domingo, 6 de julio de 2014

Lo público no es monopolio exclusivo de los partidos

El Che Guevara con Orlando Borrego

Nelson Acosta Espinoza

Bien, tenemos que aceptarlo. El Presidente ha tenido un arrebato de sinceridad. Ha reconocido el desierto intelectual en el que se encuentra. Despedido Jorge Giordani y aislado el grupo Garibaldi (profesionales universitarios, algunos relacionados con el CENDES), ha tenido que recurrir a un "experto" cubano para que asista y proporcione experticia y experiencia técnica en la formulación del llamado "sacudón" anunciado recientemente por Maduro.

La prensa nacional, reseña a este asesor así. "Un primer teniente de la lucha armada de Cuba en los sesenta auxiliará al gobierno en la reestructuración de los ministerios". Igualmente, se ha señalado que "expertos" cubanos se encuentran involucrados en la organización del III Congreso del PSUV a realizarse el 26 y 29 de julio. En fin, Borrego, el cubano, se incorporará al proceso de hacer en esta administración una "revolución dentro de la revolución" Vaya, pues...

El gobierno recurre a la experticia de un funcionario de un gobierno fallido que ha fracasado en todos los campos donde ha intentado desarrollar propuestas e implementar planes: en lo económico, social, cultura y militar. Para decirlo en criollo, allí no habría nada que imitar y buscar. Pero la ceguera ideológica no permite experimentar otras soluciones y vías de transformación. Pareciera que la consigna de Maduro es: "los problemas del socialismo se resuelven con más socialismo".

Vamos a dar un giro a estas breves líneas. Voy a colocar la atención en nuestro sistema político. A ver. Este ordenamiento se encuentra cimentado en el papel protagónico que ejercen las organizaciones de carácter partidista (me refiero, en especial, a los partidos que se ubican en la oposición política). La ceguera, al igual que en el PSUV, también predomina en este ámbito. Desde luego, la de la MUD es de otra naturaleza.

Vamos a decirlo en una sola frase. Los partidos políticos tradicionales atraviesan en Venezuela un momento complicado. Las rigideces que se han ido acumulando a lo largo de los años les ha restado capacidad de adaptación a las demandas de estos nuevos tiempos. Lo convencional de su estructura le está impidiendo poder insertarse plenamente en el tejido social. Han debilitado sus lazos con los electores y su apuesta estratégica no trasciende lo estrictamente electoral. Pareciera que confunden descontento con respaldo a sus posiciones. Este descontento, es bueno recalcarlo, no se canaliza necesariamente hacia los partidos del bloque opositor. No olvidemos que para gran parte de la población los partidos son vistos mas como parte del problema que como parte de la solución.

Ante esta situación los movimientos sociales han ido creciendo en números y credibilidad. La población los percibe con menos ataduras institucionales y, en ese sentido, comunican una mayor radicalidad democrática. Es indispensable, entonces, establecer vasos comunicantes entre estas dos dimensiones del quehacer democrático. Crear instancias de articulación, organización y decisión colectiva.

Hay que replantear el proyecto democrático. Enriquecerlo con las transformaciones que se están operando en los medios de comunicación y el surgimiento de nuevas vías de articulación y conexión social. Más énfasis en las autonomías regionales y la libertad personal. En fin, más democracia. Una plataforma de esta naturaleza debería tener la virtud de poder articular diversos sujetos políticos. Entender que hoy los partidos no son los portadores privilegiados de soluciones y alternativas y, en consecuencia, no pueden aspirar a monopolizar todo lo público.

El extravío democrático se resuelve profundizando aún más la democracia. Los borregos, se los dejamos al PSUV.


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