Las recientes votaciones municipales y autonómicas en España son una muestra de la renovada vitalidad del sistema democrático de gobierno y ofrecen un esperanzador ejemplo para una Europa todavía parcialmente encallada en la recesión económica y sumida en un marcado grado de esclerosis política. Al mismo tiempo, la experiencia española tiene un profundo significado para Latinoamérica en tanto refleja la capacidad de nuevos actores sociales, en particular los jóvenes, por afirmar sus valores, su profundo deseo de cambios y su personalidad dinámica en un ambiente de plena libertad.
No está de más recordar que tanto en España como en la América española, los orígenes históricos del gobierno democrático se cifraron en las Cortes de Cádiz y más particularmente en la Constitución de 1812 que fue aplicada en ambos hemisferios y que autorizó las primeras votaciones locales. El primer liberalismo en ambos lados del Atlántico, por lo tanto, se caracterizó por el hecho de que “la autonomía municipal se transformó en autogobierno político”, como ha señalado Antonio Annino. Posteriormente, y durante los siguientes doscientos años, los historiadores han demostrado que los mayores avances democráticos se alcanzaron en las épocas de mayor efervescencia política en las ciudades hispanas y americanas.
Hoy en día también conviene tener en cuenta las experiencias de renovación política que han experimentado muchas grandes ciudades latinoamericanas durante los últimos decenios. En buen número de casos, los gobiernos municipales han representado un contrapeso a regímenes presidencialistas, en especial aquellos de ribetes autoritarios o que intentan imponer un modelo ideológico monocolor. ¿Qué duda cabe, por ejemplo, de que en Colombia, que estaba envuelta en la mayor guerra civil y narco/guerra del continente hace veinte años, los principales focos democráticos se encendieron en las ciudades de Bogotá y Medellín gracias al inesperado triunfo de coaliciones de izquierda que pusieron en marcha reformas sociales, culturales y ecológicas que hoy son considerados como modélicas? La figura de Antanas Mockus, filósofo extravagante pero innovador alcalde de Bogotá es de las más conocidas. Su gestión reflejó los deseos de cambio de amplias capas urbanas de la sociedad colombiana, especialmente las juveniles, y la aspiración de salir de los candados del sistema político colombiano, entrampado por el predominio de los viejos partidos oligárquicos y todavía más por la las luchas sangrientas protagonizadas por ejército, paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes poderosos. En esa coyuntura oscura, las reformas políticas municipales oxigenaron a gran parte del país.
No menos significativo ha sido el caso de México, donde en 1997 se rompió la larguísima hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la capital a partir del triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas como alcalde electo de la mayor ciudad del hemisferio. Posteriormente, durante los doce años de las gestiones subsiguientes de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, el Distrito Federal se transformó en un espacio de libertad y reconocimiento legal a la diversidad. A pesar de la oposición soterrada u abierta de las autoridades federales, los políticos progresistas buscaron el apoyo de múltiples grupos sociales de activistas, artistas, gais, lesbianas y sectores populares de todos los colores, los cuales contribuyeron a cambiar la faz de la metrópoli. Se crearon nuevas escuelas y universidades, se crearon programas de apoyo a jubilados y desempleados, nuevas formas de transporte público, como el metro bus, vías para bicicletas, y calles peatonales en el centro histórico más emblemática de las Américas, por la riqueza de su arquitectura prehispánica y colonial. Hoy la ciudad de México se declara ciudad de la diversidad y representa un espacio cultural y social esperanzador dentro de un país sumido en una profunda crisis.
Pero estas historias municipales no acaban allí, sino que se descubren en las experiencias de otros países latinoamericanos. En Brasil, al finalizar la dictadura militar en 1985, los mayores avances democráticos tuvieron lugar en los gobiernos locales: particularmente significativas fueron las victorias de los candidatos del Partido del Trabajo (PT) en las elecciones en las ciudades de Sao Paulo, Porto Alegre y Vitoria. Con el tiempo, las experiencias innovadoras de gestión urbana, como las del presupuesto participativo de Porto Alegre, renovaron los modelos de administración municipal y eventualmente gestaron las condiciones favorables para la elección a la presidencia de Lula en 2003. Sin embargo, en sintonía con los deseos de alternancia por parte de muchos sectores sociales, luego cambiarían los vientos políticos en Sao Paulo, la mayor ciudad de Brasil, como lo demuestra el hecho de que José Serra, feroz crítico de Lula, fuese electo prefecto de la ciudad en 2005, luego gobernador del Estado del mismo nombre, y que en 2010 se pudiera presentar como candidato a la presidencia, aunque perdería frente a Dilma Rousseff.
En años recientes, el panorama político de las grandes urbes latinoamericanas ha demostrado ser muy compleja pero también ratifica que los alcaldes pueden servir de contrapesos a los partidos presidencialistas dominantes. Tal es caso del conservador, Mauricio Macri, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que presenta combate a diario al gobierno de Cristina Kirchner. Tanto es así, que se ha catapultado como uno de los candidatos principales a la presidencia para las elecciones nacionales a celebrarse en noviembre próximo.
Testimonio especialmente vívido de la importancia de los gobiernos municipales como contrapesos a los gobiernos nacionales es el de Venezuela en nuestros días, pero en este caso ha sido notoria y aberrante la persecución de los alcaldes. En primer término, está el caso de Antonio Ledezma quien ganó en 2008 la alcaldía mayor de Caracas con un 53% de los votos pero quien enfrentó la oposición del gobierno nacional. El 19 de febrero de 2015 fue arrestado acusado de subversión por la administración del presidente Nicolás Maduro. Aún más conocido es la historia de Leopoldo Lopez, el popular alcalde de Chacao entre 2011 y 2008 quien se convirtió en líder de la oposición a Hugo Chávez, y que también aspiró a ser candidato a la alcaldía de Caracas; esto lo proyectó con fuerza en el escenario político y eventualmente fue acusado de actos ilegales por el gobierno de Maduro, por los que fue encarcelado en la prisión militar de Ramo Verde, donde sigue hasta la fecha.
En resumidas cuentas, si deseamos entender la política contemporánea tanto de España como de América Latina, es importante prestar una atención especial a las grandes urbes donde ya vive la mayor parte de la población. Es allí donde pueden medirse mejor los márgenes de la diversidad y la libertad, así como de la vitalidad cultural y social. Las recientes elecciones municipales en España sugieren que hay mucho que discutir sobre las futuras formas de la política en el siglo XXI. Es más, del contrapaso que puede ofrecer lo local a lo nacional y global depende, en buena medida, cómo podrán conservarse los espacios democráticos y plurales que emergieron por primera vez hace tres milenios en las ágoras de Grecia.
Carlos Marichal es historiador y profesor en El Colegio de México.cmari@colmex.mx
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