Simón García
El país
presenció, el pasado sábado, una movilización nacional exitosa. No fue
formalmente unitaria aunque hubo gente de diversas procedencias sociales y
partidistas. La MUD informó que la convocatoria era responsabilidad solo de una
de sus organizaciones integrantes. No dio las razones por las que no se adhería
a ella. Se limitó a admitir el derecho de Leopoldo López a convocarla, valorar
sus motivos y considerar que sus objetivos formaban parte de la plataforma de
la MUD.
La MUD no comunicó ninguna orientación sobre asistir o no. Esa decisión quedó a
conciencia de cada organización. Unas se pronunciaron a favor y otras se
abstuvieron de declarar. Capriles informó que asistiría, Falcón que no. López
se adosó un triunfo.
Pero, surgieron evidencias de que la concentración y el inicio de la huelga
fueron pensadas con el propósito deliberado de no informar previamente al resto
de los integrantes de la MUD. Se optaba, otra vez, por la diferenciación. Más
fácil que grabar el video hubiera resultado enterar a la MUD. Leopoldo como
Bertebly, aquel personaje de Melville, prefirió no hacerlo.
El incumplimiento de las reglas de juego provocó malestar. Porque frente a la
ofensiva autoritaria del gobierno no se debe jugar en solitario. También porque
la unidad se basa en la absoluta confianza mutua y en asegurar la
corresponsabilidad en las decisiones y la solidaridad en las acciones. Las
reglas, las amarras de la unidad, existen en función de elevar la eficacia
política de los esfuerzos destinados a ponerle fin a los fracasos de Maduro y a
los errores del modelo. No son un invento burocrático.
La pertenencia a la Unidad implica que cada partido renuncia a perseguir
algunos de sus objetivos particulares. Para doblegar el poder hegemónico, todos
deben comprometerse a ser solidarios. El liderazgo debe ser colectivo porque no
podemos recaer en caudillismos.
La competencia indebida por el liderazgo conduce a desatar una pugna por la
redistribución de los apoyos en el seno de la oposición y coloca en segundo
plano la comunicación con el gran país. Y en el momento actual, verse el ombligo
no sirve ni para perder tiempo.
El gran desafío es captar la enorme masa de descontentos que ha dejado de estar
con Maduro y no están convencidos de respaldar a la oposición. La crisis se va
a encargar de acentuar el rechazo general de la sociedad al gobierno. La
oposición no puede ayudarlo a que restablezca los viejos términos de la
polarización ideológica que convirtió a la mitad del pueblo en enemigo de la
otra.
Victoria electoral sin alteración de ideas, valores y conductas en el conjunto
de la MUD puede lanzarnos a un triunfo sin cambios reales. Preservar la unidad
de la MUD significa romper el quietismo sin desesperación, mantener la
combinación virtuosa de calle y votos, saber que también en política actuar
juntos genera fuerzas mayores que la simple suma de las partes.
Esta semana la MUD ha dado unos primeros pasos para ir al encuentro del país
descontento y proponerle unitariamente una estrategia, un plan, unos objetivos
y un discurso para encontrarnos con otros venezolanos que también quieren una
Venezuela diferente a la actual, aunque no todos coincidamos plenamente sobre
las líneas de su futuro.
Reconforta, pero por lo pronto está el deber ético de ayudar a que salga bien
la lucha de los 17 huelguistas por la paz, la vigencia de los derechos humanos,
la libertad de los presos políticos y la fijación de elecciones con observancia
internacional imparcial.
@garciasim
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