sábado, 10 de diciembre de 2016

COMPRENSIÓN Y EXTRAVÍO. Un Ejercicio de Hermenéutica de la Cotidianidad.




               
 Pedro Villarroel

La ignorancia o la incomprensión de su propio pasado

fueron parcialmente responsables de esta fatal subestimación
de los peligros actuales y sin precedentes que se le presentaban.

Hannah Arendt
Los Orígenes del Totalitarismo.



Comprender es examinar y soportar conscientemente la carga que los acontecimientos han colocado sobre nosotros. La comprensión, en suma, es un enfrentamiento no premeditado, atento y resistente con la realidad, cualquiera que sea o que pudiera haber sido esta.

Comprender en justa medida es pues, el examen reflexivo de los acontecimientos. Ese acontecer que se revela, que irrumpe en forma múltiple y polisémica. Es verbo, es palabra, es revelación, que se manifiesta en el silencio, en la turbación, en el desconsuelo, en la crispación, en la furia, en la pérdida de voluntad, en el desánimo, en el desborde, en el desatino.


El ser se manifiesta, se eyecta, se desplaza. Lo cierto es que algo aparece en el horizonte, está allí. Este acontecer puede expresarse de múltiples formas. Requiere la mirada viva, la observación hermenéutica y la comprensión fenomenológica.


Una lectura errónea de la historia reciente venezolana confunde situaciones específicas del momento, como la debacle en la economía, la inseguridad, la desaparición del empleo como fuente de valor social, la inestabilidad institucional, con guerra económica y conspiraciones desde el lado del gobierno o implantación de políticas económicas equivocadas, desde el lado de la oposición.


Esto deja fuera del relato un elemento que a mi modo de ver es el sustento de una cultura que se ha hecho parte de la existencia, del modo de ser y de percibir en la vida del venezolano. Me refiero a la igualdad como fundamento filosófico que debe primar en la acción política del gobierno en correspondencia con los fines últimos de un Estado benefactor y productor de la felicidad del colectivo social.


Pero además y como rémora del efecto colonizador español debo agregar el complejo de “El Negrito del Batey” que se expresa claramente en la estrofa de la canción:

                                           
  A mí me llaman el negrito del Batey                               

Porque el trabajo para mí es un enemigo

El trabajo yo se lo dejo todo al Buey

Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo



La expiación y la culpa en la cultura judeocristiana introducen en las mentalidades la idea del trabajo como castigo, que se deriva como respuesta al desacato por las privaciones de las que fue objeto el ser primigenio, en el área del conocer, de la razón y de los porqués.


Unido a lo que estoy expresando sobre la  idea de la igualdad y del trabajo como castigo, debemos agregar un tercer elemento definido por un país que se construyó sobre la ficción de un Estado con su territorio y sus instituciones, con una idea de nación uniforme y como aderezo de ese coctel histórico una acendrada cultura de renta petrolera.


En fin, tres jinetes que han cabalgado el imaginario y la cultura, los valores y los procederes de los venezolanos y que con prescindencia de sus aprehensiones ideológicas definen probablemente sus modos de actuación.


Ese elemento del ser que se hace incomprensible a la mirada y a la observación no se presenta como cosa u objeto de un lenguaje previamente construido racionalmente desde la ciencia o pensamiento óntico sino, y allí el reto de construir un lenguaje que exprese sin definir, que se constituya en permanente constitución, por tanto inacabado. Recordemos aquella hermosa letra del poema de Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.


¿Qué es lo que realmente está ocurriendo? ¿Es el declive del chavismo? ¿Es la impotencia de la MUD? ¿Qué es lo que está ocurriendo que no termina de ocurrir? Parece que estuviéramos viviendo un tiempo de concurrencia, de fenómenos que son aparentemente incomprensibles porque los instrumentos teóricos se han retraído por la refracción a un pensamiento crítico que ineludiblemente llevaría a un cambio de paradigma y la inminente salida de la zona de confort espiritual.


No podemos percibir lo que está ocurriendo porque somos víctimas, encerrados en una especie de capsula del tiempo que no nos permite ver que lo que está en ciernes es la crisis cultural de un modo de aprehender, de resolver y de pensar la vida. Hay allí un problema a resolver.


Los relatos de un lado y otro no apuntan a la resolución de las demandas de esta hora: alimentos, medicinas, seguridad, empleos de calidad. La carencia no es sólo de elementos materiales. Hay un hambre de ese ser que está ahí, en su circunstancia y su drama vital. Ser aprisionado en un corsé de naturaleza óntica.


“Hablar de ciudadanía” se propone construir un ágora donde el ciudadano pueda plantearse no solo los problemas inmediatos que son importantes, sino los que trascienden a su existencia.


¿Cuál es el Aveona y cuál es el Adeona de este tiempo? Es decir ¿Cuál es el Caribdis y cuál es la Escila de este tiempo? ¿Qué es lo que realmente está en el fundamento de la crisis?


Esto obligatoriamente requiere un conocimiento de nuestro pasado inmediato. Las ansiedades, las tribulaciones, los problemas no resueltos, las situaciones inconclusas que han quedado en el tiempo ¿Cómo has llenado el vacío que ha quedado en el tiempo? Esas son las reflexiones que hay que atreverse a poner en la mesa, más que propuestas y respuestas que son reactivas todas.


Hemos estado en modo reactivo, más que en el de la construcción del pensamiento y la comprensión del momento, allí se deriva una fractura en la conexión que debiera existir entre la clase política y la población, por ignorancia, incomprensión o necesidad.


Peor aún, la clase política pretende que la población se conecte con sus aspiraciones, con sus proyectos y sus intereses. Ese punto entre la máscara y lo real es lo que va a definir la línea que nos va a separar de este tiempo, de estos momentos hacia otro momento donde culturalmente el venezolano tendrá que producir su existencia. De lo contrario, convertiríamos nuestra existencia en un ritornelo, algo semejante al mito de Sísifo, prisionero de un eterno presente sin trascendencia.







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