencia, no exhiben conductas a la altura de las actuales circunstancias.

La Iglesia y la Universidad son las instituciones que deben llenar este vacío y ejercer el rol que este escenario exige.

Retomando a la sentencia del escritor francés Albert Camus, el compromiso en Venezuela hoy día es con los que sufren los desaciertos de este llamado socialismo del siglo XXI. Es con “los de abajo” donde deben ubicarse nuestras lealtades. Ello es vital si queremos desplazar a “los de arriba”, vale decir la plutocracia socialista que ejerce la dirección del estado venezolano.

Sin lugar a dudas, la política es así.

* A propósito de la detención del profesor Santiago Guevara

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